VALENCIA. "Hace siete años que no acudía y trabajo aquí al lado. Recuerdo que habíamos quedado con Eduardo Arroyo, que exponía en el museo, y cuando nos vio nos dijo: ‘Menos mal que habéis venido porque esto era insoportable'. Desde entonces no he vuelto a acudir a una inauguración y eso fue en febrero de 2008". El funcionario de la Diputación de Valencia miró a su interlocutor y al crítico de arte José Luis Pérez Pont, quien asintió. "En mi caso", respondió Pérez Pont, "no vengo desde 2009, cuando Consuelo Císcar me echó de aquí y me prohibió la entrada", rió Pérez Pont.
El IVAM inauguró este jueves noche su nueva exposición en la galería 1, En tránsito. Compuesta por 57 obras inéditas o poco vistas de la colección del instituto, entre las cuales se encuentran ocho pinturas de Miquel Navarro, quien hasta hace un mes exponía en ese mismo espacio su donación, la fiesta de apertura de la muestra fue una cita especialmente feliz, casi optimista. Fue la galerista Olga Adelantado la que resumió el espíritu con eficaz síntesis. "Esto es como las fiestas de reencuentro de Estados Unidos. La gente se alegra de verse. Hacía mucho tiempo que no venía y está feliz de volver a estar juntos", dijo.
Pocas veces en la última década el centro de arte contemporáneo valenciano ha celebrado un acto tan multitudinario. Ni tan siquiera la fiesta del 25 aniversario se le puede comparar. Aproximadamente más de medio millar de personas se congregaron en un éxito de convocatoria que convirtió las salas de la galería 1 en un hervidero en el más puro sentido de la palabra. Y lo más importante era quienes conformaban el público. "Está lleno de exàmics", comentaban trabajadores del centro, en alusión a la asociación creada para protestar por la deriva del instituto hace ya más de quince años. Ni atisbo de desafección o de asistencia por compromiso.
La afluencia fue inusual. La concentración fue como la más optimista de las previsiones. Era un constante ir y venir. "Incluso personas de otras ciudades", se congratulaba José Miguel G. Cortés, director del museo y comisario de la exposición. A su lado, la consellera de Educación y Cultura, María José Català, sonreía. "Han venido de todos los partidos", recalcaba la consellera; "Enric Morera, Juan Soto...", enumeraba. "Esta lleno de artistas, todos los galeristas, de las dos universidades, la de València y la Politécnica", apuntaba Cortés. "Lo único que quiero es que la gente entienda que éste es su museo. El IVAM tiene que ser de todos, porque el museo es de todo el mundo. Aquí no sobra nadie", decía.
Artistas como Horacio Silva, José Saborit, Carolina Ferrer y Encarna Sepúlveda ("hacía cuatro años que no venía") paseaban al lado de los representantes culturales de Podemos el director teatral Ximo Flores y la historiadora Aurea Ortiz; se podía ver a MacDiego charlar con Ibán Ramón, a la arquitecta Sonia Rayos con la diseñadora Lilian Gulin y la periodista Eva Peydró; a Tonino Guitián bromear con Olga Adelantado; a Ramón Marrades y David Estal; al decano de la facultad de Bellas Artes José Luis Cueto y a catedráticos como Pérez de Rojas o Juan Bautista Peiró; a Ignacio Carrión; al director de actividades de la Fundación Martínez Guerricabeitia, José Pedro Martínez García, a quien saludó efusivamente Cortés; a representantes institucionales... El economista Pau Rausell resumió las sensaciones de los presentes con su tweet ‘Tornem al IVAM', porque la mayoría tenían ese mismo nexo común: Volvían.
En un rincón, la exdirectora del centro, Consuelo Císcar. Acompañada de su antigua mano derecha, Juan Bría, Císcar ocupó un más que discreto segundo plano en la inauguración. Muy pocos se acercaron a saludarla. Con una sonrisa de circunstancias, contempló la performance de Llorenç Barber que duró en torno a media hora. Tras asistir unos minutos a la inauguración, Císcar se fue tal y como había llegado, casi en el anonimato. Bajó las escaleras acompañada de José Cosme y Bría y se subió a un taxi donde le esperaba el arquitecto José María Lozano. Su marcha pasó desapercibida para la mayoría de los asistentes
Mientras, dentro, Català le preguntaba a Cortés por todas las obras, "¿qué significa esto?", "¿por qué habéis elegido esta artista?", rodeados de ríos de personas que iban y venían. Hacía calor, sobre todo en las dependencias finales. No semejaba invierno. Fotografías, móviles, sonrisas, bromas... pero ningún exceso. Ningún lujo. La fiesta, como tal, no se destacó por grandes dispendios. No los hubo. El vino de honor se limitó a unas pocas bandejas de refrescos y, cómo no, vino. Los asistentes miraban a las obras, hablaban de ellas. Nadie buscaba las bandejas.
Cuando Català se estaba a punto de ir, Joan Llinares se aproximó a Cortés y le informó: "Ha venido Manuel Muñoz, que no podía despedirte. Que te felicitara y que ya volverá otro día para ver mejor la exposición. ‘Espectacular' ha dicho". Cortés sonrió. En los buenos años del IVAM la inauguración era el peor día para ver una exposición. Este jueves noche volvió a ocurrir.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.