VALENCIA. En Estados Unidos e Inglaterra, Valencia no sólo es famosa por su crisis económica. También se está haciendo popular por sus crímenes. Aunque prácticamente desconocido en estos lares, el inspector jefe de Homicidios Maximiliano Cámara está considerado allí como una de las voces más autorizadas para contar el descenso a los infiernos de la ciudad. Natural de Albacete, amigo de los refranes, amante del flamenco y porrero a tiempo parcial, el personaje del escritor norteamericano Jason Webster (San Francisco, 1970) no tiene de momento quién le traduzca al castellano. Mientras, los críticos de The Guardian, The Independent o The New York Times rivalizan entre ellos por ver quién se declara más fan del personaje y su autor.
-¿Qué hace un escritor norteamericano que ha recorrido medio mundo, afincado en Valencia y escribiendo sobre España?
-La historia tiene de todo, incluso un poco de casualidad. Llegué a España por primera vez en 1993 y me fascinó el país. Empecé a escribir sobre flamenco, la herencia musulmana, la Guerra Civil... pero no como los hispanistas que venían hace unos años a explicar a los españoles lo que era su país sino como un hispanófilo que quería comprender y saber más sobre un lugar que, cuanto más conocía, más cuenta me daba de lo poco que sabía. Luego, viviendo en Inglaterra, me crucé con la que sería a mi mujer, una bailaora de flamenco de Algemesí, y me vine a vivir a Valencia. Tengo dos hijos y estoy encantado de estar aquí.
-Es curioso, pero Valencia tiene poca trayectoria literaria, Ferrán Torrent y pocos más, pero usted la ha convertido en un personaje de novela.
-Sí, cuando empecé a investigar sobre Valencia me encontré con un artículo escrito por un inglés, Kenneth Tynan, que vino a finales de los 60 en el que decía que la ciudad era la capital mundial del antiturismo. En realidad, no lo decía como una crítica sino que, en un momento en que España se estaba poniendo de moda para el turismo de masas, la ciudad permanecía ajena a esa realidad: nadie venía, así que no había problemas de masificación. Los servicios eran lentos, había grandes edificios pero poco cuidados, no trataban bien a los guiris... y a él eso le pareció que formaba parte del encanto. En los 90, cuando yo llegué, eso seguía siendo cierto en parte.
-Sus primeros trabajos son libros de viajes, no sólo geográficos sino históricos y emocionales. ¿Cuándo decide apostar por la novela negra y crear a Max Cámara?
-Llegó un momento en el que decidí pasarme a la novela y busqué un personaje que pudiera ser testigo de todo lo que había pasado en Valencia en los últimos años. La ciudad estaba de moda y había pasado de ser un símbolo de lo mejor al ejemplo que pone toda la prensa extranjera al hablar de la crisis en España. Un policía como Cámara ve cosas que los demás no ven, así que me pareció un personaje que podía dar mucho de sí. Además, le pasa como a mí: somos de fuera y tenemos un punto de vista diferente de lo de pasa aquí.
-Cámara es un tipo curioso: un policía algo ácrata, no le gustan los toros pero es un enamorado del flamenco, tampoco le hace ascos a la marihuana...
-Sí, es muy contradictorio, y él mismo está confundido. Se crió con su abuelo anarquista y comparte sus ideales, pero por otra parte representa la autoridad. Además, siendo policía, tiene que ejercerla. Pero precisamente son sus contradicciones las que le hacen un personaje con más posibilidades, más humano.
-Una de las cosas más curiosas de sus novelas es que utiliza los aspectos más folclóricos de España, pero luego les da completamente la vuelta. En la primera asesinan a un torero; en la segunda, a un chef que hace unas paellas de muerte... nunca mejor dicho.
-Sí, pero es que los tópicos dan mucho de sí. Cuando mis amigos americanos me preguntan cómo hace Almodóvar para inventarse su universo yo les digo que lo que él hace es tomar una realidad que existe. Él luego la moldea y juega con ella, pero hay una base muy real. Lo mismo pasa, por ejemplo, con los toros. Es un rito, un museo vivo, una especie de obra de teatro... que se puede utilizar para decir mucho sobre España. En mi novela, la fiesta nacional se refleja en la relación entre Cámara y su novia. Además, en ella muere el mejor torero de España y lo hace en el centro de la plaza, como corresponde a una buena faena. Lo curioso es que a Cámara no le gustan las corridas, como a muchos españoles, así que llega un momento en que casi se siente como si persiguiera a al asesino de un asesino de animales. No es el tópico en si lo que me interesa, sino todo lo que tiene de metáfora y las posibilidades que abre.
-En la segunda novela, 'Una muerte en Valencia', el tema de fondo es el aborto, y los problemas de conciencia de Cámara siguen.
-Sí, en su vida personal ha ocurrido algo que hace que él no hable del aborto de oídas sino como algo muy real. Le toca buscar a un abortista que ha sido secuestrado y llega un momento que no sabe ni si quiere encontrarlo. Él, en todo momento, se mueve por zonas grises, no hay nada que sea en blanco y negro ni bueno o malo.
-¿Cómo es posible que no hayan sido traducidas aún unas novelas en las que Valencia como ciudad es una parte tan importante y que reflejen tan bien lo que está pasando aquí?
-Eso es más bien cosa de las editoriales, aunque confío en que para navidades 'O el toro te mata' se traduzca. Para mi sería un orgullo que me leyeran en Valencia. Estoy trabajando en la cuarta parte y creo que Max Cámara se va a convertir en una serie más larga. El policía va evolucionando al ritmo de la ciudad, así que me encantaría ver qué relación puede establecer con los lectores locales. No olvidemos que yo soy guiri y por eso mi visión desde fuera -aunque llevo mucho aquí- puede resultarles diferente.
-No dejar de ser curioso que nadie haya escrito nada sobre tus novelas aquí en Valencia.
-Cuando salió la primera, la editorial mandó desde Londres un dossier a Canal 9 y nadie contestó. La verdad es que no me extraña, lo que ocurre con esa televisión es de vergüenza, y te lo dice un periodista que ha trabajado para la BBC. Yo, lo que pasa en Canal 9, no lo he visto en ningún otro sitio. Luego también me invitaron del Ayuntamiento a ver la mascletà desde el balcón. En realidad yo ya había visto un motón, pero debieron pensar que escribía de oídas o algo así. Fueron muy simpáticos, pero cuando se dieron cuenta del tipo de novelas que escribía, la imagen de la ciudad que reflejaba, y que no tenía ninguna intención de cambiar el tono, ya no me llamaron más.
-Espero que los lectores valencianos tengan pronto la ocasión de ver la ciudad con los ojos de Max Cámara. ¿Cómo la ve usted?
-La verdad es que soy pesimista, aunque intento no serlo. Y no es sólo Valencia, es todo. Si ves la historia del país desde los reinos de Taifas hasta ahora siempre es lo mismo: España sólo se mantiene unida cuando hay un régimen centralista fuerte. La llegada de la Democracia marcó un gran reto: mantenerse unidos por voluntad propia, sin necesidad de forzar. Para mí, España unida es mucho más que la suma de sus partes y me sabría mal que se rompiera, pero no es una cuestión mía.
-¿Y qué opina de la situación económica?
-Tengo dos niños pequeños y reconozco que estoy preocupado por su futuro, por la sanidad que les espera, la educación... Yo conocí España en los 90, cuando aún tenía mucho de la locura de los 80 y empezaba a crecer. Desde hace años asisto al declive, al pesimismo... y no me gusta. España es un país con una gran creatividad que puede salir adelante. Yo creo que casi lo mejor sería salir del euro, pasar un par de años muy duros, y luego las cosas serán mucho mejor. De momento, lo veo todo bastante mal.
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