VALENCIA. Sobre el patrimonio se fundan los países. Sus restos, su presencia y su uso, y sus costumbres como comunidad actualizan el relato de una historia siempre en marcha y de una identidad siempre en construcción. Porque país, historia e identidad son conceptos sobre los que toda generación está llamada a debatir. Y a cuestionar. Y sobre todo a decidir.
¿Qué hacemos con el patrimonio? A partir de Sagunto se podría contar el país en sus tres últimas décadas o en sus veintitrés últimos siglos. Sin embargo, los últimos treinta años han sido decisivos para el porvenir de los 2300 años anteriores. Y ha proporcionado ejemplos que toda política cultural debería proscribir para siempre.
TEATRO ROMANO. PARA QUÉ QUEREMOS RUINAS
Cuentan que en el siglo XIX el teatro romano de Sagunto era una montaña jalonada de pedruscos por donde subían y bajaban los vecinos del casco histórico. Ruinas. Solares. Las piedras servían de pared para las casas, el recinto lo atravesaban los caminos y los animales. La estética romántica sublimó estos lugares abandonados precisamente por su condición de tiempo eterno y de plenitud perdida: París y Londres eran la modernidad prostituida; Grecia y Roma, el sueño de un esplendor incontestable para el hombre. Pintores como William Turner, Caspar David Friedrich o Thomas Cole retrataron esa belleza de lo perdido.
El teatro romano de Sagunto alcanzó el siglo XX de la misma manera. Sin embargo, la estética romántica daría paso a la pregunta pragmática: ¿para qué queremos ruinas? La misma cuestión se plantearon en Mérida, Tarragona, Cartagena, Taormina, Siracusa, Pula, Orange, Epidauro, Verona, Catania, Vicenza, Trieste, Roma o Atenas. Y cada ciudad escogió su camino.
El camino saguntino no se presentaba nada fácil, dado el deterioro aberrante del teatro y los litigios que le siguieron tras el proyecto de rehabilitación planteado por Giorgio Grassi y Manuel Portaceli en 1986. La historia judicial, larga y tortuosa, terminó en el año 2009 cuando la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Sagunto decretaron la imposibilidad de reformar de nuevo el teatro para devolverlo a un imaginario estado original. Pero hasta entonces, un reguero de demandas, sentencias y recursos habían dejado en el aire el proyecto de rehabilitación del teatro.
El argumento principal de la polémica apuntaba hacia la superposición de materiales sobre la piedra original en la grada o la construcción de partes ya inexistentes en el recinto, como el frente escénico. El Partido Popular, con el diputado Juan Marco Molines a la cabeza, arremetió contra el proyecto de Grassi y Portaceli por considerarlo una agresión al patrimonio y demandaba la vuelta al estado "original". Con el tiempo y una vez en el poder, el PP se desvinculó de los vericuetos judiciales, pero el abogado Marco Molines persistió hasta que el Tribunal Supremo le dio la razón y dictó sentencia: el teatro romano, en pleno funcionamiento, debía ser demolido para volver a ser ruinas y preservar las ausencias de la historia.
Fue entonces cuando en 2009 la Generalitat recurrió el disparate de la demolición y el TSJCV aceptó. Por su parte, Marco Molines presionó a su partido para que, al menos, lo nombrara miembro del Consell Valencià de Cultura, algo que por fortuna no llegó a ocurrir. El sainete personal del abogado continuó al margen de lo teatral y en 2014 fue condenado a un año de prisión por apropiación indebida de 12.805 euros de unos clientes. Miserias de este mundo.
¿Para qué queremos ruinas? Y esa pregunta esconde muchas otras. ¿Museo o teatro? ¿Exhibición o uso? ¿Espacio de almacén y de conocimiento (en el mejor de los casos) o espacio de creación y de arte vivo? ¿Devolverle a ese espacio lo que quede de su aspecto auténtico o devolverle la función para la que fue levantado? Todos esos dilemas se planteaban en la polémica saguntina, porque los conceptos de "restauración" y de "rehabilitación" eran distintos, y demasiado complejos quizás y demasiado importantes para ser resueltos por vía judicial.
Quizás esté siendo demasiado generoso, o demasiado equidistante, que es una forma más de ser injusto. El PP (o su diputado Marco Molines) nunca plantearon proyecto alternativo, ni siquiera el museístico; sencillamente, plantearon la demolición de las nuevas estructuras en concepto de "reversión" o "recuperación", por lo que en este artículo tomaré la "Opción A - Museo" como posibilidad nunca planteada.
La apuesta por un teatro y no por un museo (insisto: hipotético) fue una apuesta por la función teatral, más que por la observación del patrimonio, y un resorte para la reactivación de la actividad teatral en la Comunitat. Una apuesta por el arte vivo, aun a costa de violentar (por cierto, con criterios técnicos) aquellos pedruscos abandonados.
En el largo camino para volver a ser teatro, Ayuntamiento y Generalitat acordaron promover el festival Sagunt a Escena, que en verano de 2015 está celebrando su 32ª edición. Sagunt a Escena fue la confirmación del acierto del proyecto de rehabilitación de Grassi y Portaceli, dada la extraordinaria acogida entre el público y la continuidad de su programación hasta nuestros días. No obstante, este festival ha sufrido muchos altibajos especialmente en los últimos años con el descenso de cuantitativo y cualitativo de las representaciones, pero eso ya lo explicamos en su momento al hablar del posvalencianismo. Por fin, la ruina no significaba abandono, sino todo lo contrario.
LOS ALTOS HORNOS. CIUDAD FANTASMA
En el año 2007, el festival de Sagunt a Escena celebró su inauguración con una adaptación del clásico de Mary Shelley: el terrorífico Frankenstein. Para ello, escogió el escenario más apropiado: los chalés de la Ciudad Jardín y el entorno de la Gerencia de los Altos Hornos del Mediterráneo. Una ciudad abandonada tras la desmantelación de la industria siderúrgica durante la reconversión de los años 80 y jamás reutilizada de facto como lugar industrial o patrimonial. La noche del 12 de julio de 2007 con el montaje de Frankenstein supuso un paréntesis entre la nada de entonces y la nada de ahora.
Los empresarios Ramón de la Sota y Eduardo Aznar llegaron a Sagunto para fundar la Compañía Minera de Sierra Menera y la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo en los años diez y veinte del pasado siglo, y con ella todo un pueblo: el Puerto de Sagunto. Para albergar a los trabajadores cualificados crearon unas instalaciones dentro del recinto fabril, recreando el estilo arquitectónico neovasco que remitía al origen de la empresa. Una rareza en el Mediterráneo. Así surgieron los Altos Hornos de Sagunto y una historia de lucha obrera que terminó con el cese de toda actividad en 1984. Sin embargo, el fantasma de la historia permaneció a las faldas del castillo y esperando a orillas del mar, del puerto, tiempos mejores.
Los tiempos mejores para los Altos Hornos de Sagunto nunca llegaron y los pocos que llegaron se desvanecieron entre el fasto, la corrupción y la podredumbre política de apellido Zaplana. El antiguo President de la Generalitat trasladó el proyecto de la Ciudad de la Luz a tierras alicantinas e ideó para Sagunto (sede del proyecto primigenio) un proyecto alternativo: la Ciudad de las Artes Escénicas.
A vista de 2015, el paisaje después de la batalla es desolador y nos devuelve a una imagen de ruina total. Los hitos recopilados por Carlos Aimeur son, en efecto, delirantes.
Uno: nunca se llegó a crear tal Ciudad de las Artes Escénicas como anunció Zaplana en el año 2000.
Dos: el único recinto restaurado fue La Nave, con un coste total de 27 millones de euros, y con un coste de mantenimiento actual de más de 8.000 euros al mes.
Tres: el resto del complejo fabril siguió abandonado y no recibió ningún tipo de inversión ni se practicó ningún tipo de intervención (a excepción de la adaptación de Frankenstein).
Cuatro: La Nave participó en tres ediciones de Sagunt a Escena como espacio teatral (2007-2009) hasta que la entonces Consellera de Cultura, Trini Miró, decretó su cierre en 2010 y pasó a usarse como almacén de material escénico.
Cinco: durante los años en que el proyecto estuvo vigente hubo un montaje de Irene Papas y Jürgen Müller de "Las Troyanas" (2,34 millones de euros), una escenografía de Santiago Calatrava (aparcada durante 4 años en Roma), un proyecto de teatro al aire libre, Alfa Hélix, diseñado por el arquitecto griego Manos Perrakis (6 millones de euros), su correspondiente maqueta presentada en ARCO (600.000 euros); hoy no queda absolutamente nada.
Seis: el plan de construcción de un Campus de las Artes Escénicas presentado en 2006 por el Ayuntamiento de Sagunto y la Generalitat con un presupuesto de 23 millones de euros tampoco se llevó a cabo.
Siete: en 2014 la Fundación de las Artes Escénicas, encargada de gestionar los diferentes proyectos en los Altos Hornos, se disolvió y dejó al Consell una deuda de 25 millones de euros.
En la actualidad, el único edificio restaurado de los Altos Hornos está cerrado y el único espacio utilizado son las explanadas anejas a La Nave para los conciertos del MBC Festival. El resto, tras muchos nombres, muchos proyectos y mucho dinero , sigue abandonado.
Sagunto ha sido la excusa para quemar cantidades millonarias de dinero público. Su patrimonio ha sido la coartada para desarrollar una política cultural literalmente vacía: nada existe de lo prometido y lo que existe está inutilizado. Más que de sensibilidad o de visión, la gestión del patrimonio en el Puerto de Sagunto ha sido una cuestión de decencia.
Las responsables Consuelo Císcar, Inmaculada Gil-Lázaro, más los honorables Eduardo Zaplana, José Luis Olivas o Francisco Camps, pudiendo haber rehecho el país, han pasado ya a la historia del derrumbe valenciano como sus principales promotores. Sus nombres forman parte de los escombros. Sin embargo, el complejo fabril de los Altos Hornos sigue pidiendo a gritos un proyecto que lo rescate del abandono y de ese mal sueño del que acaba de despertar.
Sagunto contiene en sí la historia de los últimos 30 años de la Comunitat o de los últimos 2300. Habiendo acaparado parte de los males de la política cultural valenciana, nos puede deslumbrar en un futuro próximo con gran parte de las virtudes que están por venir. Tiene todas las condiciones para ello.
el artículo es bueno.Un repaso bueno y justo de lo que somos.
Magnífico artículo.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.