VALENCIA. Entre los objetivos estratégicos fijados por la Comisión Europea para el año 2020 está que cada país miembro de la UE alcance una tasa de participación en la educación y formación de adultos (población de 25 a 64 años) del 15%. Tal como mostró la Agenda de Lisboa, estos objetivos no se suelen alcanzar, pero tienen un interés básico: recordarnos a qué distancia estamos de los que lo hacen bien o muy bien, y preguntarnos cómo lo hacen.
Esta tasa de participación de referencia se obtiene de las respuestas a las preguntas sobre participación en actividades de aprendizaje (formales o informales) en las Encuestas de Población Activa. Los últimos resultados publicados por Eurostat son los del año 2013 y se muestran en el Gráfico 1 en las columnas de color azul. Como ven nos situamos aún a unos 5 pp del objetivo, aunque estamos en la media europea.
La cifra del 15% es probablemente un objetivo como cualquier otro y muy discutible. En primer lugar, por la fuente que utiliza (que define la participación como la asistencia a unos cursos en las últimas cuatro semanas). Otras fuentes como la Adult Education Survey (AES) y el PIAAC se basan en un período de 12 meses, y claro alcanzan valores superiores). No parece suficiente información para compararnos con Dinamarca, o cualquier otro país escandinavo, o incluso con otros países que se encuentran por encima de nosotros independientemente de los datos que se utilicen. Estamos en la media, bien. ¿Pero es para estar contentos? Evidentemente, no. Por varios motivos.
El primero, y más evidente. Nuestro retraso educativo y en términos de competencias básicas de nuestra población es grande, por no decir enorme, así que bien nos podríamos preguntar en qué se están formando los adultos de los países que nos superan y tienen además mayores y mejores competencias cognitivas. Simplemente recordemos nuestra posición relativa en competencias en matemáticas y comprensión lectora con los datos del PIAAC o nuestras deficiencias en materia de idiomas (según la AES) o de conocimientos informáticos (según las Estadísticas sobre Sociedad de la Información de Eurostat).
MALAS SEÑALES DE LA RECESIÓN
El segundo hecho que me hace ser pesimista se refiere a la evolución reciente de las tasas de participación en el aprendizaje permanente. Acabamos de pasar por una de las recesiones más largas y profundas de nuestra historia reciente, sin embargo, según la EPA, las tasas de aprendizaje permanente parecen haberse mantenido prácticamente inamovibles desde el año 2007 hasta el 2014. Los cambios en la composición de la población (con más personas de educación superior) deberían haber elevado la media, y el aumento del paro de larga duración también debería haber ido en esta dirección. Debería haber sido una buena oportunidad para el reciclaje y para mejorar las competencias de nuestros desempleados, pero como se puede ver en el Gráfico 4, no lo fue.
Los recortes tan sustanciales en los presupuestos destinados a la formación no reglada seguramente han influido en la menor participación de los desempleados en actividades formativas no regladas. A cambio, si que parece haber aumentado ligeramente la participación en la formación reglada, pero no lo suficiente.
Estos datos no coinciden sin embargo con los que proporciona el Ministerio de Educación, según los cuales los alumnos matriculados en educación de adultos se habrían reducido en un 25% desde el curso 2010-2011, después del aumento significativo que se produjo desde el inicio de la crisis. Este mismo aumento se produjo en la enseñanza formal que también cesó de aumentar en ese mismo curso, recayendo incluso ligeramente. Claro que son datos en niveles, no tasas, pero estas caídas por ejemplo no vienen explicadas por la disminución de alumnos extranjeros, en especial en la formación no reglada.
En definitiva, mientras que podíamos esperar un aumento en la formación durante la recesión, se ha producido todo lo contrario, un fenómeno que, según la EPA europea, se produjo sin embargo en muchos países europeos durante este mismo período. En especial en los países que se sitúan por encima de España en el ranking europeo, excepto en el Reino Unido.
Además, en todos estos países el aumento se ha producido esencialmente en la formación no reglada y es precisamente en ese tipo de formación donde se producen las mayores diferencias con España, aunque con los países escandinavos y Holanda las diferencias también son notables en la formación no reglada.
El tercer hecho que también me choca sobremanera y me hace ser muy pesimista aparece ilustrado en el siguiente gráfico.
Lo pueden encontrar en un informe reciente de Eurydice. En rojo vienen los países que tienen algún tipo de programa al margen de la educación inicial dirigido a que los adultos puedan adquirir un conjunto de competencias básicas (de comprensión lectora, matemáticas y otros contenidos como la informática). El gráfico parece claro: no hay plan.
Los programas a los que se refiere este gráfico no están vinculados con los estudios iniciales, y tienen una línea de financiación propia. No son programas destinados únicamente a combatir el analfabetismo digital, ni tampoco van orientados a alfabetizar a los inmigrantes en el idioma nativo.
Bien es cierto que como reconoce el propio informe, algunas CCAA si tienen programas de este tipo, pero no que exista un plan integral que no consista en la vuelta a la enseñanza inicial formal, con accesos a sus distintos niveles y pruebas para la obtención de títulos.
En cualquier caso, los programas de las CCAA tampoco tendrían gran alcance. En la última EPA del 2014, aparecen 4,2 millones de personas adultas de edades comprendidas entre los 25 y 64 años que no consiguieron finalizar los estudios correspondientes a una primera etapa de secundaria (lo que hoy denominamos ESO). De estos, sólo una proporción muy modesta (raquítica?): 3,5% realizaba algún tipo de curso, ya sea en el sistema reglado (1%) o en el no reglado (2.5%).
Dirán ustedes que muy probablemente el grueso de este colectivo sean personas de edad avanzada, generaciones que tuvieron muy bajas tasas de escolaridad, o incluso procedentes de otros países con sistemas educativos menos avanzados. Esta no sería excusa suficiente, y aún así, 850 mil personas nativas menores de 45 años estarían en esta situación. De estas, sólo un 6% ( 3 en la reglada y otro 3% en la no reglada) estaba adquiriendo algún tipo de formación a finales del 2014.
La mayoría de los programas de los país en rojo en el gráfico anterior se imparten como formación no reglada, aunque varios países los reconocen en sus sistema de cualificaciones. En la mayoría de los países estos programas están al cargo de los ministerios de educación, pero en otros son considerados como parte de las políticas activas de empleo como programas de competencias claves para el empleo (como es el caso de Francia en el que el 90% de los participantes en el programa de competencias son desempleados). En Noruega, el programa de competencias básicas para la vida laboral se orienta a los empleados en cooperación con los empleadores.
Hace un mes se publicó el RDL 4/2015 sobre reforma urgente del Sistema de Formación Profesional para el Empleo en el ámbito laboral. Es este otro de los pilares del sistema de aprendizaje permanente. En la segunda parte de esta entrada comentaré cómo queda finalmente esta reforma, mientras ojalá esta entrada pueda servir de algo a quienes la debaten hoy en el Congreso.
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