VALENCIA. El Gobierno valenciano continúa su pelea por sacar adelante la legislatura más complicada desde que el Partido Popular dirige el Consell. La situación límite que vive el ejecutivo se ha acentuado en las últimas semanas con los enfrentamientos contra el Ministerio de Hacienda y los propios incendios internos a causa de las decisiones del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, como el cese del secretario autonómico Eusebio Monzó por su imputación en relación a unas contrataciones supuestamente irregulares sobre el Centro de Convenciones de Castellón.
Si el crecimiento de la postura más reivindicativa adoptada por el presidente Fabra era demandada por muchos dirigentes 'populares', los resultados no han llegado al cierre del curso político, situación que algunas fuentes del partido y de la Generalitat atribuyen a que este endurecimiento del discurso se está realizando "tarde y mal". "Ahora queremos gritar y que se nos oiga cuando nos hemos 'arrugado' más de media legislatura", comenta un diputado del PP.
Fabra no ha sido capaz de controlar el partido y ponerlo a su servicio. Tras el mal resultado de las elecciones europeas, y por orden de Génova, arrojó la toalla y entregó las llaves del PPCV a la consellera de Infraestructuras, Isabel Bonig, y a las direcciones provinciales. El presidente ha puesto todas sus energías en potenciar su labor al frente de la Generalitat, incrementar su visibilidad institucional y mejorar sus relaciones con Madrid, aunque al mismo tiempo elevar el tono con las exigencias valencianas. Una tarea ardua y, en algunos casos, solo apta para funambulistas políticos de alta categoría.
¿QUÉ CONSELLERS SE DESMARCAN Y QUIÉNES UNEN SU DESTINO AL DE FABRA?
En este camino, el jefe del Consell está sufriendo también un lento agrietamiento del Gobierno valenciano. La fidelidad de los miembros de su gobierno a día de hoy es de dudosa consistencia.
La consellera de Infraestructuras, Isabel Bonig, desde que fuera nombrada coordinadora general del PPCV, ha iniciado su propio camino dentro de la formación 'popular' con unas alianzas propias y un discurso personal buscando conectar con las bases y reanimar a la militancia. Dentro del propio Consell y del partido ha encontrado un aliado de primer nivel: el vicepresidente del Gobierno valenciano y líder del PP alicantino, José Císcar. Ya desde que se pusiera su nombre sobre la mesa estuvo a favor de su nombramiento: la relación se ha intensificado y rara ha sido la semana en la que Bonig no haya tenido al menos un par de actos o encuentros en la provincia de Alicante.
Si la coordinadora general del PPCV parece tener intención de construir su propio camino, el líder provincial está decidido a centrar sus esfuerzos en Alicante -aspira a presidir la Diputación-; entre ambos han surgido unos lazos de colaboración presididos por el interés mutuo. De hecho, fuentes 'populares' apuntan a que Císcar está siendo uno de los respaldos de Bonig de cara a que su nombre vaya sonando cada vez más en Madrid.
Curiosa la relación de Císcar con Fabra: empezó siendo su mano derecha al inicio de la legislatura, pero en la segunda mitad de 2013 comenzó a ser relegado por las tensiones con la secretaria autonómica de Organización, Esther Pastor, y con el secretario general del PPCV, Serafín Castellano, además de por ciertas diferencias en la gestión del gobierno. Diversas fuentes 'populares' aseguran que la relación personal entre ellos es "buena" pero que Císcar y su entorno, después de muchas peleas desde la portavocía del Consell, han decidido soltar amarras con Presidencia de la Generalitat.
Al tándem Bonig-Císcar se ha aproximado en los últimos meses el conseller Juan Carlos Moragues. Pese a que el titular de Hacienda es un dirigente de carácter técnico y no posee ningún peso en el PPCV, sí es cierto que ha conseguido ganarse el respeto en la formación 'popular' y en el Ejecutivo por la seriedad y coherencia con la que está llevando la difícil situación que atraviesa su cartera. En este sentido, fuentes de la Generalitat consultadas por este diario señalan que Moragues siempre ha mantenido una buena sintonía con Císcar, posiblemente por el estilo sobrio de ambos responsables políticos.
A ello hay que añadir que desde Presidencia se han adoptado decisiones que no han agradado en Hacienda. Al margen del cese de Monzó, con el que Moragues no estaba de acuerdo, han existido otros desencuentros entre la conselleria y el Palau. Por ejemplo, el intento de cita propuesto por Fabra con Montoro y los empresarios se solapó en la agenda con la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) donde iba a desarrollarse una fuerte pelea interautonómica que, además, se calentó en los días previos. Según opinan fuentes de Hacienda, y aunque defienden que debía haberse celebrado, no era un buen momento estratégicamente hablando para plantear ese encuentro de empresarios con el ministro. Cabe recordar que la tensión que se vive entre esta conselleria y Montoro viene agudizándose a lo largo de la legislatura.
En este sentido, y de cara a finales de año, fuentes de la Generalitat auguran que los nervios volverán a dispararse en Hacienda dado que, si no hay ninguna solución nueva por parte del Gobierno central, los impagos podrían reiterarse para intentar acercarse al cumplimiento del déficit. Otra situación delicada para un conseller que, según temen algunos, podría dar un 'portazo' si no mejoran las relaciones con el Gobierno central y su voluntad de atender las necesidades de la Comunitat Valenciana.
En este sentido, según señalan fuentes de la Generalitat, Moragues se siente más cómodo con el tándem Bonig-Císcar y de hecho vienen compartiendo actos incluso de partido con cierta frecuencia. En esta línea, desde el sector del PPCV señalan que el titular de Hacienda busca ciertas válvulas de escape en este tipo de encuentros dada la tensión que se vive en su departamento. A este tridente también está vinculada la consellera de Bienestar Social, Asunción Sánchez Zaplana, procedente de Alicante y con cierto peso en la ciudad.
En la otra orilla, en la del círculo de confianza del presidente Fabra se sitúan claramente dos consellers: Máximo Buch (Economía) y Manuel Llombart (Sanidad). En la Generalitat, la opinión extendida es que al margen de sus habilidades y preparación para dirigir sus respectivas carteras, poseen una relación personal con el jefe del Consell que está por encima de sus funciones al frente de sus responsabilidades. El mayor peso de las críticas internas se lo lleva Buch, quien para diversos altos cargos, ha evitado que su cartera se hiciera cargo de asuntos polémicos que le correspondían inicialmente (Valencia CF, aeropuerto de Castellón, sector público empresarial...) y que han recaído en otros consellers como Moragues y Císcar.
EL PUNTO INTERMEDIO DE CATALÁ
Por otro lado, la portavoz del Consell y titular de Educación, Cultura y Deporte, María José Catalá, es la que tiene una posición notablemente delicada en esta recta final de la legislatura. Por un lado, debe mantener y defender las consignas que le llegan desde Presidencia de la Generalitat y sostener además una buena relación con todas las consellerias para no verse expuesta en las ruedas de prensa de los viernes.
Catalá, que ha sonado incluso durante meses como un posible relevo a Fabra, no posee la confianza con el presidente de la que gozan Buch y Llombart, y desde el sector Bonig-Císcar mantienen cierto recelo hacia ella por sus movimientos dentro del PPCV. No obstante, diversas fuentes de la formación 'popular' opinan que la portavoz terminará por aproximarse a este tándem si observa que las previsiones de cara a las autonómicas de 2015 no mejoran. De hecho, uno de los nexos de unión puede ser el propio Moragues, quien mantiene una buena relación con Catalá.
En todo este entramado, el recientemente nombrado conseller de Gobernación, Luis Santamaría, a juicio de las fuentes consultadas por este diario, está tratando de mantener una posición equidistante con todos los frentes.
Esto con Franco no pasaba. Ahora el gobierno valenciano caerá en manos de Compromís psoe y EU, suerte que valencia ya está arruinada y el tripartito no lo puede empeorar.
Conclusión, a Fabra le quedan dos telediarios...
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