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VALENCIA. Muchos se preguntan cómo puede ser posible que en un lugar como la Comunitat Valenciana, estancada política y económicamente ya hace bastante tiempo, no exista una oposición, una propuesta de gobierno alternativo viable. Me temo que la pregunta contiene su propia respuesta. El problema está en el gobierno actual, y la solución no está en la oposición. ¿Por qué?

Una manera de explicarlo sería decir que la izquierda valenciana simplemente no representa una alternativa de gobierno, sino una alternativa de desgobierno, y para saltar de la sartén a las brasas, mejor no hacer nada. Menudo desastre político y social tenemos en esta Comunitat.

La izquierda valenciana no tiene alternativas ni para sus propios males internos. Es decir, el PSPV no es capaz de gobernarse ni a sí mismo. Y esta es la tragedia. Porque es comprensible (aunque nunca aceptable) que un partido que ha estado (des)gobernando a sus anchas durante más de una década se enquiste y carezca de ideas; pero es incomprensible (y aún menos aceptable) que un partido que ha estado ese mismo tiempo en la oposición no haya elaborado ni una idea, ni una iniciativa razonable.

Por estos motivos, la lógica aduce que la mayor parte de la culpa de todos los problemas que tenemos en la Comunitat es achacable a la falta de seriedad de la izquierda valenciana. Y dado que, como siempre sucede en períodos de inestabilidad económica, el sentimiento popular va girando hacia la derecha, una izquierda inviable es lo peor que puede haber ahora mismo.

Todo esto debería haber despertado las alarmas en la izquierda hace años. Cualquier analista político con dos dedos de frente podía haber previsto la situación en la que nos encontramos hoy en términos de gobernabilidad y progreso económico. No es neurocirugía. Lo que la izquierda necesita es una reforma política y estratégica del copón.

¿Qué probabilidades hay de que esta reforma se produzca? Me temo que muy limitadas, por varias razones. En primer lugar, porque reformar una ideología y una estrategia electoral es difícil. Requiere un análisis profundo, una planificación exhaustiva, un inteligente posicionamiento social y mediático, y un proceso de restructuración, pedagogía y formación interna cuidadoso e implacable. Todo esto parece que el PSPV es absolutamente incapaz de hacerlo.

En segundo lugar, porque el PSPV está internamente organizado basado en clientelismo barato, malas prácticas políticas y sociales, oscurantismo y pueriles envidias. Esto, desafortunadamente, es algo común en todos los partidos políticos españoles, pero no por eso sirve de excusa. Teniendo esto en cuenta, no es que no haya gente "buena" en el PSPV, es que para progresar en el PSPV no se puede ser "bueno". Hay que ser aceptable a los "jefes". Es decir, acatar las malas prácticas y callarte todo lo demás. Así, nada cambia nunca.

Y claro, el problema no es que los "jefes" políticos y sus acólitos son simplemente trabajadores que tienen que bregar con situaciones laborales dificultosas y sencillamente hacen lo que pueden para sobrevivir. Aunque esto tampoco sería aceptable. El problema es que esta gente vive del trabajo de los demás ciudadanos, de sus impuestos, y se supone que deben a sus conciudadanos más que excusas, fracasos y malas prácticas. Les deben soluciones. Les deben dignidad. ¿Estos "jefes" no saben pilotar el avión y piden que todos nos subamos a bordo?

Una solución para la reforma de la izquierda valenciana sería pedir que estos "jefes" y sus séquitos incompetentes se apartaran de la vida pública, dejaran de impedir el cambio, y pasaran a ser trabajadores normales, como todo el mundo. Pero no es tan fácil. Muchos de ellos no tienen experiencia alguna en el mundo laboral. Han vivido toda su vida de besar traseros y hacer lo que se les manda, y les ha ido muy bien. En el mundo real no valdrían ni para repartir pizzas. Una tragedia valenciana. Pobrets.

Por eso, cuando los flamantes torquemadas de la izquierda braman contra las injusticias de la derecha, con soflamas indignadas llenas de ira y fragor, nadie les presta la más mínima atención. No tienen credibilidad. Cero. Y eso escuece.

Pero aparentemente, ese escozor es preferible a tener que buscarse trabajo en la calle. Eso sí que sería una afrenta inaceptable a su izquierdosa "dignidad". Lo que no parece afectarles moralmente lo más mínimo es ser incompetentes y reaccionarios. Eso parece darles igual. Parecen creer que ya están haciendo bastante favor al pueblo simplemente siendo de izquierdas. Increíble.

Imaginemos ahora que esta gente se va del PSPV y que el partido pasa a manos de personas competentes, inteligentes, servidores públicos con ideas nuevas, ansia de mejorar las cosas para todos los ciudadanos, más allá de idealismos del siglo XIX y de consignas superadas y además engañosas. Con dedicación, transparencia, profesionalidad y responsabilidad medibles. Con nuevas iniciativas e ilusión.

¿Qué sucedería? Uno: que más de la mitad de los militantes existentes se irían del partido inmediatamente. Dos: que el electorado valenciano les votaría y echarían a los cansados y aburridos señores del PP que han demostrado ser incapaces de mejorar la situación palpablemente durante casi dos décadas. ¡Uf! ¡Qué tragedia!
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(*) Vicente Carbona es licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales y máster en Periodismo por la Boston University.