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VALENCIA. Otro verano más hemos visto como las pateras y los naufragios proliferan en el Mediterráneo sin que la Comunidad Internacional en su conjunto o los países originarios hayan hecho nada, si es que pueden o quieren, o incluso si existen, aparte de lamentarse, y tienen que ser otros Estados u organizaciones regionales como la UE los que intentan paliar este drama humano.

Las grandes migraciones no son para nada un acontecimiento exclusivo de un área geográfica, como podemos ver con los Rohingya huyendo de Birmania en el sudeste asiático, ni novedoso para que pueda sorprendernos, de hecho es el fenómeno que permitió a la especie humana poblar el planeta. Pero en el entorno europeo, y por diferentes causas que citaremos más adelante, ha adquirido un carácter desgarrador, trágico.

Desde hace aproximadamente una década hemos visto desesperadas escenas migratorias y de tráfico de seres humanos desde la valla de Melilla, pasando por pateras en Canarias o en nuestras costas de la Comunitat en lo que concierne a España, y en lo que respecta al resto de Europa, y desde hace no llega a un quinquenio en el canal de Sicilia y el paso de Caláis, y en poco más de un año en el mar Egeo y la península de los Balcanes. Las cifras del FRONTEX, Agencia de Fronteras Externas de la Unión Europea, son harto elocuentes, desde enero a julio de este año el número de inmigrantes/refugiados ha ascendido a 340.000, de los cuales en julio entraron en Grecia 49.550, pero además y sólo en las dos últimas semanas de agosto a través de las fronteras de ese mismo país han llegado más de 30.000, por lo que el fenómeno va en continuo aumento, estando a estas alturas del año en 500.000.

El enfoque de esta auténtica crisis humanitaria debe ser múltiple, integral, dado que tiene países originarios, generalmente en situación de Estados Fallidos, unos países de tránsito donde por interés, incapacidad o conveniencia miran hacia otra parte, para finalizar en unos países destinatarios donde en muchas ocasiones no existen suficientes infraestructuras para la acogida, ya sea por motivos económicos (la crisis) o políticos (populismos). Sí obviamos la perspectiva multifactorial, sólo haremos un tratamiento sintomatológico, y se producirá un efecto bola de nieve y cada vez serán peores las consecuencias y más complicadas las soluciones.

El primer responsable que debe decidir y ocuparse sobre los destinos de un país son sus propios ciudadanos, después serán los países vecinos los más interesados en su estabilidad los cuales a su vez se integran en organizaciones internacionales de carácter regional que también tendrán que ocuparse de los posibles conflictos en su área, para finalizar en la Comunidad Internacional pues estos dramas adquieren tal tamaño que afectan a la humanidad entera. Estos anillos de responsabilidad, Nacional, Vecindad/Regional e Internacional corresponden, en muchos casos, con las tres etapas de estos auténticos éxodos.

Focos, tránsito y destino, son las tres etapas que deben ser tratadas de forma conjunta y combinada para intentar contener y paliar esta auténtica marea humana, que ha visto en Europa el remedio a sus problemas, de vida o muerte muchas veces; lo cual nos debe hacer reflexionar además, ahora que algunos ponen en duda nuestro Estado de Derecho y Régimen de Libertades, que es nuestra Civilización la que atrae a personas que huyen de otras culturas o conflictos, y no al revés, y por lo tanto debemos de preservarla y defenderla de riesgos y amenazas.
En primer lugar, los principales focos están relacionados con los conflictos existentes o que han existido en el entorno europeo como son los de Siria, Libia o Kosovo, o con profundas crisis como Albania. También, y en un segundo anillo geográfico, Afganistán, Eritrea, Somalia, Pakistán o, en menor cuantía el Sahel; siendo en este último año el gran motor de este autentico éxodo la huida del Estado Islámico (ISIS). La solución para frenar la salida desde estos países es clara, aunque muy difícil, consiste en estabilizarlos y acabar con las guerras, en las que la elección del mal menor prima en muchas ocasiones sobre otros factores, y hay que tener mucho cuidado con las aventuras o intervenciones y aplicar los anillos de responsabilidad citados anteriormente.
En la segunda etapa, el tránsito, los países receptores en primer lugar de estas personas que huyen de la muerte, deben intentar atenderles con el apoyo de organizaciones internacionales, ya sean regionales o globales como ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados que desde hace décadas instala campamentos en estas situaciones para que no caigan en la desesperación y en las redes del tráfico de personas, traficantes que muchas veces inducen o provocan situaciones dramáticas para sacar provecho.
Finalmente el destino, Europa, moderno el Dorado, donde es muy complicado que en asuntos exteriores la UE tenga una única voz, y ya sea por humanidad (lo principal), por seguridad o por mantener la estabilidad, debemos ser responsables para organizar este fenómeno que no sólo llama a nuestras puertas, si no que está dentro de casa, y que puede tener negativas consecuencias no sólo para los pobres afectados que ya las sufren y de que manera, sino en nuestras sociedades en forma de populismos y radicalismos, pues no quiero pensar en que los "malos" (que los hay y cortan cabezas) lo estén aprovechando para crear un caballo de Troya.