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"Solo hay algo más caro que formar a los profesionales de mi empresa y que luego se marchen. Y es no formarlos y que se queden para siempre"

VALENCIA. Desde tiempos inmemoriales ha existido un debate permanente en nuestras empresas en relación a si la formación interna, la que una empresa facilita y paga a sus profesionales, es un gasto o, por el contrario, hay que considerarla una inversión. No me atrevería a decantarme por cuál de los dos grupos de empresas es mayor, si las que actúan sobre la premisa de que la formación interna es un gasto, o las que actúan considerándola como una inversión. Seguramente es un debate cíclico que se decanta en un sentido u otro en función del momento económico. En tiempos de escasez como los que nos toca vivir, son muchas empresas las que han recortado los fondos destinados a la formación.

Los recursos, el conocimiento, la tecnología están al alcance de casi todas las empresas. En la era de la información y la conectividad, cuando los avances tecnológicos cada vez llegan más rápido y a un menor coste a todos los rincones, la era en la que los ciclos de maduración de los productos y las innovaciones son cada vez más cortos, parece incuestionable que la mejor fuente de diferenciación radica en las personas que integran una compañía, en su talento y en su capacidad de innovar, de adaptarse, de tomar decisiones, de desarrollarse, etc.

Antes este escenario, ¿cómo vamos a dejar de invertir en desarrollar ese potencial inmenso que es el talento de nuestros profesionales?

Resulta inaudito que todavía existan directivos y empresarios que, a estas alturas, se inclinen por escatimar recursos en mejorar y desarrollar las habilidades y los conocimientos de sus empleados, en capacitarlos para hacerlos más competitivos y más adaptativos. Me cuesta creer que prefieran que sus empleados se perpetúen en la ignorancia, el desconocimiento o la incapacidad.

Apostar por la formación y el desarrollo continuo de nuestros profesionales, como una de las mejores inversiones que podemos hacer por el futuro de nuestra empresa, implica diagnosticar con detalle las necesidades que tenemos en la materia, planificar las acciones formativas con rigor, buscar las mejores alternativas del mercado, asegurar que los nuevos conocimientos y habilidades se aplican y se comparten en la organización, y calcular el retorno de la inversión en el negocio.

Y es que, efectivamente, el mercado de la formación está viviendo su revolución particular, con innovación constante en sus enfoques y metodologías; la formación online, la gamificación, el storytelling, los webinars, el blendedlearning, la formación vivencial (en la cocina, en un barco, con caballos o sin ellos), y un largo etcétera.

Saber seleccionar el enfoque y la metodología de la formación más adecuada para nuestra empresa, e identificar la alternativa de mayor calidad en el mercado, es fundamental para maximizar la inversión que vaya a realizarse.

Por eso, desde Deloitte hace muchos años que apostamos por facilitar a los empresarios, directivos y profesionales valencianos, una formación de la máxima calidad de la mano de Esade Business School, una de las escuelas de negocio de mayor prestigio en el mundo. Y es que los directivos valencianos tienen la opción de cursar el PLD- Programme for Leadership Development, con el mismo claustro de profesores que en Madrid o Barcelona, pero en la ciudad de Valencia.

Y para contraargumentar lo que muchos puedan estar pensando, recuerden que solo hay algo más caro que formar a los profesionales de mi empresa y que luego se marchen. Y es no formarlos y que se queden para siempre.
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* Ricardo Díaz-Sánchez es socio de Human Capital Deloitte