MADRID. A la tragedia del terremoto y el posterior tsunami que ha arrasado el noreste de Japón, se ha unido otra catástrofe de mayores consecuencias que ha quedado plasmada en los serios desperfectos y las fugas radiactivas, todavía sin evaluar, de la central nuclear de Fukushima y otras plantas de la zona afectada, lo que ha generado un conato de debate sobre este tipo de energía en distintos segmentos de la sociedad española. Por regla general, la discusión está resultando tan caliente como improductiva y los medios de comunicación participan de ella obligados por la imperiosa necesidad de no desligarse del día a día, lo que no parece que sea la mejor manera de abordar un asunto de esta trascendencia con el rigor necesario, ya que la disputa se ha saldado momentáneamente, según los expertos, con gruesos titulares y demasiados adjetivos “apocalípticos” y “alarmistas”.
El activismo militante ha hecho su agosto y ha disfrutado, de una sola tacada, lo que no disfrutaba desde hacia años, haciendo girar su línea argumental hasta el infinito: la energía nuclear no es limpia, no es segura y tampoco es la mejor alternativa al petróleo para evitar el cambio climático. El drama de Japón, provocado por causas de una excepcionalidad sin precedentes, permitía que muchos medios recuperaran la bandera antinuclear bajo el discurso de que había quedado claro que la energía nuclear es peligrosa y por más que se extremen sus medidas de seguridad, siempre habrá alguna circunstancia que provoque una catástrofe; catástrofe, por cierto, que es la única fuente de energía que puede provocarla.No ha habido por el momento grandes desviaciones en la línea argumental de unos y de otros y la batería de conceptos, ideas y tópicos recurrentes, se han repetido una vez más con imágenes televisivas que trataban de inclinar la balanza en una u otra dirección, según los intereses defendidos. Nadie se ha quedado al margen de este debate inútil y sesgado basado en principios inamovibles, aunque en esta ocasión la improvisación ha impedido que el debate pudiera estar a la altura de las circunstancias.
La mayoría política española no ha parecido estar interesada en entrar a fondo y reabrir el debate nuclear en este momento, ya que unos y otros aprobaron en el Congreso, hace pocas semanas, iniciar un proceso para prorrogar la vida útil de las centrales más allá de los 40 años. IU fue la única fuerza nacional que se desmarcaba del sutil posicionamiento del resto de los partidos. Ello, sin embargo, no ha sido óbice para que el guión y la cadena se rompieran por algún eslabón al rebufo de la catástrofe japonesa.
Tal es el caso del Parlamento vasco al pedir el cierre definitivo de la central nuclear burgalesa de Garoña con el único voto en contra del PP. Bien es cierto que la proposición no de ley fue registrada en enero por el grupo mixto-Esker Batua. La oportunidad la pintan calva como en el caso andaluz, en donde IU colaba en el Parlamento una iniciativa para que Andalucía sea declarada zona libre de instalaciones nucleares, aunque la relación del territorio andaluz con la energía nuclear se limite exclusivamente al depósito del Cabril. Suficiente motivo para que algún medio de comunicación nacional titulara que “Andalucía se convierte en el principal bastión antinuclear en España”.
Pocos han sido los medios de comunicación que se han sustraído de participar en este debate ramplón y apresurado y solo, en contadas ocasiones, ha sido posible leer posiciones razonables como las que pedían que el análisis sobre el futuro se realizara desde un punto de vista científico y "no emocional"; las que ponían de relieve que la seguridad cero exigía un coste infinito, o lo que es lo mismo, un imposible, o la reflexión del presidente del gobierno afirmando que las cosas se ven de distinta manera cuando se tienen responsabilidades de gobierno que cuando se es un ciudadano más.
En Europa, con excepción de Alemania, en donde Merkel ha decidido aplazar la prolongación de la vida de las centrales más viejas por motivos electoralistas, el debate ha contenido todo tipo de ingredientes, siempre marcados por la urgencia y en ocasiones por la demagogia, tan al uso en este tipo de confrontaciones, aunque resulta extraordinariamente curioso que algún que otro comisario comunitario de lengua floja se deslizara por la pendiente del trazo grueso con la única información que los medios de comunicación habían sido capaces de suministrar.
Los científicos y técnicos en energía nuclear convienen en señalar que una vez más el debate se va a producir en el seno de la comunidad de expertos y girará, no sobre la bondad de la energía nuclear, sino sobre las acciones y medidas a implementar para incrementar la seguridad de las centrales construidas y a construir en el futuro, en un ejercicio similar al experimentado tras el accidente de Chernóbil y que ha supuesto la modificación de la totalidad de las centrales nucleares existentes en la antigua Unión Soviética y países de su influencia, así como importantes cambios en los sistemas de seguridad del resto de las plantas existentes en el mundo.
La cuestión es que una vez más el debate se sustanciará en el seno de la comunidad científica y muy alejado de la sociedad, cuyos representantes políticos no parecen muy dispuestos a asumir la cuota parte de impopularidad que comporta la toma de decisiones en esta área. La prueba de todo ello la tenemos en el aplazamiento que está sufriendo la instalación del cementerio nuclear, eufemísticamente llamado Almacén Temporal Centralizado (ATC), cuya decisión supone un coste diario para España de 60.000 euros que es la cantidad que Francia cobra por recoger la basura radiactiva española de alta intensidad.
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(*) Carlos Díaz Güell es director de la revista 'Tendencias del Dinero'
¿A las madres que en Tokio reciben el consejo de no dar de beber agua del grifo a sus hijos dónde las ponemos?. ¿En la sal gorda o en los adjetivos gruesos?. Y a las autoridades de EEUU que empezaron desplazando a sus nacionales a 90 millas del lugar de 20 de la central afectada y ha acabado prohibiendo la importaciones de productos frescos de la zona ¿dónde las coloca el autor?. En mi opinión son las diatribas y descalificaciones del tipo que él utiliza las que impiden el tipo de debate que él dice defender. Porque el todo el mundo està equivocado menos yo está ya muy visto y a loq ue lleva es a los adjetivos gruesos y a la sal gorda (que en Valencia al menos tienen otra acepción mucho más habitual).
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