BOLONIA. Al comienzo del acto III, el pintor Mario Cavaradossi aparece en escena solo y en penumbra. Está amaneciendo por entre los barrotes del Castel Sant'Angelo, donde está prisionero, y empieza a cantar esperando el sol y, a la vez, su muerte. Recuerda el tiempo de amor vivido al lado de Floria Tosca, pero sobre todo rememora los días imposibles que, aún en su juventud, le robará en esa misma jornada la condena a muerte que ha dictado el tirano Scarpia contra él.
La melancolía del "E lucevan le stelle, ed olezzava la terra..." da paso a la desesperación más furibunda "e muoio disperato, e muoio disperato..." para acabar el aria (un aria menor, según entendía Puccini) con una declaración descorazonadora: "non ho amato mai tanto la vita". Y nunca he amado tanto la vida, como es costumbre. Ni vive Puccini ni vive Pavarotti, pero Tosca todavía puede verse temporada tras temporada en los teatros italianos.
Porque un clásico fundamentalmente es eso, algo que se puede ver.
Dirán que un clásico representa el espíritu nacional o el espíritu de un tiempo. Dirán que un clásico lo es porque admite actualizaciones, versiones y revisiones en diferentes espacios y diferentes tiempos. Dirán que si el conflicto universal. Dirán que si la estética más sublime. Emocionante. Pura, o lo que sea. Dirán muchas cosas, pero fundamentalmente un clásico lo es porque lo podemos ver. Y nosotros, valencianos, ex-valencianos (posvalencianos), estamos huérfanos. Hemos abandonado la épica y hemos acabado gestionando nuestro patrimonio y nuestra cultura como quien rebusca entre los despojos después de la batalla, como quien presupuesta aeropuertos después de la bancarrota, como quien saca facturas de los cajones después de la troika. El futuro era esto: la ruina.
LA RUINA Y LA VULGARIDAD
Gran Bretaña celebra este año el 450º aniversario del nacimiento de William Shakespeare, y lo hace con toda una programación con obras de teatro, exposiciones y conciertos que recorrerá a lo largo de estos 12 meses distintas ciudades del Reino Unido, y cuyos montajes exportará al mundo durante los próximos dos años. Porque un clásico también se vende. Y a Hamlet lo hemos visto mil veces con la calavera en la mano pasando del dolor a la ira, y de las ganas de morir a las ganas de matar.
Ser o no ser, de eso se trata.
En 2014 las letras hispanas celebrarán los centenarios de Octavio Paz, Julio Cortázar o Nicanor Parra, entre otros. Institucionalmente se conmemorarán los aniversarios y serán México, Argentina o Chile los que se encarguen de gestionar sus mitos y llevarlos al gran público, que es quien conserva realmente la tutela de sus escritores. Pero, dejando a un lado lo inconmensurable, ¿qué hacemos nosotros con nuestras leyendas? O firmamos nuestra renuncia, o convertimos las extraordinarias ruinas de un teatro romano en un karaoke. Con perdón.
2014 y el Festival de teatro de Sagunt programa en la sede principal un musical sobre Nino Bravo. El posvalencianismo ya está aquí. Y no seré yo quien escriba en contra de Nino Bravo ni de su música, pero sí contra el "posninobravismo", es decir, contra la reconversión kitsch de la música ligera (los primeros rockeros) y contra la elevación a categoría identitaria de Noelia, Noelia, Noelia, Noelia, Noelia.
Ser valenciano, desde ciertas ópticas, parece reducido a escuchar El Picú con obstinación, María Abradelo incluida. Como si Canal 9 continuara existiendo. El posvalencianismo (perdón por la teoría) era eso: era un huerto alegre cuajado de flores en el Palau de la Música, o de otro modo, evitar el síndrome postraumático ignorando el trauma, la tragedia y Paco Camps, y en fin, convertir en "auténtico" lo que no debería pasar de "anecdótico", "ligero", "bonito" o "escuchable". Y hablo de Nino Bravo.
CONTRA NINO BRAVO
Tiene casi veinte años y ya está cansado de soñar.
Un clásico es algo maleable por los tiempos y las costumbres. Lope de Vega, nuestro William Shakespeare multiplicado por cuatro, era un dramaturgo vulgar en su siglo. Conflictos aparte, defendió contra muchos un teatro popular, mientras que hoy en día se considera que su teatro representa precisamente lo contrario, un ejemplo de alta cultura. El circuito, la intercesión de instituciones oficiales y en definitiva todo lo que envuelve la obra de arte, desde la promoción hasta la recepción de la obra por parte del público, determina la consideración última del objeto artístico.
De día viviré pensando en tu sonrisa, de noche las estrellas me acompañarán. Y no es lo mismo "cultura popular", algo extraordinario, que "vulgaridad". Ni de lejos. ¿Desde cuándo la cultura popular se encierra en un recinto y se venden entradas a 40 euros?
Colocar, no a Nino Bravo, sino un musical de Nino Bravo en el teatro romano de Sagunt significa abandonarse culturalmente. No por el hecho en sí, sino por la ausencia de contrapeso. ¿Adónde van los esfuerzos institucionales si un revival se eleva a categoría de espectáculo estrella? Insisto, el problema no es el musical (larga vida a sus profesionales), sino el vacío que supone el resto de la programación.
Un clásico puede serlo por muchas razones, pero hay una fundamental: un clásico no impide que crezcan nuevos mitos y nuevas leyendas. Nuevos entes culturales que conecten la subjetividad individual con cierta concepción sincrónica del tiempo y, en consecuencia, del espacio. Dicho así parece complicado y no lo es: cultura que sintamos como propia, algo que nos defina.
Mi tierra tiene su voz, que ruge si se la encierra. Y la Generalitat la está encerrando (o enterrando) con revisitaciones de los años 70. El posvalencianismo era eso exactamente: negar el presente como modo de nadar entre el fango.
Buenas tardes: vaya por delante que Nino Bravo fué único pese a los que han tratado de imitarlo.Dicho esto. TIENE UD RAZÓN en su explicación.Creo que, este Pais Valenciano tiene bastante "stock" cultural como para presentar en un lugar como Sagunto.-Otra cosa es que nos pongamos a "rizar el rizo"(¿es con z no?) ¿donde han dejado la imaginación que solo pueden recurrir a Nino Bravo? Un saludo Alejandro Pillado Marbella 2014
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