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UN PAPEL SIEMPRE CUESTIONADO

¿Es el rock (todavía)
cosa de hombres?

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 01/02/2014 Distintos libros siguen remarcando el escaso papel de la mujer en las escenas del rock. Hablamos con especialistas y mujeres-músico sobre el tema

VALENCIA. Puede parecer un fenómeno tan inaudito como digno de estudio, pero el peso específico de las féminas en los diferentes estadios de la industria del rock sigue siendo inequívocamente secundario, a casi sesenta años vista de la irrupción del género. Y sin meditas tintas, sin demasiado espacio mediático a explotar para quien habite entre la potenciación de la propia sexualidad (el arquetipo de mujer fatal trazado por Madonna e imitado por cientos) y la asunción de códigos andróginos o, directamente, masculinos. Carne de estereotipos.

Diferentes estudios han abordado la cuestión desde ópticas muy distintas. Uno de los más recientes en aportar algo de luz sobre el tema es el alabado libro Clampdown. Pop Cultural Wars on Class and Gender (traducible como Represión. Guerras pop culturales acerca de la clase y el género), publicado hace unos meses en el Reino Unido por la periodista galesa Rhian E. Jones, y que viene a complementar algunos estudios anteriores desde una perspectiva que denuncia no solo el sexismo implícito en la industria, sino también su clasismo.

Jones viene a decir que en los últimos 20 años esa marginación se ha hecho más evidente en su país, y a ello han contribuido el brit pop (en connivencia con el Nuevo Laborismo de Tony Blair), el indie de vertedero (así lo llama ella) imperante en los últimos diez años y, sobre todo, la criminalización sutil pero perseverante al que la clase política (la coalición Cameron-Clegg) y mediática dominante ejerce sobre la clase obrera, caricaturizada (y ridiculizada) en personajes como la Vicky Pollard de la serie cómica Little Britain: una chav (el equivalente a nuestros/as "chonis", vaya) en toda regla. 

Su apasionante estudio parte inequívocamente de trabajos previos tan capitales como The Sex Revolts: Gender, Rebellion and Rock and Roll (1996), de Simon Reynolds y Joy Press, o el fundamental Chavs: La demonización de la clase obrera (2011), del también británico Owen Jones, este sí traducido al castellano y editado en nuestro país. Las referencias a la escena anglosajona, obviamente, no solo son extrapolables, sino también magnificables a cualquier otra latitud, por cuanto son aquellas las que marcan la pauta internacionalmente.

LA CONTROVERSIA VISTA DESDE AQUÍ

"Me gustaría no haber tenido que profundizar sobre este tema, porque eso significaría que está normalizado y que no haría falta diferenciar entre sexos": quien esto afirma es el periodista catalán Toni Castarnado, quien -no obstante- lleva ya un par de volúmenes explotando el filón con evidente solvencia  en Mujeres y música. 144 discos que avalan esta relación (66 RPM), dos libros que glosan algunos de los discos más interesantes facturados por mujeres en las últimas décadas, desde una óptica más expositiva e individualizada que contextualizada desde la reivindicación general.

Castarnado asume que "se ha avanzado y se han dado pasos importantes, pero aún hay mucho trabajo por hacer", y que vale la pena desterrar estereotipos para "reivindicar esa posición desde un punto de partida meramente creativo, que valga más el talento que la imagen, que pese más lo que se escucha que lo que se ve", en unas lides en las que suelen tener más visibilidad las grandes damas "del jazz vocal o las de fenómeno del nuevo soul impulsado por Amy Winehouse".

Nuestro compañero Eduardo Guillot, por su parte, trazó un completo repaso a la aportación hecha en pro de la normalización del papel de la mujer por géneros como el riot grrrl y el punk rock en uno de los capítulos del imprescindible libro colectivo Teen Spirit. De Viaje por el pop independiente, editado por Mondadori en 2004. Para él, "el papel de la mujer en el rock no dista mucho del que una sociedad tan profundamente patriarcal como la occidental le ha reservado en otros órdenes sociales", y cita el subtítulo del libro de Lauraine Leblanc (Pretty in Pink, 2001) como suficientemente ilustrativo: Resistencia femenina de género en una cultura masculina, aunque reconoce "difícil que ningún estudio cambie las pautas de comportamiento y organización de la sociedad".

Reivindica el papel de Warpaint o Savages como "bandas femeninas no precisamente underground" e incide en que "no es una cuestión de género, sino de ideología", en sintonía con los estudios mencionados, ya que "los planteamientos feministas o reivindicativos no suelen recibir la misma atención por parte de medios y público mayoritario", subrayando su argumentario con la afirmación de que "la mayoría de ejecutivos discográficos, grandes managers y promotores internacionales son hombres: no tiene tanto que ver con determinados instrumentos o estilos musicales como con su ausencia casi absoluta en puestos dirigentes y de poder".

Su mención a los instrumentos venía dada por nuestra cuestión acerca de que el punk rock generó que muchas mujeres empuñasen, en un principio y de forma mayoritaria, herramientas tan subalternas como la batería o el bajo. Aunque el trecho recorrido desde pioneras previas como Maureen Tucker (percusionista de The Velvet Undergound) hasta Patti Smith, Chrissie Hynde , PJ Harvey o tantas otras, indiscutibles iconos femeninos de las últimas décadas, es enorme.

MUJERES EN PIE DE GUERRA. O SOLO DE GUITARRA

Acercando el foco a nuestro entorno, la casualidad quiso que, justo cuando estábamos a punto de recabar su opinión para este texto, un par de front women radicadas en la escena valenciana anduvieran enfrascadas en una polémica en las redes sociales: la de la (supuestamente) provocativa  y poco recatada portada de Russian Red en el último número de la revista Rolling Stone, ante cuyas reacciones (no exentos de sexismo por parte de algunos lectores y cibernautas) estaban mostrando un posicionamiento muy claro.

Una de ellas, la chilena Soledad Vélez, afirma que una mujer "no sólo debe esforzarse al máximo en lo musical, sino también que no se le ocurra liarse con otro músico, ya que se habría ganado el puesto local de putilandia". Reconoce tener "mal carácter, aunque soy respetuosa", pero también que eso le ha ayudado a "hacerse un hueco" en un panorama marcado por "el concepto de debilidad, en el que a la mujer no se le ve como una posible líder, ni con capacidad de decisión o de simplemente saber abordar una técnica".

De opinión parecida es la cantante valenciana Carolina Otero, quien dice que "el rol de creador e instrumentista sería propio de los hombres, así como su imagen debería no ser juzgada",  y "se olvida deliberadamente que una mujer puede elegir salir con escote porque puede hacerlo y sonar como los ángeles, o salir con un suéter tres tallas más grandes y seguir siendo un ser exquisito". Al final, siempre ocurre que "ha de demostrar que puede ser atractiva, y tener una buena voz, y ser buena compositora, y ser buena instrumentista, muchas veces por una cuestión de miedo y de complejo de inferioridad de los consumidores de arte".

Soledad Vélez

El colectivo Hits With Tits, que impulsa desde Valencia el trabajo de bandas netamente femeninas de todo el país (Carmonas, Chiquita y Chatarra o Terrier) a través de discos recopilatorios, recalca que las mujeres "son menos visibles de lo que deberían, pero siempre están activas cultural, musical, gráficamente y en todos los aspectos creativos que te puedas imaginar", y se reconocen en deuda con el punk o el riot grrl, como "movimientos reivindicativos que siempre vuelven, y  más en momentos de necesidad, como por ejemplo las primeras sufragistas, sin las que el panorama no sería el que conocemos". Ada Díez, una de sus responsables, nos asegura que "cualquier forma de visibilizar, de dar empoderamiento a la mujer, es liberador".

Precisamente Carmonas son un claro ejemplo de banda emergente valenciana compuesta íntegramente por mujeres, fieles herederas de la filosofía del punk y su inmediatez (sus temas apenas llegan a los dos minutos). Ellas también abogan por que "se valore la música por si es buena o mala, y no porque provenga de mujeres u hombres", y consideran "muy fuerte que se valore a un grupo por ser mujeres y aunque su música sea mala se pase por alto, porque a veces también existe ese problema". Forman parte de la última avanzadilla de formaciones surgidas desde todos los rincones del Estado (y del mundo, claro: ahí está la triste notoriedad de las rusas Pussy Riot, un ejemplo entre miles) que lucha, de forma más o menos intencionada, por darle a la mujer la visibilidad y el protagonismo que  por múltiples motivos se le ha venido discutiendo en los distintos estamentos del rock. Que las cosas cambien, en un futuro, quizá sea solo cosa de tiempo. O también puede que no.

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2 comentarios

chiquita escribió
05/02/2014 20:45

Carmonas,son explosivas,cargadas de energia electrizante que nadie debería perderse

Jam Albarracín escribió
01/02/2014 12:13

Me gusta el artículo y me encanta Carmonas. Yeah!

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