VALENCIA. Murcia es, con diferencia, la comunidad autónoma donde el PP obtiene unos resultados electorales más espectaculares y donde este partido ha asentado la hegemonía social y política más sólida de toda España. Los datos son indiscutibles: en las últimas elecciones autonómicas de 2007 sumó el 59% de los votos y en las generales de 2008 consiguió el récord de 61,7%. Entre tanto, el PSOE apenas si llega al 33% e Izquierda Unida se mueve entre la irrelevancia y el extraparlamentarismo (solo tiene un diputado en el parlamento regional). El PP asienta su hegemonía política en el gobierno de 30 de los 45 ayuntamientos murcianos, por 13 del PSOE y dos pertenecientes a agrupaciones de electores. Esta realidad es suficientemente contundente, pero lo es aún más si tenemos en cuenta que en los municipios con alcalde del PP se concentra el 86% del censo electoral y en los del PSOE tan sólo un 12%. Para colmo, las previsiones electorales señalan que el PP podría aumentar, aún más, su poder municipal.
¿Por qué hablar de Murcia cuando el objeto de este artículo es la Comunidad Valenciana? ¿Acaso son iguales Murcia y la Comunidad Valenciana en su comportamiento electoral? Vaya por delante, que no lo son, pero se parecen. Es más, si las encuestas preelectorales publicadas en los últimos meses tienen algo de fiable, se pueden parecer mucho más tras el próximo 22 de mayo. ¿Pero realmente, en términos electorales (dejemos a un lado las cuestiones económicas e identitarias), vamos los valencianos camino de ser como los murcianos? En mi opinión y a riesgo de equivocarme, sí. Y eso que el caso Gürtel ha semiparalizado a la Generalitat y al PP valenciano, y ha impedido hasta el momento (finales de febrero) la ratificación de Camps por Rajoy: lo que ha supuesto también que la maquinaria electoral del Partido Popular esté funcionando a medio gas cuando faltan 10 semanas para las elecciones de mayo.
El PP es el partido dominante en la Comunidad Valenciana. Gobierna cómodamente tanto la Generalitat como las diputaciones provinciales. En las últimas elecciones autonómicas, obtuvo lo que es su mejor resultado hasta el momento (53,3% de los votos); pero, a diferencia de Murcia, la distancia con la suma de la izquierda valenciana (PSOE y Compromís) fue de 10 puntos y lo mismo ocurrió en las generales de 2008, en las que el PSOE concentró el voto de la izquierda y se quedó 11 puntos por debajo del PP. Esta distancia electoral, aun siendo grande, hace pensar que los socialistas son una fuerza competitiva y con posibilidades electorales razonables de aspirar a ganar la Generalitat Valenciana en un plazo de tiempo relativamente corto, después de 16 años de gobierno del PP. Todo esto es algo bien conocido.
Sin embargo, no se presta tanta atención al hecho de que en torno a 320 de los 542 municipios valencianos tienen alcalde popular, frente a los poco más de 170 ayuntamientos gobernados por el Partido Socialista, la veintena de Compromís o los 5 de EU. Es en este poder institucional (casi el 60% de todas las alcaldías), donde el PP asienta su dominio político en la Comunidad Valenciana.
Además, debemos tener en cuenta que la fortaleza municipal del PP no se mide únicamente en el plano institucional por el número de ayuntamientos que gobierna. Contar con los tres ayuntamientos de las capitales de provincia constituye también un elemento simbólico y un altavoz político indiscutible para los populares. Pero lo esencial es que el Partido Popular gobierna en el espacio municipal para más del 70 por ciento de los ciudadanos valencianos, mientras que los socialistas sólo lo hacen para el 25% del censo electoral, Compromís a un escaso 2% y EU para un irrelevante 0,3%. Asimismo, y salvo contadas excepciones, el PP gobierna en los grandes y medianos municipios urbanos, y el resto de fuerzas queda relegado a los municipios con menos población y menor capacidad de iniciativa política y social.
¿Por qué son relevantes estas cifras? En primer lugar, porque ayudan a explicar porqué el PP, desde su poder local, alimenta capilarmente a una amplia red de asociaciones con las que unas veces tiene complicidades ideológicas, otras intereses comunes, otras ausencia de divergencias significativas y, demasiado a menudo, un vínculo clientelar. Sobre esta capacidad de relacionar a la sociedad civil subvencionada con el poder local y autonómico del PP se asienta buena parte del dominio electoral de los conservadores valencianos. Pero, en segundo lugar, cuando el principal partido de la oposición (¡de Compromís y EU, ni hablamos!) sólo gobierna en el ámbito local para uno de cada cuatro valencianos significa que, más allá de lo que digan los resultados de las últimas elecciones generales, en estos momentos, es una fuerza política escasamente competitiva para ganar la Generalitat a causa de su limitada presencia municipal.
Porque los hechos son tozudos e históricamente insisten en que, en la Comunidad Valenciana, un partido sólo tiene posibilidades de conseguir la Presidencia de la Generalitat cuando en el ámbito local gobierna, al menos, una tercera parte de la población y/o tiene expectativas razonables de llegar a hacerlo, como mínimo, para un 45% de los valencianos y en algunas de las capitales de provincia. Y esa no es la situación actual ni apuntan en esa dirección las expectativas electorales inmediatas.
De estar en lo cierto las encuestas y muchos de los análisis de situación política local que se han ido publicando en los últimos meses, PSOE, Compromís y EU retrocederían tanto en el espacio autonómico como en el ámbito local y, salvo casos muy puntuales, ninguna de estas fuerzas parece en condiciones de ganar un sólo ayuntamiento al PP y, lo que es peor para ellas, en conjunto se apunta que podrían perder hasta 70 alcaldías que engrosarían el poder municipal popular. Si eso fuera así, el PP llegaría a gobernar en los ayuntamientos valencianos a más del 80% de la población. Una situación muy similar a la de Murcia.
Se dirá, con razón, que las encuestas y los análisis a menudo son interesados o simplemente falsos, y que, incluso cuando están bien hechos, se equivocan. Sin duda, puede que así sea y que la magnitud de la nueva marea azul sobre los ayuntamientos valencianos no sea tan intensa como se anuncia; pero, aún siendo menor de lo que esas previsiones pronostican, sería nociva para las debilitadas fuerzas locales de una izquierda y un nacionalismo valenciano que parecen instalados en una dinámica de mera supervivencia política. Los motivos de que podamos convertirnos en una realidad electoral similar a la murciana son muchos, pero algunos de ellos son responsabilidad exclusiva y directa de las fuerzas que dicen aspirar a desbancar al PP del poder en la Comunidad Valenciana.
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(*) Anselm Bodoque es analista político
Anselm, lo peor es que hace cuatro años, mínimo..., que tú y otros análistas políticos estáis advirtiendo que éste puede ser el escenario. Yo creo que tanto tú, como yo, como JPG sabemos que lo importante es lo que callas en el último párrafo. Y sabemos que callas para no perjudicar más las expectativas electorales de la izquierda. Es curioso: "todos tratando de proteger a aquellos que se las apañan para perjudicarse solos". Un nuevo paradigma de comprensión de la política es necesario.
Echo en falta en el artículo lo que me parece más relevante. Aquello que se enuncia tan sólo de pasada en las líneas finales del último párrafo. Esto es, la opinión del autor sobre los motivos que pueden llevar a la marea azul que no por previsible desde hace tiempo, ha sido explicada. Ni siquiera debatida, que es la única forma en que podría ser correctamente diagnosticada y corregida.
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