Un arquitecto y un economista protagonizan desde su oficina en El Carmen una efervescencia de la ciudad para dar mejor uso a la Valencia construida
VALENCIA. Apostar por cambiar algunas de las facciones urbanas de Valencia puede antojarse tan complicado como reflotar Second Life. Pero hay algunos valencianos meritorios que lo intentan. Pongamos que hablo de Marrades y Estal.
Ramón Marrades es un economista que salió en el ¡Hola! hace unos meses, sin duda un punto de inflexión en la carrera de cualquier individuo. De manos de la Infanta Elena recibió el premio Joven Emprendedor Social por el advenimiento empresarial Cien Pies. Por su parte, David Estal es arquitecto, pertenece a Estal-Klouman, un estudio con un pie aquí y otro en Oslo. Juntos, Ramón Marrades y David Estal forman un dueto que, por explicarlo rápido, ha agarrado Valencia con la mano y la moldea a base de iniciativas. Al fondo, una misión: revitalizar la ciudad; hacerla, si es que se puede, un poco más única.
El dueto actúa desde L'Ambaixada, que es su oficina revestida de centro de operaciones en la calle Baja del barrio de El Carmen, en lo que era una tienda de calzoncillos, una librería (el germen del Ubik de Ruzafa), o Tejidos Pinazo. Es desde donde dan crianza a toda una salva de propuestas: la reconversión del bloque marginal Ruiz Jarabo en Colegio Mayor; la PEPRI, con la que voltear el Cabanyal; la Estratègia Comboi, para dar uso a bajos vacíos; la iniciativa social Desayuno con Viandantes, de la que participan y que, de un experimento, ha devenido en agitador mensual de las mañanas de los sábados; Cien Pies, que recupera la tradición de hacer marchar andando a los niños a la escuela de manera conjunta según distritos, guiados y geolocalizados, reduciendo la congestión de vehículos a la entrada de los colegios, combatiendo el mal del sedentario.
LA TEORÍA DEL BIG BANG...
Cuando lo más extendido ha sido inculpar a Valencia, echar la cal y a otra cosa, estos dos son un ejemplo de la otra parte, los que en lugar de esconder la cabeza, se han lanzado al monte. "En gran parte del sector público hay una inmovilidad absoluta; se han rendido y sólo esperan que pase el tiempo", comenta Marrades. Frente al estatismo administrativo, hay un nuevo destape: "En la música, en el teatro, en la ilustración, en la gastronomía... Existen señales de que Valencia está en un estado físico en el que suceden cosas al margen de las instituciones, como a punto del Big Bang -se explica David Estal, sin conocer todavía las consecuencias de la explosión-. Es la efervescencia que aparece en medio de la decadencia". Ellos son otra señal, en este caso la de un urbanismo que apuesta, bajo el paraguas de la 'Ciudad Construida', por "lograr que las cosas que ya están hechas funcionen un poco mejor". Casi nada.
Despliegan una cartografía donde Valencia, como si tuviera acné, está invadida de instalaciones vacías que podrían rendir buenos servicios a los ciudadanos sin necesidad de construir -¡ay!- otras nuevas: Colegio Mayor Lluís Vives, Nuevo Ayuntamiento, Auditorium Benimaclet, biblioteca de Viveros, naves de Gutemberg, Covetes Sant Joan, imprenta Vila... Y así hasta las cien, para muchas de las cuales tienen planes afinados.
Se les pregunta por los recelos que puede provocar el que sean ellos, con una estructura empresarial, los que busquen acicalar el entorno. "Es habitual que cuando tienes una idea para mejorar la ciudad en lugar de crear una empresa crees un colectivo. Parece que la construcción de la ciudad se ha de hacer desde el voluntarismo", confiesa Estal. "El desafío es pasar del voluntarismo a la profesionalización", señala Marrades. Y Estal remacha: "Porque no se trata de que hagamos una tesis sobre algo, se trata de que hagamos ese algo".
El discurso de ambos emana un tono heredado de sus principales maestros en la universidad: Joan Olmos y Tato Herrero en el caso del arquitecto; Josep Sorribes en el caso del economista. "Ellos son las personas que participaron activamente en los 80 en conseguir lo bueno que tiene Valencia, con ganas no de borrar, sino de proponer". Y a ellos, en eso están, se han propuesto suceder.
... Y LA PARÁBOLA DEL TAXISTA
Desentrañan los principales retos de la ciudad al ritmo de partida de ping pong. "Debemos reencontrarnos otra vez con los elementos que hacen única a Valencia y que tienen un uso ciudadano", "buscando semblanzas con otras partes del mundo se apostó por un fetichismo arquitectónico con elementos que pueden estar en cualquier otro lugar" (Marrades). "¿Por qué el jardín del Turia triunfa y el Parque Central no se desarrolla? Porque detrás del jardín hay una demanda ciudadana y detrás del Parque Central sólo una idea copiada de Nueva York" (Estal). "El otro día iba en un taxi junto a unos guiris y el taxista nos dijo: id a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, que es lo mejor que tenemos. ¿Cuántas veces ha ido?, le pregunté. Una, me contestó. Al jardín del Turia o al Mercado Central, por contra, puedes ir muy a menudo. El Mercado Central es el paradigma: su simbolismo y su magia se alían con su uso ciudadano" (Marrades).
Vale, ¿pero entonces cuál es la principal ventaja de la ciudad de Valencia para salir del cenagal? Ramón Marrades interviene: "Ésta continúa siendo una ciudad vibrante, muy interesante. Atrae más que ninguna a los estudiantes europeos, es más barata que la mayoría de ciudades europeas de su tamaño, es capital del diseño, tiene una importante dotación de espacios... Y sobre todo -teniendo en cuenta que el 72% de personas que cambia de trabajo, elige antes el lugar donde vivir que su nuevo empleo, y que cada vez hay menos diferencias entre el ámbito personal y el profesional- hay que poner la calidad de vida de Valencia en el centro de la atracción de actividades económicas".
Acabada la cita el dueto vuelve a L'Ambaixada, donde seguirán empeñados en, diplomacias al margen, hacer de su ciudad un lugar mejor... más allá de las instituciones. Trabajo tienen.
Estos dos tipos son muy grandes. Han pasado del corrillo de porteras y maquinadores a pensar que, en sus manos, está el futuro de nuestra ciudad. No se van. Se quedan. Aplican lo que han visto fuera, para hacer Valencia, una ciudad inteligente, de ciudadanos inteligentes, no de robots ni de máquinas. Tienen pasión, iniciativa y conocimientos y... son muy buena gente.
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