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(OTR/PRESS). La esperanza crítica. Eso es lo que tenía que ser la Universidad, más aún en estos tiempos en los que atravesamos una crisis profunda de valores y deberíamos potenciar la fábrica de valores que tendría que ser, por encima de cualquier otra institución, la Universidad. Pero, hoy por hoy, ni esperanza, ni crítica. Generalizando, salvando lo que hay de bueno en las aulas y sin caer en la caricatura, la Universidad no es un depósito de cultura, ni de vanguardia ni de riesgo. La sociedad no mira a la Universidad ni, lamentablemente, ésta influye en la sociedad. Está de espaldas a la realidad.

Por eso, entre otras muchas cosas, estoy deseando leer "Universidad, ciudadanos y nómadas", el libro con el que Víctor Pérez Díaz ha ganado el Premio Jovellanos de ensayo. Este catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid es uno de los sabios universitarios que vive la realidad, que pinta algo en la sociedad y al que hay que escuchar siempre que habla. Lo han hecho algunos políticos que le han tenido como pensador de cabecera, pero no es lo frecuente en la Universidad. Escuchando a tanta gente que no tiene nada que decir, uno echa de menos la voz inteligente, crítica, innovadora de la Universidad, de los universitarios, de los catedráticos, de los investigadores. Pero el silencio y la ausencia son desoladores.

Víctor Pérez Díaz asegura que la Universidad debería ser un núcleo de gentes que "buscan la verdad, con espíritu libre, con sentido del riesgo, que no tienen problemas en desplazarse en el espacio o en el tiempo para encontrar la verdad". Ese es el ideal, pero no tiene nada que ver con la Universidad la española, porque aquí, sin entrar por si acaso en lo de la "búsqueda de la verdad", se cumple casi literalmente lo contrario, especialmente en lo del riesgo y el desplazamiento. Te casas con los departamentos para siempre. Y hasta es noticia que la ministra Aído proponga que el feminismo sea asignatura obligatoria en la Universidad. Claro que tal como está la Universidad, tampoco podría empeorar mucho.

Expone Pérez Díaz que los universitarios tendrían que salir y conocer otras realidades y al volver que no se les hiciera la vida imposible. Lo malo es que no sale nadie, especialmente los mediocres, los amparados por la endogamia institucional, pero los que salen y descubren la vida universitaria creativa o de investigación, no vuelven. Pérez Díaz propone que se premie a las Universidades que "funcionan bien" y que no se tenga miedo a cambiar los equipos directivos que no funcionan. E incluso "que se cierren". ¿Cerrar alguna Universidad? Ahora que estamos instalados en la crisis y hay que justificar cada euro público que se gasta, ¿hacemos un estudio serio, riguroso, "académico" de las Universidades que son innecesarias, superfluas, inútiles? Lo mismo era una clave para superar la crisis. El día que se cierre una Universidad innecesaria para potenciar la enseñanza universitaria, habrá que aplaudir con las orejas.

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