VALENCIA. Dejamos el mes de julio en un estado de máxima tensión, provocada sobre todo por el estallido del caso Bárcenas y las confesiones del ex tesorero del PP en su nueva modalidad de arrepentido. De hecho, fue un debate monográfico en el Congreso de los Diputados sobre este asunto, ya comenzado agosto, lo que cerró el curso político. Desde entonces sólo ha pasado un mes, pero este ha sido el mes de agosto, con su capacidad para adormecerlo todo, sustituyendo la atención pública por asuntos de dimensión internacional, como la tensión en Gibraltar o la -al parecer inminente- intervención occidental en Siria.
No cabe extrañar que un mes cuya principal virtud, en términos políticos, sea adormecer las cosas, aquietarlas, dejar que pase el tiempo, sea del agrado de Mariano Rajoy. Y además, con vacaciones y la vuelta de la liga de fútbol; ¿quién da más?
Sin embargo, adormecer las cosas no significa eliminarlas. En la mayoría de las ocasiones, significa dilatarlas en el tiempo para que, finalmente, vuelvan. Es, muy posiblemente, lo que ocurrirá ahora. Que volveremos al punto de partida, es decir: a Bárcenas y a la crisis, una vez superado -en la práctica- el culebrón veraniego gibraltareño.
También volveremos al proceso independentista en Cataluña, dada la próxima celebración de la Diada, si bien este asunto, aunque obviamente también es de la máxima importancia, está un tanto desdibujado en la agenda mediática de ámbito nacional, dadas las prioridades económicas del Gobierno. Y dado, también, que precisamente la estrategia del Gobierno con este asunto consiste en ignorarlo y quitarle importancia.
El caso Bárcenas fue creciendo en importancia desde que el diario El País publicó los papeles del extesorero, conforme aparecían nuevas revelaciones que se vieron consumadas con el cambio radical de estrategia por parte del propio Bárcenas. A partir de ese momento, tomó la batuta del asunto -en términos mediáticos- el director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez.
A la vista de la trayectoria del personaje, apostaría porque en breve intentará poner de nuevo el caso en primer plano con nuevas revelaciones, suponiendo que las pesquisas del juez Ruz no sean suficientemente importantes por sí mismas, en términos periodísticos. Todo ello propiciado, sobre todo, por las muy poco convincentes explicaciones que ha dado el PP (excepción hecha de María Dolores de Cospedal) sobre este asunto, y en particular el propio Rajoy. Bien sea porque no quiere darlas, o sencillamente (como muchos sospechan) porque no puede.
Pero el principal asunto que habrá que dilucidar en las próximas semanas, y el que más interesa a la mayoría de los ciudadanos, es comprobar si los síntomas positivos de creación de empleo que el Gobierno se apresuró a celebrar, así como el anuncio -momentáneo- de salida de la recesión en el tercer trimestre del año, se consuman o son meros brotes verdes. La clave estará en la dimensión del previsible aumento del desempleo una vez terminada la temporada turística. Si el descenso del desempleo en verano se debió fundamentalmente a motivos estacionales, y volvemos a la situación de partida, el alivio de los contratos temporales habrá sido solo, como su nombre indica, temporal. Otro brote verde que se marchita al poco de nacer.
SE ACABA EL TIEMPO
El Partido Popular lleva ya, en la práctica, casi dos años al frente del Gobierno español. Estos son los dos años en los que mayor margen de maniobra existía, por la legitimidad electoral y la debilidad de la oposición. Y, aunque desde el propio gobierno se apunten algunos signos de mejora, el balance general hasta ahora no puede considerarse, ni mucho menos, positivo. No parece que estos dos años hayan sido muy bien aprovechados por el PP; o quizás se trata, sencillamente, de que la crisis se está llevando por delante a este gobierno como se llevó al anterior.
Recordemos cómo aprovechó Zapatero sus dos primeros años de la anterior legislatura: minimizando la crisis y sus efectos y aplicando un plan de corte keynesiano (el Plan E) pensado para una crisis mucho menos grave que la que finalmente le estalló en la cara con el famoso "decretazo" de mayo de 2010, cuando quedó claro que tenía perdidas las elecciones. Quizás el PP aún no haya llegado hasta este punto de no retorno, pero resulta indiscutible que, como mínimo, se encuentra muy cerca de él.
En los dos próximos años de legislatura, el PP, en los diversos niveles en los que ocupa responsabilidades de gobierno, verá el camino paulatinamente más trabado por sucesivos procesos electorales. Primero, en la Unión Europea, dentro de un año. Unas elecciones que no interesan a casi nadie, y precisamente por eso muy preocupantes para cualquier Gobierno, pues resultan idóneas para escenificar un voto de castigo al gobernante. Y un año después, en 2015, tendremos elecciones municipales, autonómicas en casi todas las comunidades autónomas (entre otras, la Comunidad Valenciana) y, finalmente, Elecciones Generales. Todo ello suponiendo que no haya ningún adelanto electoral.
Si la economía no comienza a mejorar rápidamente a partir de ahora mismo, es muy posible que dentro de un año ocurran dos cosas: la primera, que el desgaste electoral que hoy sufre el PP se consolide o incluso se vea aumentado. Y la segunda, que las disensiones internas en el partido, mucho más importantes de lo que parece a todos los niveles, estallen definitivamente, dadas las urgencias electorales que todo el mundo comenzará a experimentar, tanto en la política local y autonómica como en la nacional.
Y en ese caso, incluso aunque acabase llegando una recuperación económica en 2015, sus efectos electorales serían probablemente insuficientes: el PP habría pasado ya su punto de no retorno electoral. Entre otras cosas, porque la debilidad de la oposición tampoco tiene por qué prolongarse eternamente.
#prayfor... El verano franquista de NNGG
El verano también nos ha deparado una serie de imágenes y comentarios en Twitter de militantes valencianos en las juventudes del PP, Nuevas Generaciones, posando con banderas preconstitucionales o haciendo el saludo fascista. No está claro si es una herencia de la actitud, heredada del aznarismo, de una derecha que se presentaba ante la sociedad española con "firmeza, valores y sin complejos", o si simplemente se trata de que la juventud es propensa a expresar sus opiniones con mayor radicalismo. Pero no parece que este sea el tipo de radicalismo que convenga al PP. De hecho, así lo han entendido desde el partido, apresurándose a iniciar los procedimientos de expulsión; al menos, de los casos más claros.
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Guillermo López García es profesor titular
de Periodismo de la Universitat de València.
@GuillermoLPD
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