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ANÁLISIS POLÍTICO - OPINIÓN

El sistema electoral como 'trending topic'

FRANCISCO SÁNCHEZ *. 11/03/2014

"Sería generando competencia interna dentro de los partidos como podrían despuntar nuevos liderazgos; también los diputados se esforzarían por trabajar más en las Corts, a favor de los votantes..." 

VALENCIA. Proponer reformas al parlamento o a los sistema electorales, como ha hecho el president Fabra estos días, se ha convertido en una especie de trending topic del regeneracionismo de la política española. Los trending topic son parte de esa nueva realidad en la que las cosas existen aunque sean 2.0. Se trata de algo que parece importante y fundamental gracias a que mucha gente habla de ello, siendo la base de su importancia el hecho en sí de que se hable de ello.

Además de ser circulares, pueden producir el espejismo de una agenda pública activa y participativa, aunque el debate no sea profundo y reposado debido a que la aproximación a los temas por parte de los intervinientes es bastante acrítica.

En España (también en otros países, no quiero caer en el tópico del particularismo de la desgracia que tanto me molesta) está muy arraigada la idea de que el sistema electoral es el eje del funcionamiento del sistema político  y por ello, se busca solucionar casi cualquier problema con reformas al mecanismo para elegir representantes. Es así que prácticamente a todo le suena el tema de las listas abiertas, las elecciones primarias o las aparentes ventajas de ponerle cara al representante eligiendo uno por circunscripción.

A fortalecer esta visión también han contribuido políticos como el Dr. Francisco Camps con su tesis doctoral, o UPD e IU buscando un sistema que les perjudique menos. Pero no se puede entender la actual centralidad de estos temas en el debate sin prestar atención a ese nuevo modelo de líderes de opinión que barnizan sus propuestas políticas con una pátina de academicismo y tecnicismo, siendo el catedrático de Management de la LSE, Luis Garicano, uno de sus mejores ejemplos. Personas que, con sus provocadoras propuestas, se han hecho un hueco en los medios de comunicación combinando su actividad de publicistas con la acción directa.

Las propuestas de reforma aparecidas tras la crisis económica se han centrado, básicamente, en culpar a los políticos y a los partidos de la crisis de la democracia. También en achacar al sistema electoral, al mismo tiempo, efectos perversos y capacidades regenerativas cuasi milagrosas, tal y como ya comenté en este mismo medio en su momento.

Sin embargo, para reflexionar sobre la reforma institucional como solución a los problemas políticos, lo primero es recordar las palabras del clásico de la Ciencia Política Giovanni Sartori al inicio de su libro Ingeniería Constitucional Comparada, donde nos dice que hay que saber para qué, cómo y qué reformar. Su recomendación es no aventurarse si no se tienen claras las respuestas.

Me parece que el president Fabra tiene más o menos claro por qué y para qué reformar. Como recoge Valenciaplaza.com, él quiere "que cualquier persona pueda conseguir representación directa"; mejorar " la gestión de los problemas que preocupan y afectan a sus vecinos"; y el fin es conseguir "mayor proximidad entre el candidato y su elector, mayor representatividad territorial y responsabilidad directa del diputado".

Ahora bien, cabe preguntarse si las elecciones de un tercio de diputados en circunscripción uninominal es la mejor manera de solucionar los problemas antes mencionados. Entre los riesgos que señalan los expertos consultados por Valenciaplaza.com, el más peligroso, desde todos los puntos de vista, es el claro sesgo mayoritario. Aspecto este que ha puesto en alerta a los partidos más pequeños, pues saben que, a pesar de la pérdida de apoyo al PP, éste sigue siendo el partido mayoritario de la Comunidad y por lo tanto beneficiario directo de la reforma. Todo modelo institucional tiene efectos positivos y negativos, debiéndose tener más cuidado con estos últimos.

Pensemos cómo esos diputados del tercio comarcal van a poder gestionar de mejor forma los problemas que afectan a los ciudadanos. ¿Acaso se está pensando en convertir a los diputados en una especie de gestores de los asuntos locales ante las consejerías? ¿Cómo evitar el riesgo de clientelismo y redes de corrupción a nivel local? (solo un nombre: Carlos Fabra).

Se dice que cualquiera podrá ser elegido, lo que no es del todo cierto tomando en cuenta que se necesita una estructura de apoyo (por eso surgieron los partidos); pero, sobre todo, no podemos asumir que ese cualquiera será un dechado de virtudes: puede ser por el contrario cualquier cacique local. Además está extendida la creencia de que representarán mejor los intereses de sus circunscripciones, como si las circunscripciones tuvieran intereses únicos: por ejemplo, en un conflicto por el trazado de una carretera que enfrente a dos pueblos ¿a qué pueblo defenderá el diputado?

Se me dirá que el sistema permite penalizar también de forma más directa en las elecciones, pero qué pasa si el diputado consigue tejer una red de intereses que le asegure mantenerse en el poder (otra vez mis recuerdos para Don Carlos). Me resulta extraño que se insista tanto en la necesidad de relación entre las Corts y el poder local, como si no hubiese ninguna. Cabe recordar al president que la mayoría de los diputados son alcaldes o concejales, comenzando por Rita Barberá.

No rehúso al cambio, creo que el sistema de representación política lo necesita. Pero por más que reformemos el sistema electoral, si no cambiamos los partidos no iremos a ningún lado. Uno de los mayores problemas que tiene la representación es que los partidos están fracasando en su función de selección y reclutamiento. Si queremos políticos de calidad no podemos poner todas nuestras esperanzas en que la gente conozca a los políticos; tampoco centrarnos en su nivel de estudios o si no hablan inglés, pues al fin ¿qué hay que estudiar para ser político?

Quizá sea mejor profundizar en la otra idea que presentó el president y reformar el Reglamento de las Corts. El mayor favor que se le puede hacer a la democracia es acabar con la tiranía de los portavoces de grupo parlamentario. Si los diputados pudiesen intervenir cada vez que quisieran, legislar y representar de forma más independiente, otro gallo cantaría.

Sería generando competencia interna dentro de los partidos como podrían despuntar nuevos liderazgos; también los diputados se esforzarían por trabajar más en las Corts a favor de los votantes, porque su visibilidad pública les aseguraría visibilidad dentro del partido y apoyo entre las bases. En definitiva: apliquen la navaja de Ockham al absolutismo vertical de los partidos: ganarán en democracia y serán mas próximos a los ciudadanos. He ahí una reforma fácil y efectiva.
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* Francisco Sánchez López es profesor titular de Ciencia
Política y de la Administración de la Facultad de
Derecho de la Universidad de Valencia
  

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