VALENCIA. Esta tensión es un mal presagio electoral para una organización política que, según las encuestas, ha alcanzado el nivel más bajo de aceptación ciudadana con Alarte como secretario general. Y aunque la única encuesta válida tendrá lugar cuando se produzca el recuento de votos, no es posible ignorar la realidad.
Alarte y su grupo no han conseguido consolidarse como alternativa reconocible frente a la exasperante inacción que todavía domina a un PP ensimismado por los problemas judiciales de su presidente y enrocado en su defensa. No es su tarjeta de presentación con la que el PSPV logrará el apoyo necesario para sustituir a un PP hoy sólidamente instalado en la mayoría, por mucha que fuera la presunta corrupción que embarrase a algunos de sus miembros mas significados.
Esta ausencia de alternativa socialista es especialmente visible en el terreno de la economía. El partido que supuestamente debería garantizar la alternancia de gobierno en la Comunidad sigue careciendo de un criterio concreto en el terreno de política industrial, financiera, de articulación comercial o de fomento de la competitividad. No ha construido ni un equipo ni un proyecto de Gobierno convincentes al margen de los lugares comunes habituales.
En este contexto, resultan especialmente estridentes y desafortunados los exabruptos que Alarte parece haber elegido como vía para alcanzar visibilidad. Su referencia a que estaría atento a su cartera si se reunía con Camps denota hasta qué punto la ausencia de alternativas pretende ser sustituida por la zafiedad. En todo caso, el único que ha adelantado supuestas propuestas para esa quimera que es un 'acuerdo de Estado' entre Camps y Alarte con el que favorecer a los valencianos, es el actual presidente de la Generalitat. Que su futuro judicial, y más todavía el político, sean sombríos no debiera hacer perder de vista estos hechos. Falta por ver si después del 22 de mayo, el 'combativo' líder de la oposición no carga la responsabilidad de su tan laboriosamente buscado desastre electoral a Zapatero y la crisis económica en lugar de a su propia torpeza política.
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