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VALENCIA. La confluencia de corrupción y crisis da lugar inevitablemente en cualquier sociedad a un escenario de decadencia. La decadencia es por antonomasia el momento del silencio, de la conspiración, del cinismo, del aburrimiento y del miedo.

La historia parece atestiguar que solo de dos maneras es posible la superación de la decadencia: por el apabullante triunfo de las ideas nuevas o mediante el recurso a la guerra. En esta tesitura estamos los valencianos. Y dado que la izquierda ha cometido el error de intentar vencer a la derecha en el campo de la fuerza (y no en el de la inteligencia), todo apunta hacia la guerra.

Sin embargo en esta Comunidad intentar ganar a la derecha en el campo de la fuerza bruta no solo es inviable, sino que puede llevar a desistir de la obligación de conformar el proyecto creativo de alternancia que demanda el interés general frente al desgaste improrrogable del modelo del PP.

Y dado que la regeneración de la vida pública no solo pasa por la ausencia de corrupción, sino que también exige que los partidos jueguen en términos muy claros de interés general, tal vez la falta de rendimiento social de la cruzada ética de la izquierda venga motivada porque en el fondo pueda percibirse como una cierta contradicción en los términos.

Tal vez la sociedad valenciana no esté demandando tanto un liderazgo moral que la guíe mediante su intachable carisma hacia la redención ética, cuanto que le expliquen con cierta claridad las bases objetivas de una alternancia social y productiva.

Ana Botella
El miércoles, la delegada del Gobierno hizo su puesta de largo en el género literario de la conferencia. Fue en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de la que hace muchos años también es socia. Con tanta naturalidad como firmeza, Botella puso el acento sobre cosas muy obvias que, sin embargo (y por desgracia), hace tiempo que en Valencia no lo son tanto.

Parafraseando: signos políticos aparte, la relación entre administraciones no admite el conflicto como norma, porque la norma debe ser la cooperación. Botella podrá gustar más o menos. Pero su vocación sincera de servicio público y su talante admiten pocas dudas, siendo de sobra conocido que metodológicamente le interesa mucho menos el conflicto que la solución.

No sé si por talante o porque el oficio de médico no admite veleidades en según qué temas, pero el conseller Manuel Cervera ha dado también alguna interesante muestra de responsabilidad institucional respecto a la siempre delicada aplicación de la ley del tabaco en la Comunidad.

Apple, Microsoft y la Comunidad Valenciana
¡Qué manía en no aprender ninguna de las lecciones que nos brinda la encarnizada lucha entre los gigantes de la tecnología!

Steve Jobs, el patriarca de Apple, no debe su éxito a ser un gurú de la comunicación, porque es ante todo un genio de la tecnología.

Para su fortuna, Microsoft ha pasado la fiebre infantil de la mercadotecnia y ha entendido que sus jefes de división no deben ser comunicadores, sino expertos en tecnología.

No sé si aquí vamos a darnos cuenta también alguna vez de que cuando todo es marketing, más pronto que tarde llega un día en que se hace evidente que no hay nada que vender.