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el cabecicubo

Top Chef: el triunfo de los concursos mide-egos

ÁLVARO GONZÁLEZ. 30/11/2013

MADRID. ¿Qué es la vida, se preguntarán ustedes? Pues la vida es eso que ocurre cuando estás en un bar con tus amigos y no hay al lado una máquina recreativa mide-egos del Trivial Pursuit, por ejemplo, sobre la que abalanzarse en manada durante un par de horas. Ya saben, ese juego que te pregunta si Keops está en A/ Miami B/Albacete C/ El Cairo, presionas la tecla adecuada y con suerte y otro quesito puedes dejar un récord de ‘MARIAJO y LOLO' durante todo el finde y bien entrada la semana. Una forma como cualquier otra de sentirte realizado como intelectual de izquierdas. Ahora, vivir, lo que es la vida, eso queda en otra parte.

En la televisión ocurre lo mismo. No valen ya las fórmulas de los programas tipo ‘Con las manos en la masa' con sus famosos y su Vainica Doble, ni el formato de Arguiñano y sus insultos al Gobierno, ni la cocina en grupo de Mariló. La audiencia necesita ver a alguien aplastar a otro alguien, a gente llorar, a tiburones triunfar, como en la vida misma, como en su día a día. Por eso los concursos de competición al límite ya sean de canto o de cocina, han desplazado a los de música y gastronomía. Por ese motivo, básicamente, porque no moría nadie.

Es un fenómeno que conlleva paradojas. Tú te marcas un documental sobre las diferentes formas de cocinar la perdiz en Castilla y León y se convierte en el programa de La2 de después de comer favorito en las narcosalas de Valdemín Gómez. Ahora, pones a un chino de Alcobendas y a una valenciana ciclotímica a cocinar una perdiz en menos de una hora para que luego les insulte un jurado presidido por Alberto Chicote, y reúnes frente al televisor a tres millones cuatrocientas mil almas. Un pasote.

¿Pero no hay alternativa a esto? Sí, en Telecinco está ‘La Voz' a la misma hora con sus dos millones ochocientos mil seguidores. Una lucha sin cuartel. Sólo la dicotomía entre las dos filosofías opuestas de Barça y Real Madrid puede ser una mayor pérdida de tiempo.

Pero hoy hablaremos de Top Chef, un espacio prácticamente idéntico a Masterchef, el cual ya está anunciando sus castings. O sea, que quien quiera alta competición gastronómica ya la tiene al nivel del fútbol: todos los días del año. En este caso, Top Chef es lo mismo que el programa de TVE1 y como añadido singular sólo aporta a Chicote y sus frases demoledoras.

El miércoles pasado, por ejemplo, mientras cataba como jurado lo que habían cocinado los concursantes, dijo de una perdiz con gachas: "Esto es como mirar al fondo de un pozo", y de una perdiz con arroz meloso: "Si pones en Google desacierto sale esto". La humillación forma parte de atractivo de este hombre. Así como cuando iba con una mezcla de prepotencia y condescendencia a bares de barrio en ‘Pesadilla en la Cocina', él que había convertido una vieja fábrica de pan en uno de los restaurantes de moda de la capital y era mu importante, mu importante, aquí también te dice las cosas claritas mirándote a los ojos y dejándote en ridículo. Y es donde se disfruta. Porque un tío lo está pasando mal delante de todo el mundo y tú no. Eso hace segregar serotonina a las audiencias contemporáneas.

La última entrega de Top Chef fue especialmente sádica. Hicieron una repesca con concursantes antiguos y sus platos tenían que ser valorados por sus antiguos compañeros, los que aún seguían en el programa. Chicote les pidió que cocinaran una perdiz "a la antigua usanza". Y antes de que se metieran en faena, les llevó a Benjamín Urdiain, del restaurante madrileño Zalacaín, para que les diera unas indicaciones. Aquello parecía un congreso de caballeros Jedi, con Chicote babeando ante el maestro y, luego, a los cuarenta minutos del programa, gritándole a los concursantes "¡Para esto traigo a Benjamín! ¿Qué ha dicho, eh, eh, qué consejos os ha dado, eh eh?"

Aunque en este punto hay que decir que llevaba razón. Los concursantes pasaron mucho de las indicaciones tradicionales del maestro Yoda e hicieron la perdiz aportando su toque personal y sofisticado. Iba en contra de ellos mismos, porque les habían pedido claramente que hicieran una perdiz al modo clásico, pero algunos se empeñaron en ‘crear'. Uno de ellos pudo explicar esta actitud sin ningún tipo de sentido: "Si no puedo entrar, que sea por hacer mi cocina". Una filosofía española 100%: "Si nuestra civilización tiene que desaparecer, que sea con nuestra forma de entender la banca y el capitalismo, sin el más mínimo cambio, y que cuando nos encuentren los arqueólogos, que los fósiles estén todos con careta de Cristiano Ronaldo".

¿Y qué tiene que aportar Valencia a todo esto? Pues la concursante valenciana fue la gran protagonista, hermanos del Turia. Todos los concursantes la odiaban y, en cuanto dejaron descansar un poco los fogones y no les quedó más remedio que hablar entre ellos, se pusieron a discutir todos con ella. Era lógico también, porque Bárbara, que ese es su nombre, se marcó un ‘Rafael Hernando'. Dijo mientras cocinaba que a ella no la iban a elegir porque le caía mal a todos y cuando le recriminaron que dijera que había dicho que no la iban a elegir porque le caía mal a todos, dijo que no había dicho eso. Ya más relajada entre bastidores, se explicó: que por un lado quería irse porque se llevaba mal con todos, y por otro quería darles en todo el morro con un platazo. Pero ay amigo, como la eligieron, dijo que no había rencores y que quería darles un abrazo. Háganla fallera mayor, carajo.

El otro clasificado fue Antonio, de gran parecido con el actor Hugo Silva. Le tocó cocinar un platazo solamente con lechuga como ingrediente. El tío se puso a hacer un gel y no sé cuántas historias más, diferentes presentaciones de la lechuga en el plato, para las que tuvo que ejecutar una osmosis. Un tío que mira una lechuga y piensa que lo que necesita es una osmosis ¿qué no podrá hacerte en la cama?

El ganador o repescado al final fue Jesús Almagro, un tío de nivel al que habían eliminado porque por lo visto confundió el sabor del nabo con el del calamar. En el vídeo recordando el momento salía diciendo preocupado: "He notado nabo, he notado nabo...". Frase que sacada de contexto por mentes maliciosas pues, oiga, hacía mucha gracia y la repetiremos en momentos de aglomeración en la cola de algún concierto a nuestros amigos que también estén tan solos y amargados como para ver las propuestas del prime time y puedan pillar la gracia. "He notado nabo".

Y para dobles sentidos, el espacio después del programa que conduce una señora con el DNI de Paula Vázquez y que asegura ser la antigua presentadora del Euromillón. Allí estaba el concursante más simpático de Top Chef, un chino de Alcobendas, que lo había pasado fatal cuando le ponían a competir con platos de cocina tradicional española porque era experto en la oriental. Paula, con sus sugerentes encantos biotecnológicos, le acercó un calabacín tamaño brazo de gitano y le dijo: "Demuéstrame qué puedes hacer con esto". A la una y pico de la mañana. Figúrense qué esperaban nuestras mentes enfermas que hiciera el chino de Alcobendas.

Pero no. El tío lo que hacía era cortar rodajas del calabacín en el aire, como en el circo, con un cuchillo superafilado que lo mismo, no lo sé, patrocina el programa. Era el momento idóneo para cambiar de canal o para irse al frigorífico a ‘crear' también, qué sé yo, un bocadillo de chorizo con uvas, porque estos programas, otra cosa no, pero gazuza, dejan un rato.

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4 comentarios

jose escribió
02/12/2013 12:01

Yo soy muy fan de Chicote. Odio a los modernos que siempre están hablando y haciendo de comer y luego no saben hacer una perdiz en escabeche o un conejo guisado, como los supuestos profesionales del programa. También reparto mi odio entre los mauricios cutres a los que insultaba y ridiculizaba en su programa. En fin, el mundo de la cocina está muy lleno de tontuna y Chicote es una buena némesis -al menos televisivamente hablando-. Saludos.

La Chica en Llamas escribió
02/12/2013 11:24

Hola Álvaro, permítame que le diga que no veo bien que haga un comentario de un programa que no suele ver ya que le lleva a equívocos y hace que su crítica no sea para nada real y no me parece justo para la gente que le lee. Para empezar es un programa de gastronomía, en la que se juzgan y valoran, tanto para bien cómo para mal, los platos que cocinan los concursantes, no pretenderá que si alguien hace algo incomible o con una pinta espantosa le den una palmadita en la espalda y sólo le diga que para la próxima vez se esfuerce más, no? Cuándo comentas que Chicote el miércoles pasado hizo algunos comentarios humillantes, yo sinceramente no los veo tan humillantes cómo usted comentas, además de que esos comentarios no los hizo delante de los cocineros, ellos no lo escucharon por lo que, en mi opinión, su crítica queda fuera de lugar. Sobre que esa misma entrega fue especialmente sádica… creo que debería ver la definición en el diccionario de la RAE para que le aclare la definición. Sobre la expulsión del repescado Jesús Almagro en ningún momento dijo la palabra nabo por lo que su opinión vuelve a estar equivocada y obviamente su bromita sobre lo de sacar la frase de contexto ya no tiene lugar. La palabra que dijo fue rábano pero tampoco las veces que usted dice que lo dijo cómo para sacarlo de contexto, se lo voy a poner fácil, en este enlace puede ver la expulsión https://www.youtube.com/watch?v=vWTOH5jK2iY de Jesús Almagro y ver que no es cómo usted lo dice. En resumen, la próxima vez que tenga que hacer una crítica de un programa, un libro, o lo que sea preocúpese antes de haberlo visto/leído para no meter la pata tanto cómo en este artículo. Y si me lo permite le voy a hacer una pregunta ¿le han pagado por este artículo?

josep m. fernández escribió
01/12/2013 19:39

Muy bueno. Si pretendía hacer de reir con este artículo lo ha conseguido.

Santi escribió
01/12/2013 17:03

Cómo nos cuentas de bien cómo nos retrata la tele. Sin desmerecer al resto, los dos primeros párrafos del artículo se salen. Es fundamental hacerse cargo de que la competición mata a la actividad, de modo parejo al que destino anula al camino. (Ferlosio, con sus fobias, dice que la competición mata al placer deportivo, por ejemplo). Gracias por la cata.

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