VALENCIA. En unas pocas semanas Túnez, Egipto, Libia y Japón se han constituido en los ingredientes sucesivos de una reacción mediática en cadena. A su vez, esta secuencia de países en dificultades, había tomado el relevo en la agenda mediática al escándalo de Wikileaks, de suerte que la opinión pública global ha ido saltando compulsivamente entre el debate de las grandes cuestiones relacionadas con la actualidad de cada uno de estos sucesos.
Ahora le ha llegado el turno a la energía nuclear, en torno a la cual se han cernido opiniones de corte muy sensacionalista y coyuntural, lo que cuadra muy mal con la visión panorámica que necesita cualquier debate sobre el futuro de la energía.
La catástrofe de Japón, junto a los graves errores de imprevisión que en todos los campos se le suponen, ha quedado curiosamente simplificada en torno a la central de Fukushima y en todo el mundo hemos visto a mucha gente exigir el cese fulminante de la energía nuclear como si no la llevara instalada en las baterías de sus teléfonos móviles.
Los partidarios del apocalipsis de la radiactividad han decidido que el único riesgo al que se enfrenta la humanidad es el de una catástrofe nuclear. En Alemania e Italia, los siempre medioambientalistas Merkel y Berlusconi, han abjurado en seco de sus compromisos de desarrollo nuclear después de haberlos suscrito con mucha determinación hace solo unas semanas.
Pero han sido los populares españoles quienes han dado la auténtica campanada del oportunismo y la necedad al remitirse por boca de Maria Dolores de Cospedal "al criterio de los técnicos" a la hora de expresar una postura sobre las consecuencias del accidente nuclear.
Respecto a la energía nuclear lo que hace falta no es más leña maniqueista a cargo de los en contra y a favor, sino un debate político sobre alternativas, sobre costes, sobre plazos, sobre consecuencias y ante todo, sobre beneficiarios y perjudicados, que es el dilema en el que se resume cualquier debate intelectualmente serio.
Estar -así sin más- contra la energía nuclear, es como estar -así sin más- en contra de los ejércitos o de las prisiones. Estar -así sin más- a favor, es despreciar todo el potencial de crecimiento de otras fuentes renovables de abastecimiento y renunciar a un posible futuro libre de riesgo de radiación.
Lo que no es admisible es presentarse como una alternativa económica al actual Gobierno de España estando en contra de las prospecciones petrolíferas, de las primas a las energías renovables, del proteccionismo al carbón nacional y de la subida del recibo de la luz, para acabar encima trasladando a los técnicos la responsabilidad decisoria sobre el futuro de la energía nuclear.
Técnica no, De Cospedal. Queremos política.
______________________________________________
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.