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Luis Manglano:
"El caso Fabra es un claro ejemplo de filibusterismo procesal"

MARIA COSTA. 20/03/2013 El magistrado del TSJCV repasa el estado actual del sistema judicial español y opina que "Gallardón representa una vuelta al pasado más rancio y reaccionario de España"


VALENCIA. Luis Manglano, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV), y en su momento juez instructor del caso Naseiro, da un repaso a la actualidad judicial española, los casos de corrupción, la judicialización de la política, la actuación de los jueces estrella, etc. Considera que el caso Fabra es un claro ejemplo de filibusterismo procesal y de falta de apoyo a la justicia, por eso dice que para la Administración Autonómica la justicia es el pariente pobre.

Espera que el caso Urdangarín sirva para que la gente vea que ante la ley todos somos iguales y "que una instrucción que tiene un contenido y una seriedad sigue adelante y llega a su final". En el plano personal y para equilibrar el trabajo con el que se encuentra cada día, que le encanta y le llena, se escapa a correr por la montaña con un grupo de amigos todas las semanas.

-¿Ha disminuido el volumen de trabajo tras la aplicación de las tasas judiciales?
-No, porque ya había mucho. Es un obstáculo que han puesto para acomodar la plantilla de jueces y funcionarios que hay a las necesidades. Entra menos trabajo, pero hay tanto el que hay, que aún tenemos más de 8.000 sentencias por poner.

-¿Cómo es posible que la justicia vaya tan lenta?
-El nivel de trabajo es superior al europeo, sin embargo la media de jueces es una décima parte de la que existe en Alemania. Entra más trabajo del que es posible atender y además se trabaja sin funcionalidad.

-¿Por ejemplo?
-Sólo tiene que echar un vistazo a su alrededor. No hay digitalización, seguimos en la era del papel. Se sigue haciendo entrega y contestación por papel. Como no se ha invertido en modernización funcionamos con un sistema anticuado y poco operativo.

-¿Hubo un intento de modernizar la oficina judicial?
-Pero fracasó. Se implantó en tres puntos, Murcia, Burgos y Cáceres. Empezó a funcionar, pero se resistían a su implantación porque suponía empezar de cero. Llegó Ruíz Gallardón y, supongo que por cuestiones económicas, cesó por completo su implantación. La conclusión es que la justicia responde con medios del siglo XX a problemas del XXI.

-¿Y encima con rebajas?
-Exacto. Aquí en una sala en la funcionamos 21 magistrados se pone enfermo uno o dos y nos rotamos para sustituirlo. Pero en un pueblo donde hay tres juzgados, si una juez da a luz, el juez además de llevar sus asuntos, guardias y juicios, asume también los de la compañera de baja. Han suprimido completamente los sustitutos. A veces no es posible sustituir a un juez enfermo y sus asuntos se paralizan.

-¿Cuándo se aprobó esta medida?
-Gallardón en enero de 2013 eliminó a los 1.200 jueces y magistrados sustitutos y suplentes que llevaban años realizando estas funciones. La eliminación de funcionarios viene de más lejos, porque esta administración autonómica en cuestiones de justicia es un desastre.

-¿Por qué?
-Porque para la Administración Autonómica la justicia es el pariente pobre. Para ellos es algo secundario hasta el punto que ni suministran papel, medios, cambiar pomos de puertas que acceden a las salas de vistas, no hay estanterías en los despachos y los papeles campan en los pasillos o bombillas fundidas, etc. Solo hay que darse una vuelta por el Tribunal Superior de Justicia para comprobarlo.

-Sin embargo la Ciudad de la Justicia es un buen edificio...
-Sin duda. Se hizo hace diez años y fue emblemático, pero es la historia de "al séptimo día descansó". A partir de ese momento fue decayendo. Es cierto que ha habido actuaciones en los edificios, pero no se han creado plantillas proporcionadas, ni una efectiva relación de puestos de trabajo, etc. No han dotado de contenido los magnos edificios que construyen. Una historia, que por cierto, se repite mucho en esta Comunidad.

-¿Cuándo se ha reclamado a los políticos con qué se han encontrado?
-Recuerdo que Camps, en sus discursos públicos dirigidos a la administración central, reivindicaba la falta de jueces y que había que hacer más juzgados. La administración central responde creando 14 nuevos juzgados y luego la Generalitat dice que no tiene dinero para dotarlos de personal, ni infraestructura. En el BOE se quedaron estos nuevos juzgados, y ahí siguen.

-Dada entonces la situación ¿qué puede hacer la justicia ante la proliferación de casos de corrupción?
-Lo que ha pasado con Camps y lo que está pasando con Fabra en Nules es una demostración de una idea que subyace en la escena política: judicializar la política de manera que se empantane. Por ejemplo. Saben perfectamente que a Fernando Andreu, juez de la Audiencia Nacional, le ha caído encima Bankia. El caso lleva cinco o seis querellas con 15 imputados, un gran volumen de papel, investigación y dificultad técnica que cuando tenga que asumirlo supondrá un esfuerzo desmesurado y realizado con unos medios ridículos. Va a ser, por tanto, muy difícil que salga adelante. Hay temas que se sacan adelante, pero si el garantismo, uno de los grandes avances de la democracia, se usa de una manera obstaculizadora se impedirá que las cosas funcionen bien. El caso Fabra es un claro ejemplo de filibusterismo procesal y de falta de apoyo.

-Fotografíeme el caso.
-Un asunto de mucha complejidad en un juzgado pequeño con pocos medios y con jueces de primer destino que huyen en cuando ven lo que pasa. Fabra cuenta con grandes especialistas procesales que recurren todo. Si a esto se suma que colocan a un juez nuevo, el cual llega y de entrada se encuentra con una habitación llena de papel y que cada vez que da un paso se le caen encima querellas, recursos, etc, el asunto avanza lentamente y agota al que lo lleva. Por eso han pasado más de siete jueces por dicho juzgado y se explica por qué el tema se está eternizando.

-¿Hay soluciones?
-Si, pero vendrán desde la justicia, porque a la política lo único que le ha interesado hasta ahora es poner trabas al avance del asunto.

-¿Lo mismo puede pasar con Bankia?
-Es un asunto donde están trabajando jueces más experimentados, pero es cierto que es un tema farragoso con un alto nivel de investigación. Es difícil avanzar. Fíjese que ni el Banco de España tenía información, ni sabía responder qué había pasado con Bankia, imagínese judicializar el tema. La clave de todo es que este país ha olvidado que existen dos niveles previos al judicial. El ético y el político. Parece que lo único que sirve es la responsabilidad penal. Es decir, alguien hace algo y hasta que no exista una condena firme la persona sigue en su puesto y se deriva todo a que sean los jueces los que determinen su actuación. Pero a esos jueces se les ponen trabas, recursos, etc para que tarden años en emitir una sentencia de la que ya la gente ni se acuerda.

-¿Qué opina de los jueces estrellas y de que algunos sean más populares que los casos que llevan?
-Podíamos preguntarnos quién es el juez del caso Emarsa, o la jueza del caso Cooperación, o el juez en Madrid que lleva Bankia, nadie lo sabe. Trabajan discretamente y avanzan en el caso. Frente a la mayoría que quieren preservar su intimidad, algunos, como ya pasó con Garzón, y ahora con Gómez Bermudez son más protagonistas. Creo que debe ser evitable y que sean las resoluciones las que tengan el protagonismo no sus jueces.

-¿Usted también fue en un momento juez estrella?
-A mi pesar. No me gustaba nada y me incomodaba. Las consecuencias fueron muy negativas en cuanto a la pérdida de privacidad.

-¿Cómo llevaba que el 'caso Naseiro' pasara a ser conocido como el 'caso Manglano'?
-Siempre hay visiones interesadas que intentan taponar la realidad y convertir al mensajero o al que lleva la instrucción en el malo del caso. Esta es la falta de respeto que muchas veces se produce con la justicia. La justicia es buena y se jalea a Garzón si es bueno para mis intereses y se le ataca cuando los obstaculiza. Esto ha pasado también con los medios de comunicación cuando han sido cuestionados judicialmente o con los partidos políticos que disparan al instructor que lleva el caso. Es habitual en España y evidencia una falta de cultura democrática porque no se deja trabajar a los jueces, ni se respetan las resoluciones.

-¿Si el caso hubiera saltado en estos tiempos su respuesta hubiera sido la misma?
-No, hubiera sido otra. El juez debe estar en un segundo plano. Deben hablar sus resoluciones, debe facilitar lo que pueda la labor de los medios, pero preservando las investigaciones. Aquel fue uno de los primeros casos de corrupción política, aunque lamentablemente muy parecido a los de ahora. Parece como que la sociedad no ha aprendido mucho. Sin embargo entonces, la presión era tremenda y no se podía trabajar, ni dar un paso sin tener al lado un medio de comunicación.

-En el 92 el Tribunal Supremo anuló la carga probatoria de las escuchas que usted había aprobado, ¿qué piensa de las escuchas del caso Camps que sí se aceptaron?
-Se anularon por razones que hoy en día están asumidas por los jueces. Entonces se trabajaba de una manera. Con una policía y juzgados con escasos medios, una selección de cintas realizada de una manera determinada, etc y cuando esta actuación llegó al Tribunal Supremo, aparecieron los procesalistas subiendo el listón de las garantías. Se dijo que esa forma de trabajar no era garantista y se anuló. Le paso también a Garzón con el caso Nécora. Cuando llegó el caso Camps se trabajó ya con la nueva doctrina del Tribunal Supremo de cómo deben hacerse las escuchas.

-¿La diferencia está en la forma, no en el fondo?
-La propia policía hacia la grabación en una única matriz que sólo tenía dos grandes cintas y sobre las que tenían que volver a grabar. Por eso sacaban trozos y hacían copias. El Tribunal Supremo dijo que no se podían hacer copias y que el original tenía que tenerlo el juez. Claro, con aquellos medios era imposible. Además la selección la tenía que hacer el juez, no la policía, hecho difícil dados los límites. Matices que tienen importancia y afectan al derecho de defensa.

-¿Encuentra que su caso guarda cierto paralelismo con el caso Garzón?
-No. Garzón es un caso muy desgraciado que produce tristeza porque de una forma tajante y rápida se ha eliminado de la esfera judicial a una persona, ambiciosa en su cometido profesional, que trabajaba con buena fe y mucha voluntad. Su problema fue ganar enemigos y cometer en sus actuaciones alguna irregularidad. Hay que decir que cualquier profesional comete irregularidades, pero en el caso de Garzón se miraron con lupa. Si se mira con lupa las instrucciones de cualquier juez, seguro que tiene problemas. Garzón rompió las reglas de juego procesal por conseguir un fin mejor, que era averiguar la verdad, y después lo pagó.

-¿Tristeza?
-Hoy estamos viendo continuadamente actitudes de corrupción, de desvalijamiento de lo público que quedan impunes o que se alargan en el tiempo, como el caso Fabra, sin que se sepa que va a pasar; hay casos que prescriben, y otros con imputaciones graves siguen sentados en sus escaños parlamentarios, etc. Por el contrario alguien comete un error importante y en muy poco tiempo es expulsado. Se ve que hay justicias de varias marchas.

-¿Lo que le ocurrió a usted mermó su carrera profesional?
-No.

-De alguna manera lo lincharon...
-Sí, pero eso me lo llevé al plano personal. En el profesional en este país sigue habiendo un amplio respeto a la independencia y no me ha perjudicado especialmente. Pero sí ha habido un veto sutil para que pudiera optar a cualquier cargo de libre designación, en cuyas listas siempre he figurado. Se me ha vetado permanentemente. Son cargos en los que no se mira la capacidad o el mérito, sino la trayectoria y afinidad.

-Con toda la que está cayendo en todos los sectores, ¿cree que en la justicia también hay corrupción?
-Creo que hay bastante independencia, pero sí inoperancia. Falta eficiencia. Las respuestas son lentas. La imagen de la justicia está tan deteriorada precisamente porque no da respuestas rápidas y eficaces, por eso se percibe como una institución anticuada y lenta. Esto frustra a la sociedad y a los jueces también. Tardar tres o cuatro años en emitir una sentencia es muy negativo. El ámbito de la corrupción no nos alcanza, pero como he dicho antes todos los casos de corrupción política se judicializan para entorpecer la justicia y no afrontar los problemas en el ámbito que les compete, el político.

-¿Cree que es imparable la injerencia del Ministerio de Justicia en la justicia?
-Gallardón es una vuelta al pasado más rancio y reaccionario de España. Parece mentira, pero va a desmontar muchos avances de la justicia, como la tutela judicial efectiva con la aplicación de las tasas; la capacidad de recurrir por el aumento de las cuantías, etc. Además el modelo de Poder Judicial propuesto es un modelo controlado por el ejecutivo por lo que se carga la famosa división de poderes y el órgano que tutela la independencia judicial.

-¿Hasta qué punto un ministerio está capacitado y puede cambiar el estatus de un Estado?
-La percepción de todos los jueces es que lo que se pretende es inutilizar y hacer dócil a la justicia. Por eso la respuesta de la justicia es protestar y poner de relieve lo que está ocurriendo, pero el aparato propagandístico que maneja el ministro barre con todo eso. Es un ministro que jamás ha negociado ni consensuado nada con nadie y desde el primer momento ha hecho lo que ha querido.

- ¿Cree que la infanta Cristina acabará siendo imputada en el caso de Urdangarín?
-El instructor que lo lleva es el que tiene la información. Si tiene que imputarla lo hará y si no, no. No me da la impresión que se ande con contemplaciones institucionales. Es una instrucción bastante sólida. Me conformaría que sirviera para que la gente viera que todos somos iguales ante la ley, que no hay privilegios y que una instrucción que tiene un contenido y una seriedad sigue adelante y llega a su final.

-¿Qué hace un magistrado como usted en su tiempo libre?
-Este es un trabajo cerrado, sedentario, reflexivo y para mi equilibrio personal me escapo a la montaña a hacer footing. Con un grupo de amigos quedamos todas las semanas y nos vamos a correr por la montaña. Respirar aire puro, ver paisajes estupendos y cambiar de escenario da mucho equilibrio.

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