El Banco de Valencia inicia este lunes el camino del saneamiento dirigido a su puesta a punto para ser puesto a la venta a lo argo del próximo año
VALENCIA. La actividad en la segunda planta de la sede del banco en Pintor Sorolla es febril. La nueva dirección de la entidad, bajo la coordinación de José Antonio Iturriaga, un burgalés de dos metros de altura y mucha experiencia en banca, ha concentrado en esa planta su puente de mando. Un gran y enmoquetado pasillo central en el que lucen cotizados cuadros de pintores de vanguardia -Botero, Picasso, Valdés- incluido un Sorolla (la mayoría procedentes de los pagos de deuda ‘en especie' efectuados por el empresario Juan Soler), es el vaso conductor que une a los despachos de los ejectivos del Banco de España, los abogados de Broseta, y a los auditores y analistas de PwC y KPMG.
(El anterior ‘puente de mando' en la planta octava, el ocupado por el exconsejero delegado Domingo Parra, ha sido desalojado y tapiado [metafóricamente hablando, entiéndase]. El ascensor pasa de largo por esa ahora planta ‘fantasma').
Desde que el Banco de Valencia fuera intervenido el pasado 21 de noviembre, los profesionales contratados por el Banco de España para hacerse cargo de una nave al borde del hundimiento han concentrado su trabajo en mantenerlo a flote. En este tiempo han sido analizadas las cuentas y los riesgos, vendidos activos no estratégicos (como Nordkapp, una gestora de patrimonios en tiempos de crisis) y puesto en manos de los abogados los asuntos cuestionables, como la indemnización aun no abonada de Domingo Parra, los vínculos mercantiles y crediticios con Aguas de Valencia -Eugenio Calabuig- y Acuigroup Maremar -Társilo Piles y Antonio Asunción- y las demandas a los anteriores gestores, José Luis Olivas, Aurelio Izquierdo y Parra. A partir de ahora, toda la energía de la 'segunda planta' se dirige ahora hacia el intento de supervivencia de la entidad.
¡Déjennos trabajar" es la contraseña que emite intermitentemente la nueva dirección del banco, que se ha reforzado con un elemento considerado fundamental para el mantenimiento de sus vínculos ‘sociales' con el mundo y la vida empresarial valenciano: José Vicente Morata, presidente de la Cámara de Comercio, del Consejo de Cámaras de la CV, con fluidas relaciones en la Generalitat y en el ayuntamiento y personaje vinculado al mayor empresario valenciano y presidente de Mercadona, el siempre influyente Juan Roig.
Morata tiene como misión ejercer de correa de transmisión entre el equipo del ‘nuevo' Banco de Valencia y la sociedad civil local una vez que la burguesía financiera local perdiera las riendas de la entidad por su aquiescencia -o palmaria pasividad, en el mejor de los casos- con los últimos gestores de la entidad y de su entidad matriz, Bancaja.
EMPAQUETADO Y CON LAZO PARA LA VENTA
La intención declarada de los nuevos gestores es diáfana: asear el banco, devolverlo a la rentabilidad y ponerlo a la venta, a poder ser a un grupo financiero español, a lo largo del próximo año. Resulta sorprendente este voluntarismo de Iturriaga y los suyos frente a las últimas arremetidas mediáticas, en su mayoría procedentes de Bruselas, acerca de "la necesidad" de que España liquidara a las entidades financieras supuestamente inviables, entre ellas, consenso generalizado (no general), el Banco de Valencia. La meta se encuentra en mantener la marca y la sede del banco en Valencia, aunque dentro de algún grupo fuerte, sano y responsable, miembro del segundo escalón de la banca española (ya se barajan favoritos para la operación, Bankinter, Banesto, la Kutxa...).
La pistoletazo de salida dado por el Gobierno el viernes pasado para el ‘banco malo' y la aprobación ese mismo día de un nuevo organigrama para el BdV, permite comenzar desde hoy mismo la carrera en esa dirección. Los activos tóxicos del banco, tasados en unos 5.700 millones de euros, podrían ser transferidos al banco malo por una cifra estimada de unos 3.000 millones, lo cual permitiría reducir la deuda del banco en un tercio, una buena posición de partida.
Del mismo modo, el nuevo equipo de directivos responsable del día a día del banco ha sido adiestrado para enderezar una gestión muy deriorada durante los últimos cinco años. Reforzar la red, consolidar sus zonas de negocio y mercados, optimizar el control de riesgos y la gestión comercial, modernizar la tecnología bancaria para facilitar la vida a los clientes y potenciar la formación de la plantilla, anquilosada tras las castrantes peripecias gerenciales de los últimos ejercicios, ayudarán a reflotar una entidad por la que hasta hace unos meses nadie apostaría su capital.
Asimismo, la reducción de una cuarta parte de su estructura de oficinas y de personal (de 400 a 300 y de 2.070 a 1.600, grosso modo), aligerará su estructura convirtiéndola en digerible y mucho más ligera para el futuro comprador, que se encontraría ante sí con un banco saneado, con una gran cuota de mercado local, una marca de referencia y un balance de 16.000 millones.
En definitiva, y si todo sale bien, el Banco de Valencia emerge cual "perita en dulce" en el arrasado sistema financiero regional... si los analistas de Oliver Wyman, que visitarán Valencia esta misma semana para cerrar su dictamen final, no señalan lo contrario...
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