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LA OPINIÓN PUBLICADA

RTVV y el servicio público: el fracaso del modelo de control de los partidos políticos

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA*. 23/12/2012

VALENCIA. Tras sucesivos retrasos, motivados por múltiples razones (la última, la "espantà" del director general, José López Jaraba), esta semana hemos vivido el comienzo de uno de los EREs más duros, y probablemente el más masivo, de todos los que espera ejecutar el Consell en las empresas públicas valencianas: el de la radiotelevisión pública, RTVV, que afectará a casi 1200 personas (en torno al 75% de la plantilla).

El ERE ha comenzado por los trabajadores de la radio pública, Ràdio 9. Un frío email les anunció su despido a los afectados, muchos de los cuales obtuvieron su puesto por oposición; algunos, desde la fundación de la cadena. El ERE ha afectado en particular a los lingüistas y al equipo técnico, así como a los encargados de los programas magazine de la mañana y de la tarde. Ha preservado a la mayoría de la redacción de Deportes y a una parte sustancial de Informativos.

Un ERE político

Una revisión somera al listado de afectados por el ERE en Ràdio 9 pone de manifiesto una evidencia: con independencia de los demás criterios que haya podido tener en cuenta la dirección para seleccionar a los trabajadores afectados, el criterio principal, ante todo y por encima de todo, ha sido político. Es decir: se ha buscado preservar a trabajadores afines al partido gobernante. Y se ha castigado, en inevitable correspondencia, a los más díscolos desde este punto de vista.

Cabe preguntarse, en consecuencia, por la verdadera naturaleza del ERE (y de lo que está por venir en Televisió Valenciana): ¿se intenta racionalizar el gasto y adelgazar una estructura que, sin duda, se encontraba hipertrofiada? Eso parece. La cuestión es cómo se ha hecho. No parece que hayan primado los criterios profesionales. Bien al contrario, parece que el ERE se ha convertido en un "sálvese quien pueda", en el que se han salvado, fundamentalmente, los que contaban con más predicamento entre los encargados de ejecutar los despidos y sus mentores políticos.

Si el objetivo de este ERE hubiese sido racionalizar el gasto y reconvertir el ente público en una empresa competitiva, cabría suponer que la primera medida que era necesario adoptar habría sido despedir a los ineptos directivos que han gestionado RTVV todos estos años, llevándola a la ruina y al hundimiento de audiencia.

A la ruina, a base de contratar trabajadores, pero también de gastar desaforadamente en contenidos y proyectos absurdos, y también a base de encargar a productoras externas trabajos que podrían haber desarrollado los trabajadores recién contratados; y hacia la irrelevancia en términos de audiencia (por debajo del 5% en la televisión; con un descenso del 58% respecto de la anterior oleada del EGM, en la radio) a fuerza de erosionar sistemáticamente la credibilidad informativa de los medios públicos, irremisiblemente apegados al poder político que en ellos ordena y manda.

Cualquier pretensión que pudiera tener el Consell de convencernos de que realmente querían "arreglar" RTVV con el cambio de modelo ha quedado definitivamente evaporada. A menos que por "arreglo" entendamos "echar a todos los que nos molestan para hacer lo mismo que veníamos haciendo hasta ahora".

Porque el diseño de la nueva RTVV es la de un organismo con los mismos directivos que hundieron el anterior, pero con muchos menos trabajadores; con una nómina de trabajadores enormemente cohesionada en lo "fundamental" (la afinidad ideológica), pero indudablemente descompensada, y cuyo principal objetivo será continuar por la misma senda de la manipulación informativa. Es decir: a años luz de distancia de lo que debería ser el servicio público de una televisión autonómica, con énfasis en la lengua propia y en la vertebración del territorio.

Unas funciones que RTVV cumplía sólo en parte, a duras penas y a pesar del desinterés de la directiva, y que probablemente ahora queden aún más arrinconadas. Después de todo... ¿qué razón habría para suponer que ahora las cosas serán distintas, si el modelo es el mismo, e incluso peor? Un modelo de gestión de medios públicos que tiene muy poco que ver con la gestión privada, si por tal entendemos "eficacia en la gestión de los recursos". Un modelo que, más que creer en lo público, evidencia su afán por expoliar lo público, hasta conducirlo a su destrucción.

Medios públicos para influir o para controlar

Los medios públicos han estado siempre relacionados, en España, con un modelo de control gubernamental (con diversos grados de intervencionismo) que emana directamente de la Transición política española, y en concreto del uso que hizo el partido gobernante (UCD) de Televisión Española como un instrumento fundamental de difusión y refrendo públicos de sus propuestas políticas. Ese modelo es heredado por sucesivos Gobiernos en España y es, también, el que hace fortuna en la gran mayoría de televisiones autonómicas. También, por desgracia, en RTVV. En la época socialista y en los gobiernos del PP.

Sin embargo, este modelo, pensado para situaciones históricas, sociales y, sobre todo, mediáticas, muy distintas a la actual, probablemente resulte ahora ineficaz o incluso contraproducente. La TVE de los años 70 y 80 carece de competencia, y agrupa audiencias superiores a los 15 millones de personas. Las radiotelevisiones autonómicas de los años 90 son casi la única forma de acercarse a la información de proximidad. De manera que el telespectador, le guste o no, no tenía más remedio que "pasar por el aro", e incluso aunque fuese muy consciente (que lo era) de que la televisión pública estaba, en lo sustancial (los informativos), al servicio del Gobierno, era difícil sustraerse totalmente a su influjo. A su capacidad para filtrar, interpretar, e incluso elaborar, una determinada realidad para los ojos del público.

Sin embargo, este sistema de medios públicos basado en el control ha ido perdiendo, lenta pero inexorablemente, vigencia entre los ciudadanos. En primer lugar, porque el panorama audiovisual es muy distinto al de entonces. La audiencia se ha disgregado más y más. Todas las televisiones pierden audiencia, por la sencilla razón de que hay que repartir entre más. Y, en segundo lugar, porque el público también se ha cansado. La credibilidad de un medio, la capacidad de aguante del público, no son inagotables. Y los informativos de Ràdio 9 y de Televisió Valenciana agotaron su crédito hace muchísimo tiempo. Y, sin audiencia, no hay influencia social, por mucho que se controle férreamente lo que se dice. ¿Qué más da que el partido político de turno tenga el control del mensaje, si nadie lo escucha?

Este cambio fundamental fue bien entendido en su momento por el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien, en una de las pocas medidas inequívocamente positivas de su gestión, consiguió despolitizar parcialmente RTVE. Lo cual no significó, en absoluto, que RTVE fuese totalmente imparcial. Pero sí que su visión de las cosas, aunque afín, en efecto, al PSOE, lo era mucho más sutilmente. Primando la calidad de los contenidos, su capacidad para influir transversalmente (a través no sólo de los informativos, sino también empleando los programas de ficción y entretenimiento), sobre el control sectario. Y con muy buenos resultados. Mejores, en todo caso, que los del actual modelo del PP (el modelo de siempre; el mismo que el de RTVV): a más control, menos audiencia.

#prayfor... El fin del mundo maya

Si usted está leyendo este artículo, lo más normal es que el fin del mundo no se haya producido. Esperemos, en todo caso, que no lo esté leyendo en un escenario postapocalíptico, recluido en una cueva tras sobrevivir al fin del mundo (que eso sí que tendría mérito: ¡sobreviví al fin del mundo, y también lo hizo mi conexión a Internet!). Los mayas, su profecía, han fracasado. A la espera de que aparezca su próximo sustituto milenarista, o un oportuno meteorito, o cualquier otra catástrofe que sirva para entretenernos durante un tiempo, lo que está claro es que la credibilidad de los mayas se halla bajo mínimos.

El sufrido pueblo maya afronta la recta final de 2012 con una merma en su credibilidad sólo comparable con la de... Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno español, también especialista en pronosticar acciones futuras que luego no se llevan a cabo. O, más bien, lo contrario. En prometer no adoptar decisiones que después sí que se llevan a cabo. Pero Rajoy, a diferencia de los mayas, tiene aún cuerda para rato. Entre otras razones, porque sus antecesores, José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE, tampoco es que anden muy sobrados en materia de cumplir promesas. Hemos salido de las profecías de Nostradamus y el brote verde para caer en los mayas de "no subiré el IVA".

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Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València. @GuillermoLPD 

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3 comentarios

tincfam escribió
27/12/2012 18:16

La historia de Canal 9 es una metáfora de la historia de Valencia en estos últimos 23 años. Y el futuro es negro, muy negro.

Schwejk escribió
27/12/2012 11:42

Curioso (o no) el ERE de la televisión valenciana coincide con el final de ABC Punto Radio y en general de la fagocitación de Vocento a manos de la COPE. ¿No será que vamos a un bipartidismo en los medios?

Boro Inot de las Marismas escribió
23/12/2012 11:06

Pues sí, es la obsolescencia del sistema. Lo que esta pasando en RTVV se puede transponer a cualquier otro sector público. Y otra conclusión a extraer: los, hasta el momento, nulo propósito de enmienda y ausencia de verdadera voluntad de regeneración de nuestros dirigentes, que hará vana cualquier medida de reactivación y nos aboca a una ruptura con el actual sistema más traumática cada día que pasa.

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