VALENCIA. El pasado martes, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña imputó al Secretario General de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), Oriol Pujol, por tráfico de influencias en el "caso de las ITV" (concesiones de inspección técnica de vehículos en Cataluña). Pujol reaccionó como es habitual en la clase política española: asumiendo su responsabilidad... Pero sin dimitir.
Poco después, desde CDC (el socio mayoritario de CiU) se afirmó poco menos que la imputación era una suerte, porque así Oriol Pujol podría defenderse (al menos no ha llegado aún el día en que los políticos consideren una condena firme "un auténtico privilegio").
Oriol Pujol es el quinto hijo del ex president de la Generalitat, e indiscutible referente nacionalista catalán, Jordi Pujol. Toda su carrera estaba enfocada hacia un futuro en el que quizás tomase el testigo del padre, tras los "años de transición" representados por el liderazgo en la coalición nacionalista de Artur Mas. Una hoja de ruta que ahora, tras la imputación, puede truncarse.
Pocos días después, el viernes, se anunciaba la apertura de juicio oral contra Carlos Fabra, lo que acababa provocando su dimisión como presidente de Aerocas, la empresa concesionaria del archiconocido aeropuerto de Castellón. De esta manera, Carlos Fabra abandonaba -¿definitivamente?- la vida pública, tras encadenar sucesivos mandatos como presidente de la Diputación de Castellón (1995-2011) y del PP provincial.
La reacción de Fabra, la ya conocida, y común con Oriol Pujol. ¡Qué alegría me da que me sometan a juicio! ¡Por fin!: "Ya era hora tras nueve años y medio de indefensión pública y teniendo que soportar insultos y mofas de gentuza".
Con Fabra resulta afectada otra dinastía familiar dedicada a la política, en esta ocasión de "rancio abolengo". Si los Pujol sólo tienen en Oriol a un representante de la segunda generación, con el "patriarca" Jordi Pujol observando atentamente, los Fabra han controlado, con mano de hierro en guante de seda, la provincia de Castellón a lo largo de nada menos que 150 años.
Fabra es el quinto miembro de la familia que preside la Diputación de Castellón. Y, teniendo en cuenta el ascendiente de esta familia sobre la provincia, es posible que no sea el último, a pesar de que la sucesora de Fabra, su hija Andrea, aparece muy debilitada por sus insultos proferidos en el Congreso de los Diputados, en apariencia contra los parados, y según ella dirigidos "a la bancada socialista" (como si eso justificase su actitud).
Y, naturalmente, también está debilitado el patriarca de la familia, el propio Carlos Fabra, quien, a pesar de las ganas que tenía de que se abriera juicio, ha hecho todo lo posible en estos años para retrasarlo y dilatarlo en el tiempo.
El problemático principio hereditario en sistemas democráticos
La idea de "heredar" del padre, o de otro familiar cercano, un determinado puesto de responsabilidad política (primero en el partido y después en el gobierno, y a veces directamente en el gobierno) resulta, en principio, antitética a la propia idea de "democracia".
Los partidos políticos, en sistemas democráticos, no funcionan como monarquías hereditarias (en las dictaduras, aunque no sean monárquicas, sí que ocurre, por ejemplo en Cuba, Corea del Norte o Siria). La noción dinástica se basa en la sangre, en la herencia por derecho divino (monarcas) o por derecho legal. Pero... ¿cómo heredar un puesto que se elige democráticamente?
De entrada, resulta lógico que los vástagos de un político, o algunos vástagos, puedan sentirse atraídos por el mundo político. Es habitual que los hijos sigan la profesión de los padres, y en la política no tendría por qué ser diferente.
Además, los hijos de un político cuentan con dos ventajas evidentes respecto de una persona ajena a su "linaje": por una parte, conocen cómo funciona el mundo político desde el principio. Por otra, los contactos que proporciona el padre, madre, esposo o esposa, así como, por supuesto, el aval político y la influencia en el seno del partido.
Las posibles desventajas (acusaciones de favoritismo, dificultades para sacudirse la sombra del familiar político -en el supuesto de que quieran sacudírsela-) parecen de menor calado en comparación.
España: casos recientes y remotos
Los casos de Oriol Pujol y Carlos y Andrea Fabra no son los únicos, en absoluto, que podemos encontrarnos en España. Aunque no es sencillo encontrar ejemplos tan claros de "herencia" consumada en la política española, en la que el hijo ocupe el lugar del padre (o estuviera cerca de hacerlo, como sería el caso de Oriol Pujol), sí que menudean familiares de algunos significados políticos españoles, recientes o remotos.
Es el caso de tres ex presidentes del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo (presidente en 1981-1982), Adolfo Suárez (1976-1981) y José María Aznar (1996-2004). El primero era sobrino de José Calvo Sotelo, político conservador que dirigió el ministerio de Hacienda durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, y que fue asesinado en vísperas del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, con el que dio comienzo la Guerra Civil española (de hecho, dicho asesinato sirvió como pretexto para desencadenar el golpe).
El segundo, Adolfo Suárez, vio años después cómo su hijo, Adolfo Suárez Illana, ingresaba en el Partido Popular, presentándose como candidato a presidir Castilla- La Mancha. Suárez Illana fue claramente derrotado por el incombustible José Bono en las Elecciones Autonómicas de 2003, y a partir de ahí pasó a un segundo plano en la política española.
Finalmente, en lo que concierne a José María Aznar, fue su mujer, Ana Botella, quien decidió dedicarse a la política activa, ya en el año 2003, es decir, con anterioridad a que Aznar abandonase la presidencia del Gobierno. Botella formó parte de la candidatura de Gallardón al Ayuntamiento de Madrid, fue concejal del mismo durante ocho años y, tras la salida de Gallardón para ocupar el puesto de ministro de Justicia en el primer Gobierno de Rajoy, ascendió hasta la alcaldía de Madrid en 2011. Un recorrido objetivamente condicionado por su condición de "señora de" Aznar.
Si nos remontamos más en la historia, encontraremos varios ejemplos de la época de la Monarquía alfonsina y de la Segunda República española, como los de Antonio Maura (presidente del Gobierno con Alfonso XIII) y sus hijos Gabriel y Miguel Maura (el primero ministro de Trabajo en el último gobierno de Alfonso XIII, el segundo ministro de Gobernación en el primer gobierno de la Segunda República), o el dirigente de la CEDA y también ministro en la Segunda República José María Gil Robles, cuyos hijos, José María (ex presidente del Parlamento Europeo) y Álvaro (ex Defensor del Pueblo) hicieron carrera en el PP tras la vuelta de la democracia.
Un caso notable de aquella época es, precisamente, el de la figura, ya mencionada, del general Miguel Primo de Rivera, dictador en la etapa final de la monarquía alfonsina (1923-1930), cuyo hijo, José Antonio Primo de Rivera, fundó el partido Falange Española de las JONS, minúsculo partido fascista que acabó constituyéndose en defectuosa base ideológica legitimadora de un régimen personalista: la dictadura de Franco.
Franco: del cuartel al Trono
De hecho, de todos estos nombres históricos el que más destaca, por su ausencia, es precisamente el de Franco, que gobernó el país a su antojo durante cuarenta años, pero que al final no encontró a ningún miembro del clan familiar que pudiera sucederle o emularle. Y no por falta de ganas, sino porque Franco sólo tuvo una hija, que se casaría con el inefable Marqués de Villaverde, que le daría siete vástagos.
La mayor de las nietas de Franco, Carmen Martínez-Bordiú, acabaría emparejada con Alfonso de Borbón. En su momento, en la época del tardofranquismo, esta pareja fue una amenaza constante para los derechos dinásticos de Juan Carlos de Borbón, designado sucesor finalmente por Franco.
En cualquier caso, aún queda cierta esperanza dinástica en la familia Franco. Y no como las "dinastías" políticas que hemos evaluado hasta ahora, sino de las de toda la vida: las monárquicas.
Porque, aunque Carmen Martínez-Bordiú acabó divorciándose de Alfonso de Borbón, tuvo dos hijos. El mayor falleció en 1984. De manera que su segundo hijo, Luis Alfonso de Borbón, es actualmente el heredero de la Corona francesa, según los legitimistas franceses. ¿Que quiénes son los legitimistas franceses? Los que consideran que la Revolución Francesa y todo lo que vino después fue un error, y que a Francia lo que le conviene es volver a la dinastía borbónica (aunque ello acarree también una vuelta al Antiguo Régimen).
Aunque las posibilidades de Luis Alfonso de Borbón de hacerse con el Trono, a primera vista, parecen más remotas que las de Bankia para volver a los 3,75 euros por acción con los que comenzó a cotizar, nunca se sabe.
#prayfor... Ana Botella: speaking in silver
Hace unos años se publicó un popular libro, titulado Speaking in silver, que se cachondeaba de los errores, atajos lingüísticos, traducciones directas y demás tropelías lingüísticas cometidas por los españoles con el inglés. Esta semana Ana Botella, que hace más y más méritos para que algún día le dediquemos aquí un monográfico (o una serie), provocó el estupor y la risa del respetable en las redes sociales (y en Internet, la televisión, ... en todas partes) al constatar su escaso dominio del inglés:
Aunque tal vez sea mejor que haya sido así. Que Ana Botella ahuyente a los miembros del COI, para que nunca concedan los Juegos Olímpicos Madrid 2020, el último engendro ladrillístico ideado por nuestros padres de la Patria para continuar huyendo hacia delante.
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Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València. @GuillermoLPD
Hombre, como en tantas otras cosas nos vemos superados por Grecia. Allí, tanto lo de los Venizelos y Papandreou en la izquierda (relativa) como en la derecha lo de los Karamanlís y Mitsotakis (estos más díficiles de rastrear, por cuanto algunas de las figuras de la familia han sido féminas, que allá toman el apellido del marido), es absolutamente alucinante.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Espero hacer una segunda parte centrándome en dinastías de otros países (hay mucho donde escoger, claro), así que se admiten sugerencias. En cuanto a España, y sobre todo en relación con la crítica que hace del artículo Miguel Llopis, querría aducir que, obviamente, el tema da para mucho más que para un artículo. Mi propósito fue partir de los elementos "dinásticos" que estaban de actualidad para luego centrarme en los de mayor relumbrón, Para ello, opté, a su vez, por centrarme en las figuras que hubieran alcanzado la Presidencia del Gobierno, razón por la cual, por ejemplo, no incorporé a los Blasco, o a otras renombradas "familias". Acepto, en todo caso, la crítica.
Para dinastías auténticas, aquí en Valencia hay dos estupendas:; los Michavilla y los Caruana, con militares, financieros, artistas, políticos de izquierda y de derechas, ministros, gobernadores del Banco de España, consejeros bancarios...
La verdad, un artículo un poco corto de miras que no responde a su titular. Esperaba un análisis un poco más serio y completo de las sagas políticas. Se queda en la anécdota. Tanto en Madrid como en Valencia (y por supuesto, en Cataluña), encontramos auténticas sagas. Apunta la de los Sotelo, y olvida toda una trama familiar amplia de esta familia en la UCD y el PSOE. No nombra la saga Blasco... en fin, que me esperaba más de Valencia Plaza, puesto en estas lides.
Faltan unas cuantas dinastías en este artículo: Pío Cabanilas Sr. y Jr., el propio Gallardón.... Y en algunas democracias sí hay sagas de políticos en las que sus miembros ocupan diferntes cargos de responsabilidad. El ejemplo más claro es EE.UU. en las que hay varias familias dentro de los Estados miembros en las que hay varios congresistas, senadores, gobernadores, alcaldes, embajadores...lástima que las tragedias de los Kennedy no nos permitan conocer los demás.
Hablando de dinastías de la política en España, y saltando de diputación a diputación hasta la otra esquina del país tienen a D. José Luís Baltar sustituyendo en la orensana a D. José Manuel Baltar.
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