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VALENCIA. La decisión de Iberdrola de reintegrar a la matriz a su sección de renovables, articulada a través de una fusión, convierte a la pretensión del Consell de que Valencia fuera sede de grandes empresas en un sueño de momento inalcanzable. Menos de dos años después de anunciar a bombo y platillo que la sede social -y lo que es más importante, la fiscal- de Iberdrola Renovables se instalaba en Valencia, la compañía se marcha.

De esta forma, la decisión de Sánchez Galán da al traste con lo que pretendía ser el inicio de una saga de localizaciones estratégicas. Con ello queda en nada aquel elemento importantísimo, según el propio presidente de Iberdrola, que iba ser el que Valencia acogiera la sede de una multinacional, séptima compañía del Ibex 35 y la primera en energías renovables.

Con ello, volvemos dónde siempre hemos estado. A pesar de tantos recursos gastados en atraer inversiones y de tantos eventos realizados con la intención de promover, a través de esas inversiones, una sustancial expansión de la oferta de puestos de trabajo cualificados en la Comunitat Valenciana queda sin concreción. Lo cual debería ser motivo para plantearse si no se están haciendo las cosas mal por parte de los diversos organismos involucrados y muy especialmente por la conselleria de Industria responsabilidad del vicepresidente Rambla.

La efímera presencia de la sede de Iberdrola Renovables en Valencia, por otro lado, vuelve a poner sobre la mesa el interrogante de qué implica para la economía valenciana el reconocimiento por parte de la Generalitat del monopolio de facto que Iberdrola tiene en la Comunidad. Cuyo mercado representa, según diversas estimaciones, entre en cuarto y un tercio del total de su cifra de ventas en el mercado doméstico. ¿A cambio de qué? Porque siendo una empresa con sede en Bilbao, no es, en ningún caso, la sociedad valenciana la que se beneficia, de los impuestos generados como resultado de esa destacada cuota de mercado.