VALENCIA. No es que no haya sido contada, que sí. Ni tampoco es que no tenga nada interesante que ofrecer, ni mucho menos. Es que Valencia nunca se ha creído que podía ser un escenario cultural de primer orden. Lo ha tenido todo y sin embargo, en plena batalla por las identidades comunicables, reconocibles y exportables, nuestro imaginario literario tiene mucho de trencadís y poco de Saint-Germain-des-Prés, es decir, lo que nos ha pasado siempre: la ciudad se nos viene abajo dejándonos una sensación de desasosiego, de tiempo muerto, pegajoso, como si contempláramos el talento de otro tiempo hecho añicos, troceado y protegido por precinto policial. Algún día, hijo mío, todo esto será stock.
MISSER MASCÓ 17. PARÍS, MADRID Y BARCELONA.
La Habana, Buenos Aires, Praga, Estambul, Tokio, Nueva York, San Francisco o Los Ángeles equivalen a decir Reinaldo Arenas, Lezama Lima, Cabrera Infante, Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Borges, Cortazar, Walsh, Tomás Eloy Martínez, Kohan, Aira, Kafka, Kundera, Ohran Pamuk, Zafer Senocak, Murakami, Paul Auster, Kerouac, Burroughs, Ginsberg, Ferlinghetti, Edward Bunker o Dashiell Hammett. Existe toda una referencialidad intuitiva, construida a través de obras que han proyectado esos escenarios a todos los rincones del planeta y cuyos lectores, a veces viajeros, esperan reconocer en cada página y en cada esquina. ¿Qué es Manhattan o Brooklin sino lo que Woody Allen nos ha enseñado?
Es muy fácil escribir hacer una película en Londres. Del mismo modo que es muy fácil escribir una novela sobre París. Uno ya lo sabe todo y reconoce ese ambiente a petit bourgeois, a vino, a queso y a acordeón abierto sobre el Sena, a miseria, a vejez y a Barrio Latino. Han sido dos siglos de Victor Hugo, Balzac, Flaubert, Zola, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Camus, Modiano o Houellebecq. Si a todos ellos, se le añaden los pintores, cartelistas, años 20, los estragos de Amélie y las fotografías de Doisneau o Willy Ronis, podemos llegar a entender el pensamiento de Frédéric Moreau en La educación sentimental: "No existía en el mundo más que un solo lugar: ¡París! Pues en su mente, el arte, la ciencia y el amor (esas tres caras de Dios, como habría dicho Pellerin) dependían exclusivamente de la capital".
De modo que, pensando en Valencia, París no dejaría pasar un Misser Mascó, 17.
Una ciudad no solo es un territorio, sino también las sucesivas representaciones que permite a lo largo del tiempo y las resemantizaciones de que es objeto en el campo del arte. Benito Pérez Galdós relató la vida de los nuevos barrios burgueses de Madrid, las zonas del ensanche del siglo XIX, que ni tenían historia ni tenían misterio: barrios anodinos, amontonados, que escondían la bajeza de la vida urbana. Hoy Madrid es impensable sin Galdós. El Madrid de La colmena, de Cela. El Madrid de Ferlosio. Hoy Madrid es impensable sin los artefactos costumbristas de Larra, porque el periodismo (y el periodismo literario, en concreto) es fundamental para hacer una ciudad. Madrid es Luis Martín Santos: "Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos...".
Barcelona es la Nada, de Carmen Laforet, los pistoleros de las primeras décadas de siglo XX, La ciudad de los prodigios, que diría Eduardo Mendoza, con todos sus anarquistas repartiendo volantines en las puertas de las fábricas. Barcelona es exactamente Josep Pla. Incerta glòria, de Joan Sales. Barcelona es el Raval y el Paral·lel en las novelas negras, en Vázquez Montalbán, en Andreu Martín. Incluso Barcelona se sostiene en el fordismo literario de Carlos Ruiz Zafón o Ildefonso Falcones, porque esa ciudad alberga una grandeza cultural que va desde Vila-Matas hasta Peret, pasando por las tres negaciones de Javier Pérez Andújar: "No hay manera de estar cerca de Barcelona si antes no lo estuvieron tus antepasados. A Barcelona hay que acercársele en el tiempo. (...) Nadie pertenece a Barcelona por el mero hecho de vivir en ella, ni siquiera de haber nacido en la ciudad. En Barcelona se está en el cuarto de los invitados durante un par de generaciones, y luego ya se accede al cuarto de servicio. Porque de Barcelona solo se es por familia y por dinero, en riguroso orden".
Barcelona, pese a ella misma, tampoco dejaría pasar un Misser Mascó, 17.
TRANVÍA A LA MALVARROSA
Valencia podría haber sido mejor contada si a Blasco Ibáñez no se le hubiera defenestrado durante décadas. Fue Galdós y fue Zola pero en valenciano, admirado internacionalmente, cronista de la Gran Guerra, pionero en Hollywood, Blasco Ibáñez trazó una ciudad preciosa y terrible: las mujeres de Velluters y las vendedoras del Mercat en La barraca, hasta llegar montado en mula a las huertas de Alboraia; una Albufera naturalista y criminal hacia el sur en Cañas y barro; el refinamiento social de la Seu, la Xerea y Sant Francesc junto a la mezquindad contable de Doña Manuela de Fora en Arroz y tartana. "La tierra quiere ser amada" y quiere ser contada.
Lope de Vega, por aferrarnos al canon español y echando la vista atrás, escribió al menos 4 comedias ambientadas en Valencia: Los locos de Valencia, El grao de Valencia, La viuda valenciana y unas Hazañas del Cid y su muerte con la toma de Valencia. ¿Qué permanece de aquel siglo de oro valenciano, en dos lenguas, de aquella extraordinaria Academia de los Nocturnos? Los últimos montajes de Guillem de Castro (El Narciso en su opinión) o Gaspar Aguilar (El mercader amante) datan del año 2009; los penúltimos, a saber; los próximos, ni te cuento.
"Es más importante el mapa que el territorio", dice Houellebecq. Y a Valencia le faltan mapas y le sobra territorio. Tranvía a la Mavarrosa se publicó en 1997. Ya entonces, Manuel Vicent vivía en Madrid y escribía crónicas, novelas y cualquier cosa hasta hoy. Desde los Retratos de la Transición o las Crónicas parlamentarias de los 70 y 80 hasta El azar de la mujer rubia (2013), ha ido escribiendo siempre entre la melancolía, la sublimación emocional y la hiperestetización de la vida cotidiana; Valencia ha tenido cabida en Vicent gracias al mar y a su juventud, pero poco más. Destellos. De Juan José Millás, nada. De Carmen Amoraga, más celebrada que celebrable, algo. De Rafael Chirbes, la gloria de Crematorio y su imperio de corrupción. De Alfons Cervera, sus últimas Tantas lágrimas han corrido desde entonces, et alii. El aragonés Ignacio Martínez de Pisón escribió sobre Valencia una de las novelas de la memoria de mayor nivel de las últimas décadas: Enterrar a los muertos. Pero poco más. Con este panorama, es fácil entender que la referencia literaria desde hace algún tiempo sea Ferran Torrent. Societat limitada. Pues eso.
A Valencia le falta quien la cuente y quien la escuche, a pesar de voces dignísimas. Pero la construcción de un imaginario cultural potente solo será posible con la colaboración entre disciplinas y el fomento de un circuito cultural que hoy en día está desmantelado: en el mundo del teatro (y la desaparición del circuito teatral metropolitano), el mercado editorial (y en especial el desinterés institucional, cuando no menosprecio, por la literatura en valenciano o catalán) o la esfera audiovisual (dinamitada con el cierre de RTVV, cuyos escombros durarán años hasta que pueda regenerarse el sector). ¿Por qué a Valencia le falta quien la cuente? ¿Por qué después de tantos siglos aún no existe una conciencia literaria propia, como escenario, como paisaje o como marca? En ocasiones pienso que el "Cos mortal" de Estellés es realmente un poema-trencadís, hecho de trozos de una ciudad que nos han destrozado:
Trinquet dels Cavallers, la Nau, Bailén, Comèdies,
Barques, Trànsits, En Llop, Mar, Pasqual i Genís,
Sant Vicent, Quart de fora, Moro Zeit, el Mercat,
Mercé, Lope de Vega, Colom, Hernán Cortés,
Trenc, Ciril Amorós, Pelayo, Campaners,
Palau, Almirall, Xàtiva, Cabillers, Avellanes,
Pouet de Sant Vicent, Cavallers, Sant Miquel,
Roters, Sant Nicolau, Samaniego, Serrans,
Rellotge Vell, Sant Jaume, Juristes, Llibertat,
Soledat, Ballesters, Bonaire, Quart de dins,
Blanqueries, Llanterna, l'Albereda, Correus,
Nules, Montolivet, Gil i Morte, Espartero,
Miracle, Cordellats, Misser Mascó, Minyana,
el Portal de Valldigna, Porxets, Soguers, Navellos,
Querol, Reina Cristina, Mayans i Ciscar, Temple,
Ponts de la Trinitat, del Real, de la Mar,
d'Aragó, dels Serrans, de Sant Josep, de l'Àngel.
I l'Avenida del Doncel Luís Felipe García Sanchiz.
P.S. Misser Mascó, 17:
Com dic, m'agradaria anar un dia a Itàlia.
Veure places, museus, monuments, paisatges.
(¿Per què aquesta insistència, que no em deixa, d'ltàlia?
Un motiu que oferesc a l'amable assagista
o al biògraf que un dia vullguen estudiar-me.
De res. Manar. Ja sap: Misser Mascó, 17.)
Excenlente retórica la empleada en el artículo. Sin embargo, falta una reflexión y es la del bilingüismo. Cada lengua cuenta y siente Valencia de forma diferente. La Valencia castellohalbante la mira, la contempla, la critica, y la que habla valenciano reinventa una discurso reivindicativo sin fundamento.
@senyeraval, si fòren dues llengües diferents, vatros ja hauríeiu mort el valencià, per què ni el parleu ni l'escriviu. Al manco los de la banda d'Estellés són coherents amb lo que pensen i defenen.
Gran artículo! Y grande el comentario de @senyeraval que demuestra de primera mano cómo de ignorantes, provincianos y cargados de "autoodi" podemos llegar a ser los valencianos, estupenda guinda al texto.
Enhorabuena por el artículo. Yo también creo que Valencia tiene un potencial inmenso y, lo mejor de todo, está por llegar. Estamos gobernados por auténticos sátrapas que en su afán por poner a Valencia en el mapa están anulando nuestra identidad. El día que nos gobierne gente que AME Valenia y nuestra Comunidad, esto va a cambiar inevitablemente. Somos muchos los que queremos sacar brillo a esta preciosa ciudad que lleva demasiado tiempo siendo maltratada. Al comentario que afirma que el valenciano y el catalán son diferentes... Más estudiar y más cultura, por favor. Sólo demuestras ignorancia afirmando eso.
Es increíble como alguien que se queja del poco amor propio de valencia, no tenga el suficiente como para no saber que el valenciano siempre ha sido lengua independiente del catalán y encima nombras a un anti-valenciano como Estelles, que en su mayoría de poemas habla de violaciones pajas e insultos a los valencianos. Por otro lado ese nunca es incorrecto, Valencia fue muy consciente de lo que era durante el primer siglo de oro de una lengua neolatina, la lengua valenciana con autores que siempre afirmaron sin excepción escribir en lengua valenciana, nunca mencionando el catalán como propio.
Felicidades por el artículo. Es una pena que no se cuente más sobre Valencia, solo así se iría creando una imagen y marca que tanto hace falta.
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