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VALENCIA. En los últimos meses, una de las circunstancias que más ha preocupado en el Partido Popular de la Comunitat Valenciana, en especial en la provincia de Alicante, ha sido el acercamiento del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, al exministro Eduardo Zaplana.
Esta proximidad se ha visto refrendada en diversos encuentros públicos, incluso en algunos de los cuales, Zaplana ha ejercido de cicerone, como la conferencia de Fabra en el Club Siglo XXI que preside el exjefe del Consell. Cada aparición conjunta o fotografía en los medios de ambos referentes, además de los rumores de frecuentes contactos fuera de los focos, hacía hervir la sangre de los fieles a Francisco Camps y dejaba un poso de inquietud en la dirección provincial de Alicante.
En esta línea, los movimientos del secretario general del PPCV, Serafín Castellano, miembro del núcleo duro de Zaplana en el pasado, tampoco pasaban desapercibidos en la cúpula del partido en Alicante. La promoción y defensa de dirigentes que estuvieron fuertemente vinculados a Zaplana comenzó a disparar todas las alarmas no solo en los campistas alicantinos, muy reducidos en número ya, sino en el propio entorno del presidente provincial, José Císcar.
Las escaramuzas comarcales y locales en la provincia contribuyeron a alimentar la desconfianza del núcleo duro de la dirección alicantina sobre Castellano, dada la implicación de algunos de los considerados antiguos zaplanistas en varias operaciones que parecían dirigidas a recortar el poder de Císcar. En la recta final de 2012, la vigilancia entre ambos dirigentes ya estaba activada: desde entonces hasta hoy, la atención a los movimientos de los afines a Castellano (y Zaplana) han sido constantes por parte del en torno del presidente provincial de Alicante.
Finalmente, tras los flojos resultados electorales cosechados, la dirección nacional del PP decidió dar un toque de atención a Fabra después de haber recogido información de rama valenciana del partido. No solo las direcciones provinciales transmitieron su malestar al partido por el control de Castellano, sino que la propia Rita Barberá, según aseguran fuentes 'populares', llegó a transmitir personalmente a María Dolores de Cospedal su malestar por la influencia de Zaplana.
Así, fuentes 'populares' señalan que la decisión de Génova ha zancadilleado además los movimientos que el exministro viene llevando a cabo en la Comunitat Valenciana y que habían molestado a buena parte del PPCV y, en especial, al núcleo de la dirección de Alicante.
En este sentido, la fluida relación de Fabra con Zaplana, como ya han cuestionado en diversas ocasiones cargos del partido y también del Consell de forma privada, no ha hecho que el presidente de la Generalitat sume demasiados puntos en Madrid. De hecho, según señalan fuentes 'populares', habría contribuido a que determinados sectores en Génova y Moncloa, más aún tras las últimas tensiones con José María Aznar, de quien Zaplana siempre fue afín, tomaran la decisión de instar a Fabra al relevo de Castellano e, incluso, vetaran la posibilidad de que fuera resituado a la Delegación del Gobierno como pretende Fabra.
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