VALENCIA. Japón no es Ucrania, ni por tanto el accidente provocado por el tsunami no es comparable con el que tuvo lugar en Chernóbil en 1986. Pero el hecho de que en un país modélico por sus sistemas de control y seguridad como es Japón se ha ya producido una situación catastrófica -por mucho que hayq estado motivada por un dramático desastre natural- como la que vivimos refleja varias cuestiones y al menos dos importantes.
Primera que la presunta construcción de las plantas a prueba de todo riesgo es inexacta. La mayoría de las plantas nucleares están localizadas en zonas de actividad sísmica muy inferior a la existente en Fukushima. Pero eso ya lo sabían sus constructores que, por eso mismo, cabe suponer que la intentaron construir adaptada a esa circunstancia. Sin embargo, a la vista está el resultado. Y segunda, que un accidente en una planta nuclear puede tener, como es el caso, muy graves consecuencias sobre los seres humanos. Porque aun sin ser catastrofistas, una radiación como la detectada (en torno a 400 millisieverts) es muy superior a lo que resulta aceptable para descartar efectos negativos en el medio y largo plazo.
Basta considerar que la aceptable en un año para las personas que viven en las proximidades de una planta nuclear es de 0.01 mSv y una radiografía en torno a 0.03/0.04 mSv. La decisión del gobierno nipón de aconsejar permanecer en los domicilios con puertas y ventanas cerradas a la población residente en un radio de 30 km. en torno a la planta refleja la relevancia que pueden tener sus secuelas.
Por eso mismo, no es de recibo la respuesta dada por nuestros responsables públicos al reto que supone la nueva situación. Escudarse en que las decisiones deben ser técnicas (Cospedal) o que no deben tomarse "en caliente" (Iglesias) como han aducido los portavoces de los dos partidos mayoritarios es peor que un error, es una estupidez que nada bueno dice de cuál es su consideración de los ciudadanos.
La economía española es una economía intensiva en el uso de energía y la inmensa mayoría de los españoles somos poco conscientes de que no se puede consumir energía sin límite y no aceptar ninguna contrapartida por ello. Si esta obviedad se hubiera planteado hace años, hoy no estaríamos donde estamos. El accidente de Fukushima Dai-ichi puede servir para iniciar el debate siempre retrasado de forma que dentro de diez años no se vuelva a renovar la explotación de la planta de Cofrentes sin ningún tipo de explicación. Ni siquiera acerca de qué ganamos los valencianos, o el conjunto de los españoles, a cambio de mantener una planta nuclear ya antigua, susceptible de tener accidentes graves y en cuyo funcionamiento no han faltado las incidencias, afortunadamente sin graves consecuencias.
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