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OPINIÓN / 'PASABA POR AQUÌ'

¡Ay, J. M. K., cuánto te echamos de menos!

ANDRÉS GARCÍA RECHE. 14/09/2014

"PASABA POR AQUÍ"

Andrés García Reche

Profesor de Economía Aplicada. Universitat de València
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VALENCIA. Hay ciertos momentos en la historia de los pueblos en los que cunde la desmoralización por doquier en todas las capas sociales, y en los que el futuro se percibe como especialmente incierto. Es lo que ocurre en épocas de crisis económicas profundas o de cambios tecnológicos y sociales de gran calado, como ésta que vivimos desde hace unos cuantos años, una vez constatado por la mayoría de la población que la enormidad del golpe recibido dejará heridas profundas imposibles de curar a corto plazo.

Pero las causas de esa desmoralización generalizada no están únicamente en la crisis económica y en la desvergüenza de los dirigentes del sistema financiero global que la causaron, buscando desesperadamente el enriquecimiento a corto plazo, a costa de lo que sea, y olvidando, una vez más, que el capitalismo miope, cortoplacista y depredador es el principal enemigo de sí mismo.

Cuando, en plena Gran Depresión de los 30, la economía ortodoxa arremetía contra J. M. Keynes porque abogaba por un papel más activo del Estado en la economía, utilizando el gasto público como sustituto coyuntural de la demanda privada hasta que la tormenta hubiera pasado, sus principales portavoces le tachaban de socialista, cuando no directamente de aliado de los bolcheviques.

Hoy, con la perspectiva que dan los años, todos sabemos que el keynesianismo, matizado o sin matizar, fue quien salvó al capitalismo de su muerte inminente, propiciando la era de crecimiento más larga, robusta y equilibrada que se recuerda. Sólo la brusca subida del precio del barril de petróleo en 1973, con el consiguiente aumento de los costes de producción en las empresas, pudo detenerlo.

Durante más de 20 años de crecimiento ininterrumpido, los sucesivos gobiernos de los países industrializados se hicieron, de un modo u otro, keynesianos, desoyendo las proclamas apocalípticas de los economistas clásicos que vaticinaban, un día sí, y otro, también, la llegada del desastre. Nunca el capitalismo fue tan fuerte como cuando fue dirigido por las ideas "bolcheviques" de Keynes. Y nunca la población legitimó tanto un sistema económico que daba muestras de superioridad económica, tecnológica y social, frente a un modelo como el soviético que se percibía estancado e ineficiente. Por eso, y no por otras razones, cayó el Muro de Berlín en el 89.

Pues bien, salvando las enormes diferencias que esta crisis guarda con aquella (fundamentalmente a causa de la globalización, y también del elevado volumen acumulado de endeudamiento privado y público que existe) el problema es que ahora, particularmente en Europa, no ha habido una respuesta, y por tanto un liderazgo político y económico equivalente al de entonces, capaz de inocular dosis crecientes de moral en una población que asiste inerme a la pérdida acelerada de su nivel de vida, sin que ellos hayan tenido la más mínima responsabilidad en ello.

La UE tenía, y tiene, mecanismos suficientes para que esto no hubiera ocurrido, pero, en ausencia de un nuevo Keynes a quién la mayoría de los dirigentes políticos hicieran caso, y con una socialdemocracia europea a la deriva, los intereses financieros y, de nuevo, el corto plazo, se ha impuesto, en detrimento de una regulación efectiva de los mercados financieros y de soluciones genuinas a los verdaderos males estructurales del capitalismo actual. El pensamiento único ha sustituido, otra vez, a la sensatez. Y aquí estamos.

Eso sí, la suerte que ha tenido esta pandilla de políticos mediocres que hoy dirigen la Unión Europea, es que ya no hay muros soviéticos que derribar, lo que, en cierto modo, les garantiza que aún sigan en sus puestos. Sin embargo, lo que ellos no parecen haber entendido, es que cuando la población empieza a darse cuenta de que los costes de la crisis se reparten muy desigualmente, que la corrupción se extiende por mercados e instituciones, y que las esperanzas de retomar la senda del crecimiento deja de percibirse en el horizonte, entonces pueden acabar retirando la legitimidad (ya lo están haciendo) a un sistema político y económico, al que consideran incapaz de garantizarle un modo de vida digno.

Y entonces pueden surgir otros muros, esta vez, en el interior mismo de la sociedad, mucho más difíciles de derribar, y para los que los "guardianes de la noche" de este nuevo capitalismo anticuado, sin reglas ni vergüenza, no dispongan de defensa efectiva alguna.

Pues nada, continuad así, que, con un poco de suerte, el cambio climático que se avecina, acabará de golpe con todos nuestros problemas y nos ahorrará esa patética ceremonia de los estrés test a los bancos que se repite cada año y que ya nadie se cree, excepto Rajoy.

En fin, Valencia Plaza, que aquí, un amigo.

"PASABA POR AQUÍ"

Andrés García Reche

Profesor de Economía Aplicada. Universitat de València
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8 comentarios

Alcalatén escribió
18/09/2014 15:11

Me viene a la mente muchas veces el sabor agridulce que me produjo la caída del muro de Berlín; aunque fuera egoísta por mi parte, pero pensé en su momento que se acabó el gran coco para el capital, ergo punto final a las "concesiones graciosas" al factor trabajo. ¿ Sería entendible Keynes sin la existencia de la URSS profesor?. Soy un gran fans de sus artículos, que quede claro.

14/09/2014 20:22

Buenas tardes: GRACIAS hoy he aprendido algo nuevo sobre economía. Da gusto leer artículos como el suyo.Animo a este digital a seguir por esta senda.El artículo es muy didactico.- Atte Alejandro Pillado Marbella 2014

Vincho escribió
14/09/2014 19:47

¡Hombre! Don Andrés! Me alegra verle (por 'leerle') por acá... Ya sabrá de mí (ya le desvelaré mi identidad) Y sí, ciertamente, yo creo -desde mi ignorancia- que se han hecho muy mal las cosas (dirigentes del sistema financiero... enriquecimiento injusto y a corto a costa de 'quien' sea...). Eso es evidente y manifiesto. Y efectivamente ahí estamos. Peor peor aun es que ahora se esté desperdiciando la ocasión para corregir, rectificar, etc. Comparto. Gracias, disculpas y saludos.

asertus escribió
14/09/2014 19:37

Falta comentar que la teoría keynesiana tenía dos partes, acción activa por parte del estado en época de crisis, estimulando consumo y producción, tirando de presupuesto (déficit y deuda si es preciso), pero todo esto supuestamente compensado por superávit y ahorro en épocas de bonanza, con políticas activas anticíclicas. Aún me falta ver un político en época de "bonanza" echando agua fría a la economía, ahorrando y no despilfarrando todo el presupuesto. Saludos

Nuria escribió
14/09/2014 11:57

Me alegra que escriba usted aquí. Los tweets se le quedan cortos para esa visión critica que tiene de la realidad.

JL escribió
14/09/2014 11:25

Convendría señalar algunos matices: el primero que Keynes fue un abierto defensor del libre mercado y que tuvo continuos enfrentamientos económicos y políticos con los partidarios de las políticas arancelarias. En segundo lugar que fue él uno de los primeros economistas en utilizar la política monetaria para mejorar la economía: de hecho fue un genio del monetarismo. Y en tercer lugar, sí, arregló la crisis con más inversión pública, desde luego, y al acabar la guerra con quitas de la deuda... Nada que ver, en efecto, con el bolchevismo que algunos descerebrados le endilgaron. Ni tan siquiera un socialdemócrata. En cualquier caso, un economista sensato y un liberal con ética, que es lo que se ha ido por el sumidero.

petra escribió
14/09/2014 08:28

Vamos, lo que se llama chupar del bote es el mejor sistema. Tú pones el bote y yo chupo. Así, cualquiera, amigo.

petra escribió
14/09/2014 08:28

Vamos, lo que se llama chupar del bote es el mejor sistema. Tú pones el bote y yo chupo. Así, cualquiera, amigo.

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