VALENCIA. Nueva Vulcano actúa esta noche en Valencia (junto a Cuello, 22 horas - Espai Rambleta), una ciudad a la que les une una relación más larga que su propia carrera como banda. Lo hacen para presentar el cuarto álbum del grupo, Noveleria, nada menos que seis años después de que su anterior LP, Los peces de colores, se fuera erigiendo como un hito quizá generacional para el rock, el punk y la música en general del Estado. Tanto es así que, durante todo este tiempo y apenas habiendo sumado algo de material inédito a su discografía, Nueva Vulcano no ha dejado de girar, año tras año, disfrutando de un repertorio con apenas 40 canciones que ya pareciera inmortal.
"Aina durmieron varias veces en casa de mis padres", apunta Fernando Junquera, el pequeño de los hermanos Junquera (junto a Marcos) que tan capitales han sido para la escena subterránea de Valencia. Los posteriormente músicos de bandas como Betunizer, Negro o Estrategia Lo Capto ejercían de promotores musicales en torno al año 2000 y, entre otras bandas importantes del momento como No More Lies o The Unfinished Sympathy, trajeron al anterior grupo de Artur Estrada -voz y guitarras- al So What, el ‘garito' de El Carmen conocido posteriormente como Turmix.
‘LA SAGRADA FAMILIA' VALENCIANA
Fue Marcos el que vio a Aina por primera vez en un concierto en torno al año 1998, taloneaban a Wallride y "había cuatro personas, según me dijo mi hermano. Nosotros sabíamos de ellos por un fanzine que publica BCore -el sello discográfico de Nueva Vulcano y Betunizer-, pero cuando Marcos les vio empezamos a escucharlos más y ahí empezó toda la historia". La historia de la que habla Fernando está plagada de progresión a partir del hardcore, el punk y el rock, de admiración entre las escenas underground de Barcelona y Valencia, pero también de escenas familiares entre ellos en el restaurante Ca Pepe: "les encantaba que fuéramos allí, cerca de l'Albufera a comernos una paella. En los últimos años le han cogido cariño al bar Alhambra, por las tortillas, que están buenísimas".
Entre unas comilonas y otras Aina se disolvió, dando su último concierto en Valencia el 31 de agosto de 2002 en el Festival de Rock d'Alaquàs, una de sus contadas -quizá la única- concesiones al mundo de los festivales con esta formación. Artur Estrada tardaría tan solo unos meses en crear Nueva Vulcano junto a Wences Aparicio (Shanty Rd.) y Albert Guàrdia (The Moon Men), banda para que estos dos ejercieron una gran influencia para que la rasgada voz de su cantante se instalara en el idioma castellano.
"Es cierto que Aina ya llevaba años yendo a Valencia, pero desde que empezamos a actuar con Nueva Vulcano allí fueron apareciendo nuevos personajes que han sido muy importantes para entender esta larga relación con la ciudad", apunta Albert Guàrdia, batería de la banda. Cita a Jose Guerrero -miembro de Cuello, con los que compartirán escenario en La Rambleta, y también de Betunizer- y a Quique Medina, promotor de conciertos durante la última década. "Solo entendiendo nuestra relación personal con algunas personas podemos comprender que un grupo que hace canciones como las nuestras, que no son precisamente las más populares, ha tocado un buen número de veces en Valencia y ni siquiera hemos repetido sala".
Por orden, WahWah, Mogambo, Un Sur, El Loco, Magazine, La Residencia y en el último Deleste celebrado en La Rambleta. En algunos de ellos, como el de la malograda sala Un Sur o el de Mogambo, Nueva Vulcano actuaba a ras de suelo, con el público prácticamente encima: "hemos tenido ocasión de estar en contacto con un público diverso, que se ha ido sumando y nos ha conocido desde abajo y eso es algo que no sucede de la misma forma en otras ciudades", continúa Albert en declaraciones a ValenciaPlaza.com.
‘SEGUNDAS RESIDENCIAS'
Artur añade su teoría, con su toque de humor y sarcasmo también presente en las letras de Nueva Vulcano: "lo que sucede con la gente de Valencia me parece bonito. A nuestros conciertos viene gente más hardcore, más arties, más poperos... es algo que no ocurre igual en Barcelona, desde luego. Yo voy a conciertos y va gente de mi rollo, que viste como yo y le gusta la misma música que a mí. Y eso en Valencia vemos que es distinto, que viene gente más diversa a vernos que está vinculada a una música de otro rollo. Mi teoría es que en una ciudad grande quizá da lugar a que haya más gente en escenas más pequeñas, pero en Valencia a lo mejor suceden menos cosas y todos tienen que ir a todo para hacer algo interesante [ríe]".
"En Valencia también se respira, quizá, que hay menos prejuicios con respecto a los estilos o las bandas. Como más libertad en ese sentido", añade Albert que además ahora trabaja desde Madrid como uno de los responsables del sello discográfico La Castanya. Artur, además, pone en valor "poder compartir conversaciones y gustos con gente que hace un tipo de música muy distinto a nosotros, como con Senior con el que nos llevamos genial".
Los nombres se acumulan (artistas, otros promotores, músicos admirados, seguidores...) acolchando una realidad que Fernando Junquera destaca: "están más cómodos yéndose contigo a dormir a tu casa como puedan que en el típico hotel que les proporciona la promotora del concierto". Son las pistas de un grupo al que los valores se le captan desde el primer instante, aunque difícilmente se les pueda reconocer haciendo alarde de una integridad hardcore como la que lucían buena parte de las bandas que tenían como referencia en sus inicios. O no solo en sus inicios...
‘HEMOS HECHO COSAS'
Con su cuarto álbum de larga duración, Novelería, Nueva Vulcano solo confirma el rumbo de un sonido, una forma de entender la música y de componer historias que apenas se ha movido desde hace más de 10 años: "solo hay dos tipos de canciones... ¡y a veces casi te diría que solo uno! [ríe]", apunta Artur en declaraciones a ValenciaPlaza.com. "Es algo que hemos copiado de los grupos que nos gustaban y, salvo una canción en el segundo disco que hicimos a partir de una improvisación, porque en el segundo disco íbamos en plan artistas [añade con sorna], nuestra forma de componer, de grabar y de reproducir la música está clara".
Aun así, en el concierto de esta noche les acompañará como cuarto miembro en el escenario Marc Clos, abriendo a vibráfonos y percusiones la puñalada masiva de canciones que supone su repertorio. Un repertorio en el que, Albert reconoce que "los temas de Los peces de colores siguen pesando mucho". Con seis años girando un mismo disco, el público ha acabado por encumbrarlo como un tótem que va más allá de la discografía de Nueva Vulcano y alcanza a toda una escena.
GENTE DISPAR Y ‘TODO POR EL BIEN COMÚN'
"Es cierto que es una suerte que los discos tengan tanto recorrido, porque sin trabajar parece como que haces. Tirado en el sofá y la cosa sigue funcionando, aparentemente", dice Artur. Por su parte, Albert reconoce también que es un privilegio que "ahora que los discos tienen una vida tan corta nosotros podamos tardar años en grabar uno nuevo". Aun así, los dos parecen tener la percepción de que Novelería podría ir cogiendo lentamente el efecto de su anterior álbum, como una semilla de pulsión rock que va creciendo y tarda años en asimilarse para convertirse en referente de conciertos.
Los conciertos y el directo, de hecho, solo han logrado que autoinfluenciarles para seguir sonando a Nueva Vulcano. Pero también ha servido, según Albert, para complicar sus procesos de composición: "nosotros no componemos estando de gira y a veces las giras duran años... ¡tanto es así que no recuerdo haber hecho un concierto de final de gira de ningún disco! Necesitamos encerrarnos para poder hacer una serie de canciones y publicar un nuevo disco". Artur añade que "al final, el disco se ha tardado en hacer entre seis y nueve meses, pero somos muy dispersos como personas y necesitamos encontrar un momento en el que los tres estemos en sintonía para ponernos a pensar en nuevas canciones".
Ahora Nueva Vulcano ha cumplido con su deber de aportar otra decena de canciones más a sus conciertos, las que incluye Novelería y entre las que destacan 'Hasta la boya y volver' (que da nombre a un libro de fotografía de Alberto Polo con la banda como eje), 'El mirlo' o 'Hemos hecho cosas'. Cuando estos van a dar comienzo se perciben dos sensaciones excitantes aunque contradictorias entre el público: de un lado, la que parte de la certeza de que desde la primera nota hasta la última, sin apenas concesiones para el silencio, las canciones van a generar una orgía de brazos en alto, abrazos, saltos, sudores y principios de afonía; de otro lado, la de tener la sensación de estar colgando -y disfrutando- de uno de los últimos eslabones para las masas de esa amalgama de escena undeground en el Estado compuesta a base de punk, rock y hardcore.
La recámara de Nueva Vulcano para seguir disparando ruido, arritmias, disonancias, crudeza, arquitectura urbana, oposición y mala leche parece lejos de agotarse, sobre todo tras escuchar un disco como Novelería. Lo que es posible es que, cuando eso suceda, todo acabe como empezó, con un profundo ‘Síndrome de Estocolmo'.
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