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estreno / crítica de cine

Salvajes
El último Oliver Stone

MANUEL DE LA FUENTE. 05/10/2012

VALENCIA. Vivimos unos tiempos descorazonadores. El ser humano tiende a pensar que es el centro del universo, que todo pivota a su alrededor y, que como consecuencia de ello, está viviendo el momento más importante de la historia de la humanidad. Por eso, de manera recurrente, se lanzan ideas al debate público sobre el fin de la historia y temas similares, porque estamos siempre con la ilusión de que no podemos progresar más, de que tenemos la suerte de asistir al momento histórico irrepetible y definitivo.

Nuestra percepción la trasladamos al terreno de la cultura y nos sentimos más cómodos cuando las películas, los libros, las obras de teatro, tienen un final cerrado y mascadito. Nos ponemos nerviosos con los finales abiertos y les exigimos a series como Perdidos que todo quede bien claro al final. Todo siempre atado y bien atado.

La última película de Oliver Stone juega con esta idea de la clausura perfecta. 'Salvajes' es una historia de tráfico de drogas. Dos amigos, Ben y Chon, que viven en el sur de California lo comparten todo, modo de vida, aficiones, mujer (forman un ménage à trois con una chica a la que todo el mundo llama "O") y trabajo: cultivan una marihuana de excepcional calidad, con la que consiguen millones de dólares y llamar la atención de los principales cárteles mexicanos. Para conseguir un acuerdo comercial con ellos, uno de estos cárteles secuestra a O, forzando así una negociación con Ben y Chon.

Se inicia, de este modo, un juego de chantajes en el que colisionan dos mundos. Por un lado, tenemos el mundo amateur de Ben y Chon, que se han metido en el tráfico de drogas como una pequeña empresa independiente y artesanal, que ofrece un producto de una pureza más de treinta veces superior a la media. Pese a que aprenden rápidamente a moverse en ese mundo estableciendo su red de sobornos que alcanza a agentes del FBI, la irrupción del otro mundo, el altamente profesionalizado de los cárteles, les enfrenta a una realidad: el buenrollito de ir por ahí fumado traficando con maría y deseando la paz en el mundo en plan Manu Chao no tiene ningún futuro si no se recurre a la violencia porque hay mucha pasta en juego. Y los mexicanos en seguida se ponen manos a la obra a secuestrar, torturar, matar y ajustar cuentas para demostrar que a violentos nadie les gana.

Aquí es donde Oliver Stone se gana los galones que le han convertido en lo que es, en uno de los directores que han renovado la representación de la violencia en el cine norteamericano contemporáneo. La violencia en su cine es una expresión política, es decir, explica la sociedad en la que vivimos. Porque nuestra sociedad es violenta, y lo es en todas sus manifestaciones: desde la económica y financiera, como en su película 'Wall Street' (donde mostraba cómo se las gastaban los yuppies en los años 80) hasta la cultural (con su retrato del rock en 'The Doors' (uno de los grupos más agresivos en su música y en sus actuaciones en directo) y mediática (con 'Asesinos natos' y 'Hablando con la muerte, un turbio relato sobre la manipulación violenta que ejerce un provocador locutor de radio con sus opiniones ultraderechistas).

Pero la violencia explica también nuestra relación con el mundo, nuestra política, explica nuestro pasado histórico, construido a base de muertes y guerras. Ahí está el pasado de EE.UU. presentado en películas como 'Salvador', ' Platoon', 'Nacido el 4 de julio', 'El cielo y la tierra' o 'JFK', una cinta en la que Stone afirma que la gran democracia norteamericano se sostiene en la actualidad sobre el asesinato del presidente Kennedy, que fue en realidad un golpe de Estado. Casi nada.

En 'Salvajes', Oliver Stone se centra en el presente, que se construye sobre las vidas cotidianas y sobre una sociedad que produce desasosiego, como le pasaba al protagonista de 'Giro al infierno'. Aquí también estamos ante una historia que parece un callejón sin salida. Los personajes principales se van poco a poco metiendo en una situación que se les escapa de las manos y que les va alejando de su sueño de una vida idílica y pacífica. Al contrario, las cosas en el día a día también se resuelven a las bravas, no fumando un porrito, riendo y siendo todos colegas. Tal y como hemos construido nuestra sociedad, la civilización consiste no en apaciguar los ánimos sino en vehicularlos de una manera diferente.

Así, la frontera es el espacio físico ideal para desarrollar esta reflexión, no sólo de conflicto entre países y pueblos (México y Estados Unidos), sino de establecimiento de dónde están el bien y el mal. El agente del FBI (John Travolta) bascula continuamente entre uno y otro bando, del mismo modo que Ben, Chon y O son los traficantes pero, al mismo tiempo, los chicos buenos de la historia. Se trata de un escenario, el de la frontera mexicana, que ha dado pie a toda una tradición larguísima en la cultura norteamericana, que han recogido en la literatura contemporánea autores como Cormac McCarthy y que en el cine se ha visto en películas como Sed de mal, de Orson Welles, o Traffic, de Steven Soderbergh.

Salvajes se sitúa en esta estela y se centra en el negocio de las drogas, germen de la nueva economía y de la corrupción política. Porque no resulta casual que el tráfico mundial de drogas, su globalización como negocio, marque el principio de la podredumbre de sociedad que tenemos en la actualidad. Es lo que advirtió Francis Ford Coppola en El padrino, puesto que el tránsito de la mafia antigua a la mafia moderna se producía cuando la organización se metía en este negocio. De ahí las reticencias de Vito Corleone, el máximo representante de la mafia tradicional, que no podía sobrevivir a este paso a ese nuevo mundo.

De este modo, los directores contemporáneos, como Coppola, Martin Scorsese o Brian De Palma han reflejado la sociedad desde la perspectiva de las drogas y su manejo a gran escala desde las altas esferas. En 'Salvajes' resuena el gran referente del cine moderno, Scarface / El precio del poder, la película de De Palma con Al Pacino. El conflicto de la frontera y la inmigración, con el chico cubano que acababa convirtiéndose en un capo de la droga, era la clave que se utilizaba en la cinta para explicar el mundo de los negocios y la política. Este reflejo de la realidad ha penetrado de tal manera que hoy proliferan las series de televisión que incluso tratan las drogas desde tonos de comedia absurda y grotesca o humor negro, como ocurre en Weeds o Breaking Bad.

Pero Stone no se conforma con esto y de ahí su obsesión con la clausura. De hecho, retoma una idea que institucionalizó F.W. Murnau en su película 'El último', el clásico del cine mudo de 1924. Murnau se resistió entonces a acabar la historia como esta requería y añadió un final feliz: el pobre recepcionista de hotel que acababa en la miseria y que estaba condenado a morir en soledad recibía, de repente, un premio de lotería que daba un giro hacia un inesperado happy end.

Todo ello de manera explícita, tras una explicación del director en el único intertítulo impreso que se veía en toda la cinta. Aquí la voz en off del personaje principal hace lo mismo. Y después de presentar el final verosímil, el propio director añade el suyo propio, diciendo que el anterior era sólo un sueño: todo acaba bien, los traficantes dan con sus huesos en la cárcel y nuestros chicos siguen con su vida a tres bandas y retirados en una isla paradisíaca. Todo es felicidad, ya que esto forma parte de esa reconversión de las últimas películas de Oliver Stone, la que le hace ver que los bomberos del 11-S se salvan, en su película 'World Trade Center', tras una aparición del Niño Jesús. Todos nos hacemos mayores, también Oliver Stone, y nos obsesionamos ya no sólo con clausurar las cosas, sino con hacerlo de manera feliz. Para que nos vayamos a casa a gusto, pese a que, cuando salimos del cine, todo sigue oliendo a podrido.

 

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Ficha técnica

Salvajes (Savages, EE.UU.), 2012, 131 min.

Director
: Oliver Stone

Intérpretes: Blake Lively, Taylor Kitsch, Aaron Johnson, John Travolta, Benicio del Toro, Salma Hayek

Sinopsis: Un cártel mexicano decide negociar con dos pequeños traficantes de marihuana que operan en el sur de California. Para asegurarse el trato, deciden secuestrar a la amante de ambos.

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