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LA PAELLA RUSA. Leyendo el titular, uno podría pensar que Camps es un miura particularmente noble, pero no: Camps es el que siempre ha sido, el que soltó ayer, en plena apoteosis del mitin central del PP en la Plaza de Toros de Valencia, cosas como que está deseando "tener la posibilidad de marcar el número de teléfono de la Moncloa y que al otro lado esté un español de verdad".

Al parecer, quien rige los destinos del país ahora mismo no es español. O, en todo caso, es un falso español. Lo cual tiene mucho mérito, dado que el españoloide que gobierna desde La Moncloa nació en Valladolid y vivió toda su infancia en León, que así, a primera vista, parecen ciudades bastante españolas. Uno podría entender la lógica de Camps si gobernase un vasco, o algo peor: un catalán. ¿Pero un castellano tampoco es español? ¡A este paso, nos vamos a quedar sin españoles!

El español de verdad es Mariano Rajoy. Ayer se escenificó, con todo el énfasis posible, en gestos y en palabras, la reconciliación pública de Mariano Rajoy con Francisco Camps y el PP valenciano, inusualmente díscolo con Génova desde que estalló el caso Gürtel. En "territorio Camps", rodeado de enfervorizados militantes del PP aplicados en su función de enfervorizarse ante las cámaras de televisión, era lo que tocaba; no se produjo la indisposición a última hora de Camps.

También fue una exhibición de músculo del PPCV, como la que brindó el PSPV a Zapatero el sábado. Que de esto van estas cosas: de concentrar a los convencidos, demostrar capacidad de convocatoria y salir en la tele. Con el detalle surrealista de que a pocos metros de distancia, en la Plaza del Ayuntamiento, se concentraban (se concentran) cientos de jóvenes airados con la degradación del sistema político español y, muy particularmente, con los profesionales de la política que poblaron la Plaza de Toros, el martes y el sábado.

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