MADRID (CP). El lema familiar del gran explorador Sir Ernest Shackleton era Fortitudine vincimus (vencemos por resistir). El cine español parece decidido a aplicárselo y quiere resistir. Por ese motivo quizás se eligió 'Resistiré' para el número musical con el que se inauguró la 29 edición de los Goya.
En un ambiente de amable orgullo, los profesionales de la industria cinematográfica española celebraban los éxitos de taquilla de un año que ha sido el mejor en número de espectadores y de recaudación de las últimas décadas, con una fiesta que distiguió al largometraje de Alberto Rodríguez como el mejor del año, el primero entre pares. Una gala larga, un poco aburrida y en la que no hubo sorpresas ni emoción. Desde el principio quedó claro que era la noche de La isla mínima.
Como reconocimiento a esa conexión con el público, la película fenómeno del año estuvo representada por sus mejores activos: sus actores. Ocho apellidos vascos, que ha conquistado el corazón de los espectadores españoles sin distingos de edad, ideología o procedencia, fue premiada en la categoría de mejor actor, un galardón más que merecido a Karra Elejalde, quizá el gran secreto del filme más querido del año, Carmen Machi en la categoría de mejor actriz secundaria y Dani Rovira en la de mejor actor revelación.
Los tres recordaron al gran ausente de la velada, Emilio Martínez-Lázaro, director de la comedia. Machi también evocó a su compañera Amparo Baró y reveló que un día antes de morirse le llamó para decirle que iba a ganar el Goya. Y Rovira se lo dedicó a su compañera de reparto y ahora pareja sentimental, la actriz Clara Lago.
La crítica más directa al ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, presente en la gala, fue el comentario de Pedro Almodóvar durante la entrega del Goya de honor a Antonio Banderas. El director de películas como Mujeres al borde de un ataque de nervios o Todo sobre mi madre, saludó a todos los amigos del cine y la cultura española. "Señor Wert, usted no está incluido", añadió.
Banderas fue el protagonista de la primera gran ovación de la noche, con todo el hotel Auditorium puesto en pie. El malagueño, formal, visiblemente emocionado, se permitió algunas bromas con respecto a su edad (relató que la estrella Taylor Swift le había dicho que a su abuela le encantaban sus películas) y leyó un largo y hermoso discurso repleto de alusiones poéticas.
"Si miro hacia el futuro me siento joven", decía. Banderas se ganó el aplauso de sus compañeros de profesión cuando recordó a todos los técnicos, amigos y personas que habían hecho posible sus películas. "La aventura continúa, y la ruta se hace más complicada y por lo tanto más apasionante", dijo. "La crisis es nuestro estado natural. Debemos abrazar la inseguridad de nuestra profesión", leyó.
Banderas hizo también gala de su españolidad ("para mí lo más importante era saber como se vería mi trabajo en España; y para concretar, en Málaga; y para ahondar aún más, en mi barrio") y reclamó apoyo para las jóvenes generaciones. Emocionado y con lágrimas en los ojos dedicó el premio a su hija Stella del Carmen, la persona que según él más había sufrido sus ausencias. "Y ahora me voy porque acaba de comenzar la segunda parte del partido de mi vida ", dijo con toda la platea puesta en pie, antes de protagonizar el selfie de la noche, con el primer tweet de su cuenta oficial de Twitter.
Como viene siendo habitual el presidente de la Academia, Enrique González Macho, aprovechó su discurso para atacar "el maldito IVA" del 21% que ha golpeado a la industria cinematográfica en todos su sectores, desde la producción a la exhibición. El Langui aprovechó unas escaleras para soltar una pulla. "Esto de la escaleras es como nuestro IVA; una pequeña jodienda". Sin embargo el carácter reivindicativo fue más moderado que en otros años.
No hizo falta. Los hechos hablaban. El cortometraje de animación ganador Juan y la nube de Giovanni Maccelli se había financiado en parte con crowdfunding. Y el mejor director novel, Carlos Marqués-Maret, premiado por 10.000 km, habló de su experiencia como emigrante: "Yo no fui en busca del sueño americano; tuve que irme". La Academia presumía de españolidad, recordando que los actores y presentadores vestían diseños de modistas españoles y fue, en definitiva, una gala tan aburrida como siempre, en la que el humor de Dani Rovira casi siempre funcionó pero no bastó. También estaba previsto en el guión.
Hubo premios para prácticamente todas las películas. Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo se llevó el de Mejor Guión Adaptado además del de Mejor Película de Animación, y Musarañas tuvo premio en Maquillaje para la valenciana Carmen Veinat. El Niño se llevó el de Mejor Dirección de Producción (con el requenense Toni Novella y Edmon Roch), Mejores Efectos Especiales y Mejor Canción, y Relatos salvajes el de Mejor Película Hispanoamericana. Hasta la arriesgada Magical girl de Carlos Vermut tuvo premio con el Goya a Mejor Actriz para una emocionada Bárbara Lennie.
Pero el protagonismo fue, sin duda, para Alberto Rodríguez que logró con La isla mínima el aldabonazo definitivo a su carrera con el Goya al Mejor Guión Original, compartido con Rafael Cobos, al Mejor Director y, sobre todo, el de Mejor Película que entregó Penélope Cruz. El sevillano vio como su película se hacía con un total de diez estatuillas y se coronaba como el mejor film del mejor año del cine español. Una película que ya es imprescindible y un motivo de orgullo para una industria que se ha reencontrado con su público. El primer paso para sobrevivir.
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