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Los principios de acuerdo entre Cyes y Rover Alcisa y Secopsa y Grupo Gimeno abren un nuevo escenario para un sector que ha asumido la falta de inversión

VALENCIA. Casi una década después del inicio de la crisis, las empresas valencianas de construcción de obra pública han abierto un proceso de reestructuración que tiene como punto de inflexión dos operaciones corporativas pendientes. Se trata de las negociaciones entre Secopsa y Grupo Gimeno (más conocida por su empresa cabecera Facsa) para que los castellonenses entre en el capital de la constructora de la famila Prieto y del principio de acuerdo entre Rover Alcisa y Cyes para que los Almenar vendan el 55% de su histórica división de obra portuaria. 

Estas dos operaciones, que deberán concretarse en los próximos meses, vendrán a solucionar los problemas económicos de dos sociedades históricas en el sector de la obra pública en la Comunitat Valenciana, Secopsa (que tiene pendiente la refinanciación de su deuda) y Cyes (en concurso de acreedores). Aunque ambas habían aguantado los años más duros de la crisis, la profundidad de la misma le ha acabado pasando factura.

No han sido, en todo caso, las peor paradas de una situación extrema para aquellas sociedades que tenían centrado prácticamente todo su negocio en la obra pública española o, más en concreto, valenciana. Sedesa, envuelta en polémica, se liquidó. La constructora de la familia Cotino, tras una extravagante aventura que le llevó a aliarse con Ezentis (operación que se deshizo), no logró superar la falta de actividad y, por tanto, de ingresos para pagar sus deudas.

Es un camino que puede acabar recorriendo también otra de las históricas del sector, Becsa, la filial de obra pública de Lubasa. El grupo de la familia Batalla tiene que renegociar en breve una deuda multimillonaria con los bancos. Aunque hace unos años pudo aplazar el vencimiento de más de 1.000 millones de pasivo, en el sector tanto de la construcción como financiero se pone en duda que la situación se pueda repetir pese a que la deuda es sustancialmente menor por la dación de activos para cancelar créditos.

EL EXTRANJERO

El resto de las grandes empresas valencianas dedicadas a la obra pública ha conseguido salir adelante lanzándose al exterior. 

Construcciones Luján, por ejemplo, logró cerrar 2013, último ejercicio cerrado y auditado, doblando su volumen de negocio, algo impensable en los años precedentes. 72 millones de euros de facturación, con un beneficio de 3,2 millones. Con filiales en Perú, Colombia (dos países que son la nueva tierra prometida para no pocas empresas constructoras valencianas), Rumanía, Alemania o Reino Unido, Luján parece haber superado la crisis con éxito.

Torrescámara, otra de las históricas, también centra su actividad en Latinoamérica. Entre sus adjudicaciones más recientes están las obras de revestimiento de túneles de abastecimiento de agua a Bogotá por 9,7 millones de euros, las obras contra avenidas del rio Chicama, en Perú por de 5,1 millones de euros, obras de mejora de varios colegios también en Perú por más de 10 millones. Su sociedad matriz (no el total del grupo consolidado) también mejoró facturación y ventas en el último año.

Es un caso similar al de la alicantina Ecisa, que también compite por obras en países tan distantes como Chile, Islas Mauricio, Qatar, donde tiene una filial con un socio local, o Irlanda. La constructora de los Pelaez fue de las que mejor supo soportar el tirón del ladrillo y de las que antes se lanzó al exterior ante la crisis en España.  

Rover Alcisa, por su parte, al margen de estar preparando su oferta para entrar en Cyes, está inmersa en un amplio plan de internacionalización de su negocio. Con una facturación que supera los 100 millones de euros, más de la mitad de su negocio está ya más allá de las fronteras, según explicaron recientemente sus directivos a ValenciaPlaza.com. Los concursos internacionales son la referencia del negocio de la compañía.

Pavasal es una de las pocas grandes de la obra civil valenciana que mantiene prácticamente su negocio en la Comunitat Valenciana. Según las cuentas de 2013, su cartera de negocios se concentra en su territorio de origen. De hecho, sin ir más lejos, la semana pasada se adjudicó en UTE con Dragados, la obras del primer tramo del parque central de Valencia que se urbanizará en la zona de Russafa Malilla. En el último ejercicio mantuvo su facturación en 100 millones pero sus resultados se resintieron, disminuyendo hasta cinco millones frente a los 16 millones del año anterior. En todo caso, su cartera de obras ascendía a más de 100 millones, de los que 89 millones eran propios y el resto en UTE.  

También en casa concentra su negocio otra de las históricas de la Comunitat Valenciana, Bertolín, que recientemente adquirió la empresa especializada en rehabilitación de edificios Antique. El grupo se ha especializado últimamente en la construcción de centros comerciales, como la tienda Bauhaus de Paterna o el gran centro comercial que levanta (o excava, proque será básicamente subterráneo) en el centro de Valencia para el grupo Aza.

Un nuevo mapa de un sector que sigue padeciendo un problema endémico: el tamaño de sus empresas, lo que obliga a ser en la mayoría de los casos el segundo en las UTE con las que optan a grandes concursos. En todo caso, la especialización que han alcanzado alguna de estas empresas y la oportunidad que les abre haber superado la crisis invita al optimismo.