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EL CABECICUBO

MasterChef, 'wannabes' de la alta cocina humillados para usted

ÁLVARO GONZÁLEZ. 11/05/2013

El nuevo 'talent show' de la televisión pública presenta a una serie de aspirantes a cocineros de moda que se ven humillados por un jurado 'mu serio y mu profesional'

VALENCIA. Poner un programa de televisión sobre gastronomía por la noche no es una buena idea se mire por donde se mire. Mucho menos si es después de los partidos de fútbol europeos, como le ha ocurrido a Master Chef, de los que la gente sale o deprimida, como ha pasado tanto en Madrid como en Barcelona este año, o borracha, o empanzada de ganchitos. Un programa sobre comida tiene que ir, como muy bien saben Mariló Montero o Karlos Arguiñano, a mediodía, antes de comer, para que la gente babee como perros de Pavlov aunque tenga delante a un reputado restaurador o las cocinas de un reformatorio.

Pero Master Chef no es un programa de cocina, es un talent show, que es la única fórmula que se atreve a comprar la televisión pública para competir con los chistes de ETA de Gran Hermano. Si quisiéramos establecer diferencias entre un reality y un talent, obviamente, las hay, pero no se dejen engañar, todo gira alrededor de la misma idea. Ya conocen el mantra del Cabecicubo: el objetivo es despertar vergüenza ajena. Con los inicios de Operación Triunfo, El Coro de la cárcel e Hijos de Babel, un concurso de canto para inmigrantes, y Master Chef, el ente público sigue cubriéndose de gloria en este ámbito con gran solvencia.

La fórmula es sencilla. Aspirantes a cocineros profesionales se enfrentan a retos que les proponen chefs de elite. Como no dan el nivel, generalmente suelen cocinar chapuzas. Entonces los jueces les humillan y ellos ponen cara de circunstancia o directamente lloran. En ese momento, cuando ves que toda la ilusión que pone una persona corriente por llegar a ser alguien se desbarata, se enfrenta a la cruda realidad en posición de firmes y queda en ridículo, el telespectador goza. Así es la productividad en la tele moderna.

Un ejemplo claro tuvo lugar en la última entrega. Le encargaron a los concursantes preparar un postre francés, una croquembouche, una pirámide de profiteroles que tenía que sostenerse en pie por el caramelo endurecido que envolvía cada pastelito. Nadie dio pie con bolo, todos presentaron un engendro y los jueces les miraron mal, con cara de asco, como cuando vas al burger y te ponen trozos de cebolla en el whopper del tamaño de la cabeza del lehendakari.

El jurado lo forman Samantha Vallejo-Nágera, hermana de Colate, ex de Paulina Rubio. Jordi Cruz, del Restaurante ABaC, y Pepe Rodríguez Rey, del Bohío. El peso del concurso lo llevan ellos, por eso conducen el espacio con manu militari. Todo les parece una vergüenza, cualquier salida de tono, cualquier informalidad, y su lema viene a ser algo así como 'la cocina no es para reír'. Cruz, al menos, especificó en una ocasión que si pillaba a alguien de su equipo haciendo bromas o de cachondeo en entre los fogones lo largaba de ahí en el acto. Mucha tensión, tíos, como una escuela de ballet soviética.

Algunas veces, los micrófonos captan sus conversaciones privadas, donde se mofan de los concursantes a sus espaldas. Critican sobre todo lo que más quiere ver el espectador, las ínfulas que se dan para tratar de sorprenderles. De hecho, ese tipo de actitud es la que tiene más interés antropológico en el programa. Ver cómo se las ingenia un individuo de a pie para presentar la comida de forma sorprendente, refrescante, juvenil, sofisticada. Ya saben. Plato grande y el alimento dispuesto a lo don Wassily Wassilyevich Kandinsky.



El premio del concurso es que el ganador podrá publicar un libro con sus propias recetas y acceder a una formación que le dispare como superchef de moda. De ahí sus esfuerzos por que sus presentaciones parezcan trendy. Y la alegría del que lo está viendo, cuando a ese wannabe le dicen que el plato que propone da risa tonta sólo de verlo.

No hay que engañarse. En nuestro país odiamos la alta cocina. Principalmente, porque no tenemos acceso a ella. Ni siquiera cuando nuestra economía iba a adelantar a Italia la gente era capaz de gastarse setenta u ochenta euros por cabeza en una cena. Y también, como es lógico, porque no tenemos cultura gastronómica como para entenderla, apreciarla o simplemente saber qué es lo que se está sirviendo o siquiera cómo se llama. Ya conocen el dicho sobre el castellano viejo, que desprecia todo cuanto ignora.

Esto es así. Pero también en sentido inverso. Entre los libros de recetas con los que un servidor cocina, tengo uno sobre gastronomía asturiana que es maravilloso, pero por el prólogo. Juan Cueto dice: "advertía Baudelaire que el dandismo deviene bochorno cuando es emoción estridente y compartida". Y sigue con que en aquella España de 1980, después de que la progresía recuperara los derechos del hombre, habían aparecido los derechos del estómago y el furor gastronómico estaba causando estragos en la resistencia antifranquista. La democracia no trajo ni nuevos filósofos, ni nuevos periodistas, ni nuevos cineastas, advertía, sólo nuevos gourmets, que pasaron "del antifascismo de masas al dandismo de mesas".

"Intentan reciclarse para la exquisitez a través de la gastronomía, sospechándola el colmo del dandismo", se quejaba, con su "nueva cocina, hija de la dietética y de la cursilería". Para a continuación, presentar un recetario asturiano de "cocina de alta montaña, brutal como las cumbres". Toma moreno.

Esta rivalidad que no conoce punto medio entre pueblo duro y hermético que huele a campo aunque viva en medio del asfalto y los snobs, se vio reflejada en este concurso, Master Chef, en una escena muy divertida. Hay una participante de Castellón que resulta muy curiosa de ver porque siempre toma atajos en los retos a los que se enfrenta con trucos propios de una veterana ama de casa. Se llama Maribel y ya ha llorado media docena de veces para deleite de los audímetros. Pues ella, en un capítulo en el que le pidieron un plato tradicional, hizo la tortilla de patatas de su madre. Que no era otra cosa que una tortilla con pimiento rojo y cebolla de toda la vida de dios.

Pepe Rodríguez, con cara de Karanka en rueda de prensa, le dijo que estaba buena, pero que esperaban más de ella, que adónde iba con una miserable tortilla. Lo normal tras los veredictos es que los concursantes se humillen aún más dándole la razón a los gurús que les supervisan. Pues Maribel no pasó por ahí. Llorando, hasta después de su pequeño fracaso insistió en que esa era la tortilla de su madre, que era mucha tortilla, que no la había más rica en el mundo entero y que de cien veces que se lo pidieran presentaría cien tortillas como esa.

Al margen de la competición que se traen los concursantes que van sobreviviendo cada semana, esa fue la única chicha o aspecto genuino hasta el momento de un programa que, por las actitudes impostadas, tanto del jurado como de la presentadora, Eva González, es más tendente a la dentera que al entretenimiento.

Sin embargo, lo mejor, como siempre, está en la intrahistoria. En los castings para seleccionar a los personajes, a los que acudieron miles de personas, se quejaron de que les usaron de falsos figurantes en un casting final. Los afectados han creado plataformas, grupos, foros y blogs en Internet. Sus sueños rotos y sus lamentos constituyen todo un prodigio de literatura involuntaria. Debería documentarse este suceso porque ahí sí que ha estado la verdadera 'telerealidad'.

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7 comentarios

maria escribió
24/05/2013 23:33

precisamente la cocina mediterranea incluida francia e italia y mas expresamente España esta considerada la mejor dieta por su variedad y calidad,comemos mejor que ningun pais y ahora somos tontos y no entendemos de cocina?estoy de acuerdo con alfonso, un pais donde proliferan las estrellas michelin y otros tantos reconocimientos es seña de que hay una cultura y una buena base gastronomica o de donde salen tantos buenos chef y cocineros,lo que si puedo decir es que la bae de toda esa nueva cocina es la cocina nuestra de toda la vida.y otra cosa a alvaro los programas de cocina al medio dia antes del telediario son para muchos que no saben ni freir un huevo,que reconozco que a mi me gusta verlos tambien precisamente porque es la cocina diaria de la gente normal de a pie,hay que estar en su casa de uno para poder verlo y no trabajando no?el horario nocturno es para otro tipo de gente. Paco yo lo veo y mi hija conmigo nos gusta y aprendemos cosas que no sabemos,porque me gusta la cocina,aunque no tengo el tiempo que quisiera para hcer cosas me gusta saberlas.

JoJo escribió
13/05/2013 13:38

#Lluís, espero que te guste http://www.youtube.com/watch?v=KQPG7rgFK6w Respecto a Masterchef, me llamó la atención que usaran a los pobres reclutas del Glorioso Ejército Español como ratoncitos de laboratorio: http://blogs.elpais.com/el-comidista/2013/04/masterchef.html. Seguro que algunos concursantes hicieron bueno el rancho de la tropa de toda la vida. Mientras tanto, en el avión de las FF.AA. que Rajoy usa en sus desplazamientos, él y sus acólitos se ceban a rodaballo salvaje, marisco y jamón de bellota todo ello regado con vinos con vinos de renombre y whisky que no creo que sea de garrafón: http://blogs.elpais.com/el-comidista/2013/04/masterchef.html

Álvaro González escribió
13/05/2013 10:13

Gracias por los comentarios. Alfonso, creo que llevas razón. España, otra cosa no tendrá, pero inequívocamente es uno de los países donde mejor se come del mundo. Tenemos un extraordinario catálogo de materia prima y una buena tradición cultural gastronómica. Cocinamos bien y también sabemos exigir. Cuando yo he salido por ahí me ha sorprendido que por ser español ya consideraban que yo debía tener un nivel gastronómico. No obstante, quizá sea precisamente por eso, en nuestro país la alta cocina se ha mirado popularmente con recelo, al menos así lo percibo. Me refiero al consabido debate "donde esté el puchero de mi abuela que se quiten estas chorradas", etcétera. No estoy criticando nuestro nivel gastronómico sino el impacto de la alta cocina. Lo que sí es cierto es que probablemente ese sentimiento sea igual en todas partes (menos en Francia)

Lluís escribió
13/05/2013 07:54

No entiendo esa crítica a la falta de cultura gastronómica. Quizá es porque yo sea un patán acostumbrado a las ollas de la abuela, que no sabía lo que era un "huevo deconstruído" pero de los atracones que te pegabas apenas podías levantarte de la mesa. Quizá es por eso que, garrulo de mi, no acepto pagar 80 € por una cena y salir con hambre, me siento como si me hubiesen colocado 5000 € en preferentes de Bankia. El plato queda muy bonito, debería estar en un museo, pero no dejo de pensar que también se podrían hacer obras de arte echando un puñado más de arroz, otro filetito más o unos brotes más en la ensalada, que al precio que van el arroz, el pollo o la lechuga se lo pueden permitir y, si ese es el problema, prefiero pagar 73 y salir bien que 70 y salir con hambre, total la diferencia también me la voy a tener que gastar en un bocadillo en el primer bar de carretera que encuentre. Una vez oí una frase y que suscribo, decía algo que así que un síntoma de decadencia de una civilización era que los cocineros se convertían en estrellas.

Alfonso escribió
13/05/2013 03:12

Curioso el artículo. Todo bien lo de criticar el formato ese, una estupidez más en la tele sin duda... pero vamos, se ve que hoy día cualquier excusa es buena para echar pestes del país... Eso de aquí no se aprecia la buena cocina porque somos todos pobres y tal y cual, ¿a qué viene? Y, sobre todo, ¿de dónde se lo ha sacado el autor? Los "castellanos viejos" que conozco, todos maestros de escuela y oficinistas con bajo salario, siempre se dejaron una fortuna en mariscadas, asados y demás... Y lo siguen haciendo. Que no se habían ido al Bulli, bueno, quizá sea porque estaba siempre lleno... También de españoles. En Australia, donde resido, hasta los coreanos te venden "tapas", porque se considera la gran creación gastronómica del siglo y restaurantes españoles llevan años en lo más alto de las listas de gastronomía... ¿Todo casualidad? ¿El gusto del español medio por la buena mesa no tiene nada que ver? Parece improbable. En todo caso, habría que compararlo quizá con el francés o italiano medio, antes de decir nada... Pero eso sí que es algo que debe ser muy español: no permitir que los hechos te destruyan una buena exageración, sobre todo si va a favor o en contra de España. O si no, mirad Wikipedia... Un saludo

Paco escribió
12/05/2013 18:18

alguien ve ese programa?

Un que passa escribió
11/05/2013 17:10

No és de Castelló, és de Benicarló. Que prous cartellets tenim pel poble fent-li promoció.

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