VALENCIA. Santiago Álvarez (Murcia, 1973) tiene la negra. Y no un día, sino la semana. O mejor, dicho, las semanas. En concreto, ya ha pasado por la Semana Negra de Getafe y la de Pamplona, tiene la de Barcelona en la agenda y, por supuesto, la de Valencia (de la que es uno de los organizadores). El motivo de tanto ir y venir es que ha culminado un sueño que duraba ya una década. "Hace diez años quería ser estrella del rock, pero al final he acabado de escritor, que es casi lo mismo", bromea.
Con su debut literario, La Ciudad de la Memoria (Almuzara, 2015), Álvarez se ha unido a una corta pero selecta lista de autores que incluye al pionero Ferrán Torrent, al norteamericano Jason Webster o al periodista Ramón Palomar entre otros. Todos ellos, y cada uno a su manera, han sabido convertir la soleada Valencia en el marco de historias en las que un detective y una investigación son los protagonistas. "Pero más que una novela negra, me gustaría que la gente dijera simplemente que es una buena historia que utiliza elementos del género negro", apunta.
LA TRAMA
La Ciudad de la Memoria es la primera aventura del detective Mejías, un tipo con ínfulas de Bogart que llevaba años viviendo en la cabeza de Santiago Álvarez y en un blog, pero que ahora se ha mudado al papel. Esta es la primera de sus andanzas, de un total de cuatro, de las que la segunda ya ha empezado a cobrar forma.
Lo de plantarse con una mini saga para empezar a hablar parece el típico truco para atraer a las editoriales, que suelen huir del autor de un solo libro como de la lepra. No es el caso. "La historia que quiero contar es la de Mejías, y la de cómo va evolucionando desde el que aquí se presenta hasta el que será al final. No me gustan los personajes planos, que son siempre iguales -como Sherlock Holmes- sino que los que transitan de un punto a otro. No he creado el personaje para explotarlo sino para desarrollarlo", asegura a Culturplaza.
Por supuesto, al tratarse de una novela negra tiene que haber tía buena (o personaje femenino, como se dice ahora en lenguaje políticamente correcto). Aquí es Berta, una universitaria sin un euro que, por casualidad, entra a trabajar en la agencia de detectives de un tipo que, como los protagonistas de Grupo Salvaje (Sam Peckinpah, 1969), llegó tarde a su época y lleva en ella demasiado tiempo. Un investigador de esos que cree que El Halcón Maltés (John Huston, 1941), más que una película es una forma de vida.
EL BAÚL DE LOS RECUERDOS
Se ha discutido mucho sobre Valencia como ciudad literaria, y a veces parece que solo escriben sobre ella los que no pueden hacer otra cosa. Álvarez no está de acuerdo. "Yo nací y viví en Murcia hasta 2001, y para nosotros Valencia era una especie de hermana mayor, lo que queríamos ser cuando creciéramos. Yo llegué y me cautivó desde el minuto uno y creo que como decorado es excelente". De hecho, rechazó los consejos de situar su historia en Nápoles o Lisboa, a priori urbes con mayor tradición literaria.
Una de las cosas que le fascinó, como a algunos empresarios sin escrúpulos, fue el ladrillo, pero él lo vio desde otro punto de vista. "En Murcia, los edificios viejos del casco antiguo han ido cayendo uno tras otro y sustituidos por otros de nueva planta. En Valencia no, ha habido mucha más rehabilitación y eso ha dejado un poso de historia que a mi me fascinó desde el principio". No es peloteo, le encantan las viejas fotos de la ciudad.
Las dos Valencias, la que ha sido y la que fue, se dan la mano en una trama en la que la memoria es también protagonista. Y lo hacen a través de la familia Dugo-Escrich, constructores con contactos en la administración y omnipresentes en el día a día de la ciudad, que esconde unos secretos que todos quieren que Mejías deje de investigar.
DEL BOOM AL CRASH
Que la hasta hace bien poco denostada como literatura menor vive ahora sus mejores horas no es ningún secreto pero, ¿es la novela negra otra moda, sucesora de la histórica? ¿Un simple boom o hay algo más? Santiago Álvarez espera que sea lo segundo.
"Lo malo de un boom es que, cuando acaba, no deja nada. Yo lo que pienso es que el género ha madurado mucho y espero que lo que estamos viendo es que se consolida y empieza a ocupar el lugar que le corresponde", dice. "Ahora a la gente le interesa la realidad, y la novela negra es un excelente vehículo para hablar de ella. Las andanzas de un tipo del siglo XII, por poner un ejemplo, ya no atraen tanto. La novela histórica es más para una época más tranquila, no para la que nos está tocando sufrir".
PARIENDO UN LIBRO
Santiago Álvarez es un culo inquieto que ha tocado todos los palos, desde el relato corto al teatro, pasando por la música, "y al final he acabado de escritor, quizás como suma de todo lo anterior". La caída del caballo tuvo lugar en los talleres que impartían, hace ya un lustro, Antonio Penadés (El Hombre de Esparta) y Santiago Posteguillo (La Sangre de los Libros) en el Hotel Liber.
Allí nació un pequeño grupo de amantes y practicantes de la literatura, El Cuaderno Rojo, en el que había gente como Marta Querol (Las Guerras de Elena), Sebastián Roa (El Ejército de Dios), Vicente Marco (Ópera Magna)... "Cuando dices que quieres ser escritor, el primer consejo que te dan es que lo dejes, pero si lo tienes claro, llega el momento en que la gente te anima, y ellos lo hicieron cuando leyeron mi sinopsis", cuenta.
Luego llegó un año de levantarse de madrugada para escribir mil palabras diarias antes de empezar la jornada laboral, en una mesa frente a una pared y con la única compañía del Scrivener, "el mejor software que se ha creado para escribir. Es como volver a los tiempos románticos de la máquina de escribir y el tablón de corcho lleno de notas, pero con las ventajas de las nuevas tecnologías".
"Hay quien se hace escritor porque ha tenido un niño y ha plantado un árbol y ya solo le queda eso; otros, por necesidad. Yo soy de esos". Así se enfrentó al proceso de crear su propia novela. "Escribir es como un parto", dice, "con sus dolores y sus contracciones, y la alegría final", concluye. Luego, seis revisiones del original y el "sí quiero" de una editorial. Ahora, está a la espera de lo que digan los lectores.
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