VALENCIA. Los bienes libres se enseñan en la primera lección de economía, son los que no tienen dueño ni producción. Los contrarios son los bienes escasos, los económicos. En otra liga juegan los bienes prohibidos, los que están al margen de la ley.
Un futuro economista estudia, lógicamente, los bienes económicos, y si conoce algún modelo de mercado ilegal será en forma de fábula teórica. El crimen no es simpático, así que los economistas no tratan la inelasticidad de mercados de drogas o el equilibrio de precios en lupanares. Los asuntos espinosos se dejan para los abogados. En algún momento alguien debió de pensar que las cosas podían cambiar y que el cuadro de mandos de la política económica podría tener miras más amplias. Y qué mejor momento que una crisis económica contumaz.
La historia recoge actividades prohibidas -en otro tiempo plenamente legales- con una gran importancia económica. La esclavitud, por ejemplo, fue una de las atrocidades más lucrativas ocurridas durante la historia humana. ¿Eran los esclavos «bienes» económicos? La economía busca la asignación óptima de los recursos escasos. Recursos que se demandan y producen mediante la aplicación de capital y trabajo. Históricamente, el trabajo fue realizado por las buenas a cambio de dinero o, forzosamente, mediante latigazos. Ver juntos economía y latigazos hace pensar en ética, y si economía y ética tienen mucho o poco que ver. Sabemos que, pese a los esfuerzos de las empresas con sus estrategias de RSC (Responsabilidad Social Corporativa), la percepción popular relaciona inversamente la moralidad con los negocios.
Explica Fernando Savater que ética es el arte de vivir, el arte de discernir lo que nos conviene y lo que no nos conviene. Así que economía y ética compartirían casi una misma identidad: realizar las acciones correctas para nuestro bienestar y felicidad. ¿Cómo es que se sienten opuestas? Sin duda el nuevo Sistema Europeo de Cuentas Nacionales y Regionales (SEC-2010) que entró en vigor el pasado 1 de septiembre, no mejorará la percepción ética de la economía. El SEC-2010 es el nuevo estándar obligatorio de la UE para armonizar el cálculo de los indicadores económicos de los estados miembros.
Reformulaciones normalmente discretas que saltan a los titulares por un motivo sensible: desde ahora, determinadas actividades ilegales contarán para el cálculo del PIB. En concreto, el tráfico de drogas, la prostitución y el contrabando. Recordemos que el PIB no se calcula en sentido estricto, sino que se estima. La suma de productos y servicios resulta de imposible cómputo real de modo que se obtiene mediante complejas estadísticas que destilan una cifra: el Producto Interior Bruto, una cantidad tan mágica como el importe de matrícula del Colegio Hogwarts.
El PIB tiene lo suyo: es el indicador de referencia alrededor del cual giran los resultados y políticas de los gobiernos y la percepción de la marcha de la economía por los agentes económicos y los ciudadanos. Según el INE, prostitución y tráfico de drogas supondrían un 0,87% del PIB español. La contribución estimada de estas actividades ilícitas equivale nada menos que a 8.900 millones de euros. El cambio contable del SEC -que incluye variaciones en otras partidas como la I+D, o gastos militares- hace crecer el PIB de 2013 un magnífico 2,5%. La cosa promete. Este incremento instantáneo del PIB acercará el cumplimiento fijado para el déficit, descendiendo del 6,6% al 6,4%. El Banco de España ya ha comunicado que la deuda pública de 2013 pasa del 94,4% al 92,1% del PIB, simplemente porque el denominador es ahora mayor.
El argumento utilizado por las instituciones responsables del diseño y ejecución de estos cambios es que las actividades ilegales suponen un efectivo valor monetario de productos o servicios que no debe ser ignorado en el cómputo global. Por prudencia, sólo contarán aquellas que no supongan un daño para las personas, pero cuesta pensar que los delitos no causen víctimas, directas o indirectas.
Deben de calcular que su sacrificio contribuirá a reducir la prima de riesgo. Esperemos que los estados sigan persiguiendo la delincuencia, ésa que contribuirá al crecimiento del PIB de una Europa no necesariamente más rica pero ciertamente más cínica.
(Artículo publicado en el primer número de la revista Plaza de noviembre de 2014)
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