VALENCIA. Una pequeña sala situada en la planta baja del Palacio de Fuentehermosa acoge cada viernes la rueda de prensa posterior al pleno del Consell. Desde que accedió al cargo en enero de 2012, José Císcar ha sido el encargado de dar cuenta de los temas tratados por el Gobierno valenciano. Sustituyó, en su doble calidad de vicepresidente y portavoz del Consell, a Lola Johnson, hasta entonces consellera de Cultura, lo que supuso un cambio radical en la manera de comunicar de la Generalitat Valenciana.
Císcar aportó una manera de comunicar serena y con un discurso que entonces comenzó a vincularse a lo que desde la propia Presidencia se bautizó como nuevo PP. Era el PP de Alberto Fabra frente al de Francisco Camps. Abierto a las preguntas, con vocación de transparencia y decidido a poner punto final a la vinculación de los supuestos corruptos con los cargos públicos dependientes del Consell.
Ese discurso fue relativamente fácil de mantener para Císcar, convertido en la imagen de ese nuevo PP, calmado hasta en las formas y con buen trato con los periodistas que, dependiendo de lo candente de la actualidad, llenan o no la angosta sala de prensa.
Pero mantener ese discurso del nuevo PP es complicado con una situación como la de la Comunitat Valenciana. Así, Císcar ha visto como con el tiempo se ha complicado la defensa de la denominada línea roja de Fabra contra la corrupción. El caso Blasco y las dificultades para echar al exconseller ahora condenado del PP y del grupo parlamentario, fue uno de los escollos más complejos de lidiar.
Pero ha habido más: Milagrosa Martínez y Ángelica Such, todo el caso Gürtel en general, el caso Nóos, el caso Valmor... La línea roja se quebraba dependiendo de los implicados y Císcar comenzó a acusar la imposibilidad de defender la acción o omisión de Fabra con estos casos. Las preguntas de los periodistas ahondaban en las incongruencias de la doctrina del presidente y el vicepresidente buscaba explicaciones que en ocasiones bordeaban lo peregrino.
La cuestión es que la sala de prensa de Fuentehermosa comenzó a convertirse en un calvario para Císcar. Durante meses abandonado a su suerte por el resto de consellers, comparecer en solitario sin ningún acuerdo relevante que vender a los periodistas y expuesto a temas polémicos como la venta del Valencia CF, la resolución del contrato de la Fórmula 1, el cierre de Canal 9 o el desdén del Gobierno central con la Comunitat Valenciana y su financiación, empezaron a socavar su discurso.
En muchas ocasiones las razones por las que Císcar se encontraba arrinconado provenían de la etapa anterior: contratos con cláusulas de confidencialidad o pactos indefendibles se acumulaban en la agenda periodística y, por tanto, se convertían en carnaza para la rueda de prensa de los viernes.
Pero el punto de inflexión, lo que acabó convirtiendo la sala de prensa en el crematorio de José Císcar fue la destitución del equipo de comunicación de Presidencia que lideraban Paula Meseguer y José Santamans, este último de su extrema confianza, y sus sutitución por Lola Johnson y Maite Fernández. Johnson, representante del viejo PP, tomó las riendas y Císcar y su equipo empezó a notar la falta de conexión y en no pocas ocasiones de información relevante para contestar a la prensa.
Hubo un día en que el vicepresidente mostró en toda su crudeza ese aislamiento al que estaba sometido en algunos asuntos relevantes y fue el día en que aseguró a los periodistas que no había prevista una reunión con el arquitecto Santiago Calatrava por el desprendimiento del trencadís del Palau de les Arts cuando ese encuentro se estaba prácticamente produciendo.
La profundidad de los problemas judiciales de la Generalitat, la ingobernable herencia recibida y el regreso de Lola Johnson auspicida por Serafín Castellano formaron un tremendo combo al que Císcar pareció casi rendirse. Mantuvo el tipo cada viernes pero resultaba evidente su incomodidad ante lo que tenía que defender.
"Lo peor está por llegar", aseguraba a ValenciaPlaza.com un buen conocedor de ese ecosistema que se genera cada viernes en Fuentehermosa. Los casos Gürtel, Nóos, Brugal y la esperada explosión de Valmor, por citar algunos, están en plena fase de finalización de instrucción. Las preguntas se acumularán en la sala de prensa y esta vez la encargada de responderlas será María José Catalá.
La consellera de Educación ya ha vivido un momento de exposición al fuego amigo: cuando Castellano desató la guerra contra la Acadèmia Valenciana de la Llengua por la definición de valenciano. Catalá tuvo que apagar un incendio que no había generado. Como le pasaba tantas veces a Císcar. Ahora tendrá que hacerlo cada viernes. A decir verdad, cada día, porque así se lo pidió este jueves el presidente de la Generalitat. El crematorio de Fuentehermosa amenaza a la gran esperanza del PP valenciano.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.