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OPINIÓN / 'NADA ES GRATIS'

Las Juntas Tóricas de España

JESÚS FERNÁNDEZ VILLAVERDE. 25/10/2014

VALENCIA. En las últimas semanas he escrito varias entradas en las que comentaba, con preocupación, los errores que uno aprecia en muchas cosas en España, desde Rajoy inventándose las cifras de crecimiento relativo de nuestro país al Ministerio de Industria no siendo capaz de colgar una nota de prensa.

Es tentador pensar, como varios de nuestros queridos lectores señalaron en los comentarios (Hazel y Joan), que estos errores no dejan de ser anécdotas triviales sin mayores consecuencias. No es esta mi opinión. Aunque desafortunadamente carezco de datos más concretos (Luis Garicano y yo hemos pensado en como encontrarlos sin éxito por el momento), creo justificado asumir que estos errores ocurren con más frecuencia en España que en países más ricos.

En mi vida académica, por ejemplo, he viajado a docenas de países y trabajado con muchísimas instituciones académicas y empresas. Aunque siempre hay casos mejores y peores en cada país, tratar con instituciones académicas o empresas españolas supone que las tasas de errores que hay que subsanar (o aguantarse con ellos) suele ser más alta. Por mera casualidad mientras escribía esta entrada Luis Garicano me envió este enlace sobre la experiencia de un conductor en España con varios garajes y, en un descanso, tuve que visitar la página web de una universidad española para comprobar una dirección de correo y su servidor estaba caído.

Pero la verdadera razón, mucho más convincente que mis anteriores observaciones asistemáticas, es un ejemplo de inferencia indirecta: la hipótesis de que los errores en la producción de bienes y servicios ocurren con más frecuencia en España que en países más ricos nos ayuda a entender de manera parsimoniosa y elegante muchas observaciones de nuestra estructura económica.

Para ello voy a emplear un precioso trabajo de Michael Kremer, llamado The O-Ring Theory of Economic Development.

EL ACCIDENTE DEL CHALLENGER

El título del artículo viene del accidente del Challenger en 1986. Debido al frio en la madrugada anterior al lanzamiento, una de las juntas tóricas (O-Rings) del cohete acelerador sólido derecho falló y causo la destrucción del transbordador. Un complejísimo programa, con miles de componentes y trabajadores, sufrió un daño profundo y causó la muerte de unos astronautas por culpa de un elemento muy menor del mismo.

Kremer argumenta que este fenómeno de las juntas tóricas es más general. En concreto, Kremer postula una tecnología de producción en la que el capital se combina con un número de tareas para producir un bien final. Una tarea para producir un coche, por ejemplo, es poner las ruedas y otra tarea es pintarlo. Cada una de estas tareas se puede realizar correctamente o con errores. Si la tarea se completa con un error, el precio del bien cae. Uno puede pensar en la calidad de un trabajador como el porcentaje de veces que la tarea se completará correctamente y el bien puede ser vendido (o, equivalentemente, como el porcentaje de perdida de valor del bien que ocurre de media por cada tarea realizada).

En este mundo, la estructura productiva de un país se divide entre empresas de alta calidad, que fichan a trabajadores que completan sus tareas con menos errores, y empresas de baja calidad, que fichan a trabajadores que completan sus tareas con más errores. El capital productivo se concentra en el primer tipo de empresas, lo que magnifica el efecto en la productividad de la diferencia del tipo de trabajador.

Este sencillo modelo (la descripción completa se encuentra, entre otros muchos sitios, en mis notas de clase aquí; dado que no tengo limitaciones de espacio a las que el editor probablemente sometió a Kremer, yo soluciono explícitamente por el nivel de producción y substituyo todos las variables endógenas en mis expresiones) tiene un rico conjunto de predicciones empíricas:

1) Pequeñas diferencias en la distribución de calidad de los trabajadores entre países lleva a grandes diferencias en el nivel de producción. Estas diferencias son mucho más grandes que las que tendríamos en un modelo de crecimiento neoclásico ya que cantidad de trabajadores no puede sustituir a la calidad de los mismos. Esta predicción del modelo explicaría el porqué España, teniendo ya mucho capital físico, sigue produciendo menos que otros países avanzados y nuestra productividad no crece: completamos las tareas de manera incorrecta un porcentaje más alto de veces.

2) Pequeñas diferencias en la distribución de calidad de los trabajadores entre países llevan a grandes diferencias en sueldos medios y mayor desigualdad salarial. Esta predicción del modelo explicaría el porqué España tiene sueldos medios bajos y mucha desigualdad salarial en comparación con otros países más ricos.

3) Pequeñas diferencias en la distribución de calidad de los trabajadores entre países llevan a grandes diferencias en el tamaño y productividad de las empresas. Esta predicción del modelo explicaría el porqué España tiene una economía muy dual, con unas pocas empresas grandes muy productivas y muchas empresas pequeñas, a menudo de poca productividad. No es que en España no haya buenas empresas, es que nuestra mala distribución de calidad de nuestros trabajadores solo nos permite tener un número reducido de empresas de alto valor añadido y estas no son suficientes para tirar del resto del país.

4) Pequeñas diferencias en la distribución de calidad de los trabajadores entre países llevan a grandes diferencias en la complejidad de los bienes producidos y en el valor añadido de los mismos. Esta predicción del modelo explicaría el porqué España tiene una economía muy concentrada en sectores como la construcción y el turismo, de menor complejidad en los bienes producidos y de menor valor añadido.

LA IMPORTANCIA DEL ESLABÓN MAS DÉBIL

Un punto clave de estas cuatro predicciones es la frase "Pequeñas diferencias en la distribución de calidad de los trabajadores..." Uno no necesita, en un mundo de juntas tóricas, que la mayoría de los trabajadores hagan las cosas mal, solo necesita que un porcentaje relativamente pequeño de ellos lo haga. Estamos sujetos a lo que en otros casos llamamos el eslabón más débil de la cadena. Y, de igual manera, uno no necesita que en otros países no se comentan errores: solo se necesita que la tasa a la que se cometen en España sea ligeramente más alta.

Pero, ¿por qué surgen estas diferencias en la calidad de los trabajadores? Kremer intenta endogeneizar la acumulación de capital humano (o el esfuerzo aplicado a completar tareas) y argumenta que, en mundos donde es difícil emparejar a los trabajadores con las empresas (por ejemplo, por problemas de información asimétrica), uno se puede encontrar en situaciones de equilibrios múltiples. En un equilibrio nadie se esfuerza en completar su tarea correctamente (o en acumular capital humano) porque nadie se esfuerza en completar su tarea correctamente. En otro equilibrio, ocurre lo contrario.

España puede encontrarse así atrapada en el equilibrio malo: como el porcentaje de ocasiones en el que las cosas se hacen mal es alto, nadie tiene incentivos a hacerlas mejor. Si yo me esfuerzo en el Ministerio por escribir un buen plan de industrialización y luego la oficina de prensa me lo va a colgar mal en Internet, ¿para qué esforzase?

De manera más especulativa, y saliéndome del trabajo de Kremer, aventuraría que dos razones importantes por las que estamos en este mal equilibrio son:

1) Nuestro mercado de trabajo, con su dualismo entre contratos temporales y permanentes, hace que muchos trabajadores se esfuercen (o se formen) menos: los temporales ya que en todo caso no se van a quedar en la empresa (este post de Luis lo ejemplifica de manera demoledora), los permanentes ya que saben que los costes de despido y los tribunales de lo social les aíslan de muchas consecuencias de sus acciones.

2) Nuestra falta de meritocracia (recordemos mi serie de "gente que fue presidente de cajas de ahorros en España") hace que muchos trabajadores se esfuercen (o se formen) menos. Si se va a promocionar a mi compañero por ser hijo del jefe/primo del político/sobrino del "liberado"/pelota del catedrático/etc. (y aquí tan culpables son unos como los otros en España) en vez de a mi por mi méritos, ¿para qué esforzarme?

El modelo de Kremer ilustra y justifica que las consecuencias de los errores que todos experimentamos en España sean mucho más severas de los que nos pensaríamos a primera vista. No, la nota de prensa del Ministerio de Industria no es una anécdota: es una manifestación de una enfermedad grave.
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Este artículo es una reproducción autorizada de su original en el blog Nada es Gratis

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