Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar dice un conocido proverbio en nuestro país. La cultura popular siempre ha sabido resumir en muy pocas palabras la experiencia acumulada durante generaciones y, si hacemos caso a la prudencia, no deberíamos darle la espalda, al menos sin contar con fundados argumentos para ello. Por estos mismos motivos resulta aleccionador mirar y aprender de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Vivimos en una época singular en la que nos ufanamos de disponer de más información y conocimiento que nunca y, sin embargo, con la misma contundencia nos sentimos desamparados y desvalidos ante la realidad que nos rodea: crisis económica y financiera mundial, amenazas sanitarias globales, terrorismo nacional e internacional, desastres naturales, accidentes de consecuencias dramáticas y un largo etcétera de fenómenos que escapan a nuestro control. No es casualidad que el sociólogo Ulrich Beck haya caracterizado la sociedad en la que vivimos como sociedad del riesgo.
Por esta razón y de forma paradójica, en plena época del triunfo del neoliberalismo, necesitamos más que nunca del Estado y de sus servidores, los políticos. Pero no de cualquier Estado ni político, sino de un Estado que sea capaz de anticipar situaciones de riesgo y, siendo precavido, prevea y provea -en la medida de lo posible y razonable- soluciones o, cuanto menos, adopte medidas de cara al futuro que contengan los impactos más negativos de aquello que escapa a nuestro control.
La situación vivida en Cataluña y, especialmente, en Gerona durante los últimos días donde, producto de una fuerte nevada, ha caído el apartado eléctrico de grandes zonas de esa comunidad afectando a miles de ciudadanos que se han visto sin la electricidad necesaria para atender a las más elementales necesidades de su vida diaria nos debe hacer pensar y reflexionar. En nuestra Comunidad, como en otras partes de España, no estamos exentos de sufrir situaciones de riesgo similares y, como ahora ha pasado en Cataluña, todo el mundo es consciente de esa posibilidad. En otras latitudes, ciudades referentes como Nueva York no hace muchos años también pasaron por la experiencia.
Y es responsabilidad de todos: gobiernos, administraciones, empresas, ciudadanos. La nevada pudo ser excepcional pero no imprevisible. La realidad es que la red eléctrica no estaba en condiciones para soportarla y, en parte, como consecuencia de la incapacidad de muchos para ponerse de acuerdo sobre las medidas a adoptar con tiempo por delante. Y menos mal, según dicen los expertos, que la crisis ha frenado la escalada consumista durante estos meses de invierno pues de haberse mantenido los índices de incremento del consumo eléctrico de los últimos años, el destrozo podía haber sido mucho peor.
La crisis económica y financiera mundial es otro factor de riesgo paradigmático. Durante casi tres lustros hemos vivido una época de crecimiento sin límites pero la experiencia nos enseña que las épocas doradas no duran indefinidamente. El progreso económico parecía no tener fin pero no por ello dejaba de ser previsible su final. Es más, durante los últimos años muchos expertos alertaron de los peligros que nos acechaban. Y es ahora, como en el cuento de los tres cerditos, cuando sufrimos las consecuencias de lo que hicimos, nosotros y nuestros gobiernos, entonces. No todos adoptamos las mismas medidas económicas, políticas y sociales.
No es extraño que las consecuencias de la crisis también hayan sido diferente: las economías más sólidas han mantenido el tipo, pero otras, como son los casos de Islandia o Grecia, no han podido resistir el temporal. No es extraño, pues, que algunos gobiernos vecinos empiecen a pagar la factura de la crisis económica. Y España no tiene por qué ser una excepción.
Las recientes elecciones regionales francesas -salvando las distancias- pueden ponernos sobre aviso de lo que puede ocurrir en el futuro en nuestro país. Cierto que con una amplia abstención -son elecciones de segundo grado-, pero el partido de Sarkozy a duras penas ha mantenido el porcentaje de votos que obtuvo en las anteriores elecciones europeas, se ha quedado sin aliados y, lo que es más significativo, ha levantado de su postración -pese a su crisis interna de liderazgo- al partido socialista francés que vuelve a ser alternativa de gobierno.
Cambiando los papeles a derecha e izquierda, algo parecido anuncian las encuestas en nuestro país. Dicen que no nos gusta lo que hay pero que tampoco vemos claro lo que puede venir. Es otro signo de nuestro tiempo: cuando más información y conocimiento existe, menos claras tenemos las respuestas a nuestros problemas. Eso sí, cuando veas las barbas de tu vecino cortar...
(Joaquín Martín Cubas es profesor de Ciencia Política y de la Administración, Universidad de Valencia)
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