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VALENCIA. La iniciativa las dos universidades de la ciudad de Valencia más el CSIC de optar a campus de excelencia debe ser recibida con alegría por cuantos se preocupan por el futuro de la economía valenciana. Las universidades son el centro del conocimiento, además de la investigación básica, y sin su estrecha relación con la estructura productiva, hoy casi nula, no será posible el tan repetido como inconcretado cambio de modelo de crecimiento que la economía española, pero también y quizá sobre todo la valenciana, necesitan.

Además de intentar recibir jugosas subvenciones en esta época para restricción, esta 'unión temporal' de universidades, asociada a un fuerte componente mediático con ese slogan de 'VLC/Campus' al frente, puede ser considerada también como un intento de avanzar en la superación de la ignorancia mutua entre sociedad y universidades. Lástima que el intento vaya unido a las exageraciones chovinistas que por desgracia parecen obligadas en cualquiera de nuestras iniciativas. En este caso, por pretender convertirse en "uno de los polos de atracción de conocimiento más importantes de España y de Europa" cuando hoy su relevancia es muy modesta dentro del continente y estas cosas tardan decenios en conseguirse.

No obstante todo lo anterior, siguen pendientes aspectos básicos del funcionamiento de nuestras universidades sin cuya resolución todo lo que se dice pretender estará falto de la credibilidad debida. Por ejemplo, los estatutos de derechos y sobre todo de deberes de profesores y alumnos.

Afortunadamentete en el sistema de evaluación del profesorado de la UVEG ya se ha suprimido aquel cuestionario vigente hasta hace poco en que se le concedía al estudiante la capacidad para valorar si el profesor estaba al día en bibliográficía de la materia que impartía. Pero tanto en esta institución como en la Politécnica y más todavía en el CSIC, en donde no hay docencia, sigue pendiente la elaboración de un estatuto de este tipo que demuestre el compromiso real de las instituciones con el buen uso de los muy importantes recursos financieros que reciben de los contribuyentes en la forma de exigencia a sus miembros.

Para muestra sobra un botón aunque los haya a cientos: ¿Qué sistema de evaluación del profesorado están establecidos y cuántos de los miles con los que cuentan han sido sancionados por incumplir sus obligaciones? O ¿qué sucede en cada una de las universidades cuando los estudiantes copian y cuántos han sido sancionados por este motivo? Porque lo seguro es que no acaban juzgados y condenados por un juzgado penal como les ha ocurrido a los que han intentado fraudulentamente conseguir un carnet de transportista. Y sin embargo, cuando como estudiante Erasmus hacen lo mismo en una universidad extranjera la que sufre, y mucho, es la reputación de la universidad valenciana. Y cuando cientos de profesores no investigan absolutamente nada lo mismo. Tan ensimismadas aparecen ambas en su búsqueda de la excelencia que desprecian estas aparentes menudencias sin percatarse que las grandes instituciones se construyen desde los cimientos y no desde los tejados.