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RODAJE EN VALENCIA

Antonio Hernández: "No van a poder con nosotros; seguiremos haciendo cine"

C. AIMEUR/FOTOS: RAMÓN PALACIOS-PELLETIER. 03/07/2014 El cineasta califica la actuación del Gobierno de "rencor aplicado"

VALENCIA. Los tiempos han cambiado. El cine español ahora rueda a destajo, sin perder ni un día. De ello puede dar fe Antonio Hernández, que acaba de terminar la grabación de su última película, Matar el tiempo, este miércoles en el hotel Westin de Valencia. Han sido sólo cuatro semanas de rodaje, nada que ver con los cinco meses de la infortunada El Capitán Trueno y el Santo Grial o las diez semanas de Los Borgia (debería haberse titulado Los Borja, pero ése fue el nombre que decidió imponer el entonces responsable de Antena 3, Mauricio Carlotti). De hecho en una sola semana han rodado prácticamente la mitad de la película. Y por primera vez en su carrera Hernández ha hecho uso del digital, algo que no le acaba de convencer. "Demasiados cables", dice.

Hernández se encuentra en la habitación del hotel donde han pasado buena parte de esta última semana en Valencia, filmando sin parar. Está cansado pero contento porque ve que su película, una intriga en la que juega un papel importante internet, está tomando forma. Han sido dos años de buscar financiación hasta que ha podido encontrar un presupuesto mínimo para poder rodarla. En su nueva película un contable estadounidense, interpretado por Ben Temple, se encuentra auditando un banco para una compañía neoyorquina. La rutina y la lejanía de su hogar le empujan a tener siempre la dependencia de una webcam para poder estar presente en su casa a través de la red. También para entretenerse en su tiempo libre. Es así, por internet, como conoce a una mujer encarnada por Esther Mendez con la que concierta un encuentro. Justo cuando están a punto de concretar la cita, dos hombres, interpretados por Aitor Luna y Yon González, irrumpen en la habitación de ella. Y se desencadena la acción.

–Por lo que han avanzado de la película podría decirse que parte de un concepto de cine que recuerda al de Antonio Isasi-Isasmendi, quien intentó realizar un cine comercial internacional en España filmando en inglés.
–He sido un admirador siempre de su trabajo. Lo conozco ahora porque soy muy amigo de Marisa [Paredes, su primera mujer] y de María [Isasi, su hija]. Yo le conté [a Antonio Isasi-Isasmendi] que cuando tenía 17 y 18 años para mí él era un referente, porque siempre he creído que para el cine español la única salida internacional, aparte de la autoría y de la genialidad de un Buñuel o de algunos de los directores señeros y significativos, pasa por jugar al cine grande con tramas de aire internacional y rodadas en inglés. Este caso para mí es parecido al de un proyecto que tengo de rodar una película sobre el espía catalán Garbo. ¿Qué es? ¿Una película localista? Tiene un protagonista español pero está inmerso en una de las mayores tragedias de la humanidad, la II Guerra Mundial.

–Tirando de referentes, vista desde fuera esta película es inevitable pensar en Hitchcock y su La ventana indiscreta.
–Creo que La soga, fíjate qué curioso, La soga, no te digo ya La ventana... o Psicosis, nos ha enseñado a todos muchas cosas. En lo que me separo de Hitchcock es en el trato al espectador. Ya sé que en el cine todo es truco; cualquier cosa, el plano contraplano, el sonido, el color, todo es mentira... pero tú estableces una complicidad con el director. Yo me siento un gran espectador. No un crítico, no un director... Espectador. Me gusta establecer esa complicidad con el director. Haneke, Spielberg, Fellini, Bertolucci, cualquiera de los que he aprendido estaba enseñándome algo que mis ojos no podían ver. Hitchcock no. Hitchcock creía que todos éramos rubias a las que maltratar. Creo que en esta película estoy más cerca de Bergman, de un cine que habla de pulsiones humanas, que de Hitchcock.

–O de Haneke con Caché.
–Sí. Ésa es una película que me fascina.

–Sólo cuatro semanas de rodaje. No han perdido el tiempo.
–La película está escrita desde el diseño de producción. Es una película que cuando se exhiba parecerá que tenga un production value de primer nivel, no se echará en falta nada, y sin embargo se desarrolla en dos decorados: en el del que mira y en el del que es mirado. Lo que sucede es que nosotros jugamos más con los giros de guión que con los adornos de persecuciones, violencia... Está más cerca de alguna película de Polanski, de Lunas de hiel, que del cine de intriga.

–Será una película con un final de esos que habrá que tener cuidado con los spoilers.
–Sólo te digo una cosa: Sí (ríe). Eso sí, también te puede indicar que el espectador va ir por delante de los actores.

–¿Es un film de guión?
–Sí, de guión y de actores. Es cierto que Javier [Salmones, el director de fotografía] y yo como director no podemos evitar ser nosotros mismos, pero es un largometraje sobre todo de texto y actores.

–Como usted es el guionista no tendrá problemas a la hora de negociar consigo mismo algunos cambios.
–Sí; Javier [Salmones] tiene más (ríe). Si pienso en una película como modelo, pienso en un film español, la última de Mariano Barroso, Todas las mujeres, una película que me pareció bonita, inteligente, y que era todo guión y actores. En esta película también hay peripecia, hay violencia soterrada, pero es también toda guión y actores.

–¿Le ha sido difícil rodar en inglés?
–No, y de hecho era algo que tenía que haber hecho antes. He rodado en Francia [En la ciudad sin límites] y en Italia [Los Borgia] y al final acabábamos usando el inglés. Es de hecho el idioma del cine; si no lo usas en los rodajes lo acabas usando en los festivales.

–Ha mencionado la película que rodó en Francia, en París, En la ciudad sin límites. En ese film estuvo en estado de gracia.
–Yo soy más de Oculto, era una película más personal. No significa esto que reniegue de En la ciudad... Lo que creo es que esta película nos tocó a todos porque todos tenemos un padre, con su pasado, que se va a morir...

–Usted está rodando una película en inglés, con un actor extranjero aunque afincado en España, Ben Temple. Se está hablando ahora mucho de hacer España un lugar de rodaje de series y películas estadounidenses. Aquí en Valencia hemos tenido Tomorrowland y se ha confirmado la presencia de Juego de Tronos en Andalucía. ¿Cree que los incentivos fiscales anunciados por el ministro Montoro ayudarán a que vengan más rodajes?
–No. Para nada.  Sigo pensando y me duele muchísimo la torpeza política enorme que está haciendo sufrir de manera descarnada al cine español. Hay un paro desproporcionado en nuestra profesión y lo hay por un castigo. Creo que hay que ser muy malintencionado o muy torpe para intentar que el teatro, la música, el cine no tengan un soporte público que lo haga subsistir, cuando ya lo ha tenido y ha permitido que se hayan creado unas pequeñas industrias. Como pasa en Valencia. En Valencia había una industria... no digo enorme, sino variada. Había platós, había actores, técnicos... Lo han barrido. En el cine español lo han barrido subiendo el IVA, lo han barrido bajando las subvenciones, han bajando el dinero de Televisión Española, han bajado el incentivo fiscal... Esperábamos una ley de mecenazgo como la francesa y no la hemos tenido. Para mí esta época se parece muchísimo a un periodo oscuro de Inquisición.

–¿Todo este rencor viene por las protestas contra la Guerra de Irak?
–Por supuesto. Se focalizó que habían perdido las elecciones porque había habido un mensaje de No a la Guerra. Todo se unió y la cara fue el cine español. Estuve en aquellos Goyas en lo que también dije mi opinión y sigo pensando que varios presidentes de Gobierno deberían estar en la cárcel. Ahí tenemos la hipocresía de esa gente que sigue diciendo que fueron a la guerra porque creían que habían armas de destrucción masiva. Volvería a decir lo mismo. Si luego nueve millones de españoles apoyaron a esas mismas personas para que regresaran al poder, hay que aceptarlo porque es la democracia. Creo que aquí, en todo esto que estamos sufriendo, hay una torpeza increíble y un rencor aplicado.

–En este contexto el cine español parece que subsiste porque tiene que subsistir, por cabezonería.
–Es que por mucho que quieran no van a poder con nosotros; seguiremos haciendo cine. Cuando no tengamos subvenciones, lo haremos solos. Cuando no tengamos salas de cine, lo haremos en la calle. Viviremos peor. Bueno, de hecho ya llevábamos seis, siete años que estamos así. Hay gente que se ha ido de España. Hay profesionales que se han tenido que volver con sus padres. Nos parecemos tanto al resto de los españoles que lo que me sorprende es que los españoles tengan la paciencia de aguantar tanto.

–No percibo entre los cineastas un deseo de probar otra profesión. Prefieren subsistir de mala manera pero seguir haciendo cine. Si hay que rodar en cuatro semanas y en digital, pues se rueda...
–Es así. Además, yo creo que España se queda pequeña para ese tipo de rencor [que están sufriendo los cineastas]. El cine es mucho más grande. Y de hecho ésa es una cosa que, como el resto del arte, no pueden controlar. Hay algo que tenemos en común todos los cineastas del mundo que no tiene nada que ver con los mercados, el dinero... Eso no lo van a poder evitar.

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