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¿Crisis del PSPV-PSOE o crisis de la socialdemocracia? /y 12

El impacto de la crisis en el partido socialista

RICARDO PERALTA. 09/02/2012 "No es éste el momento de pensar en una ampliación de derechos sociales, a diferencia de la tarea que se asumió y ejecutó en 2004. Pero desde luego, tampoco es el momento de hacer tabla rasa de todos esos avances..."

VALENCIA. "El PSOE ha perdido en el pasado año 2011 la mayor parte del poder municipal, autonómico y finalmente el gobierno nacional. La magnitud de la derrota obliga a realizar un profundo análisis de las causas del mismo con el objeto de poder establecer la estrategia adecuada.

Si, como corresponde a un mundo globalizado, llevamos a cabo un análisis que vaya más allá de la realidad nacional, podremos constatar que este fenómeno de cambio de mayorías es algo que ha sido corriente en los últimos meses en Europa, apreciándose fenómenos nuevos como la caída del gobierno sin cambio de la mayoría gobernante, siendo sustituido aquél por un equipo de perfil técnico (casos de Grecia, Italia), afectando todo ello sin distinción de colores políticos (la izquierda en Grecia, la derecha en Italia).Ricardo Peralta

Si ampliamos la visión más allá de Europa, podemos constatar en el área geográfica más cercana el fenómeno conocido como la primavera árabe y que ha dado un vuelco radical a la situación existente en Túnez, Egipto, Libia, etc.

Pero, manteniéndonos en Europa, nos encontramos con realidades como la mayoría absoluta del Partido Socialista en el Senado francés, mayoría que se alcanza por primera vez en la 5ª República en un momento en que dicho partido está en la oposición y que no había tenido lugar en los 50 años anteriores, ni siquiera cuando dicho Partido ostentaba la Presidencia de la República o la jefatura del gobierno.

Todas estas realidades nos indican que debe existir una causa común, más o menos directa, pero de la gravedad e intensidad suficientes para causar fenómenos tan amplios y trascendentes, y que es, en la búsqueda de la misma, donde debemos encontrar la explicación de tan generalizados e intensos cambios políticos.

En mi opinión, dicha causa no es otra que la crisis económica que nos afecta con distinta intensidad y manifestaciones desde la quiebra de Lehmans Brothers en 2008. No creo que sea el objeto de este debate el origen y evolución de dicha crisis, pero sin lugar a dudas no podemos olvidar datos como la caída de los PIB, el crecimiento del paro (creo ilustrativo recordar que la EPA del primer trimestre de 2009 en nuestro país registró un incremento de más de 800.000 parados. Una situación de auténtica emergencia, una hemorragia que era necesaria taponar y de ahí los planes extraordinarios de inversión conocidos como Planes Zapatero), la intervención y ayudas públicas a los más importantes bancos de los países más desarrollados y luego los déficits fiscales y las medidas de ajuste que tanta actualidad tienen. Todos estos datos acreditan una crisis de gran intensidad, celeridad, generalidad y con un consecuente y notable deterioro social y político, especialmente para quienes desde el gobierno se mostraban incapaces de poner soluciones.

Creo que en el caso de España y del PSOE no es la única causa explicativa, pero sí, sin duda, la determinante. El hecho de que esa sea la principal causa nos enfrenta a nuestra capacidad para dar respuesta a dicha crisis. En este sentido se ha hablado de crisis de la socialdemocracia, cuando realmente lo que ha entrado en crisis es el modelo de crecimiento económico. Un modelo de crecimiento económico que no ha entrado en crisis global, como pone de manifiesto la realidad de que una parte significativa del mundo (China, India, Latinoameríca, Rusia) continúa creciendo a un ritmo importante.

Así pues, no se aprecia una crisis total del modelo económico, y ello aleja la perspectiva de una revolución entendida como cambio total del mismo. Parece claro que una de las causas de la crisis que atravesamos responde al cambio de protagonismo económico que están asumiendo determinados países o zonas del mundo y que, en ese cambio, Europa está perdiendo fuerza y protagonismo.

Pero, junto a ese cambio de protagonismo económico, es innegable la realidad de la crisis del modelo de crecimiento económico practicado en buena parte de los países desarrollados, modelo de crecimiento muy basado en la primacía del sector financiero, sector muy internacionalizado, y en la ausencia de regulaciones adecuadas para el mismo.

Pues bien, ante una crisis con esos componentes, nos encontramos con que, con independencia de la corrección de los análisis y las medidas propuestas, carecemos de los instrumentos políticos para aplicarlos. Esa falta de gobernanza económica que denunciamos a nivel de la Unión Europea es aún más patente a nivel internacional. Y esa falta de capacidad para abordar la crisis produce una impotencia que afecta fundamentalmente a los proyectos transformadores y que, a nivel político, potencia la abstención.
De lo expuesto se desprende que la solución a la crisis ha de tener un planteamiento amplio, en nuestro caso concreto, europeo y que, desde luego, ha de consistir en más Europa.

Europa ha de ser capaz de aprovechar esta crisis para redefinir su papel económico, y consecuentemente político, en el mundo y ello no será posible si se continúa manteniendo el muy deficiente esquema institucional, especialmente en el ámbito económico. La reiterada crisis del euro no se resuelve con su desaparición y vuelta a la peseta, sino con una mayor unión económica europea.

Si lo que llevamos expuesto refleja la realidad, de ello debe desprenderse que el cambio que afronta el PSOE no es tanto un dilema entre izquierda o derecha, sino el de una opción clara por una respuesta europea a la crisis.

Pero es verdad que la crisis en los términos indicados no es la única explicación de las derrotas del PSOE. En el caso concreto de España, ha influido sin duda la crisis internacional, muy centrada en el sector financiero (y que si inicialmente no cuestionaba la solvencia -como ocurrió con muchos de los grandes bancos americanos, ingleses, alemanes, franceses, holandeses, etc-, sino la liquidez de nuestras entidades, ha terminado poniendo en cuestión también aquella debido a su duración e intensidad), pero en nuestra crisis también ha jugado un papel muy importante la debacle de la construcción, debacle en términos desconocidos y que responde a su crecimiento desmesurado anterior y al estrangulamiento del crédito por la crisis financiera.

El parón absoluto de la construcción ha puesto en cuestión el modelo de crecimiento español, propulsado en su momento por los gobiernos de Aznar, con su política de liberalización del suelo, y que, si en su día sirvió para reducir espectacularmente el paro, ahora lo ha llevado a unos niveles insoportables en términos económicos y sociales. Y desde luego no parece que el reciente anuncio de revisar la ley de Costas vaya a ser incentivo suficiente para recuperar su vitalidad, pero sí servirá para legalizar actuaciones desastrosas ejecutadas anteriormente y para perder partes muy valiosas del tan degradado medio ambiente español, especialmente el costero.

En el caso de España la revisión del modelo de crecimiento económico experimentado en los últimos años se manifiesta tarea imprescindible. Pero tarea que a su vez requiere de un esfuerzo y un tiempo considerables. Pero que en todo caso es irrenunciable. Y desde luego no parece que sea ésta la opción por la que apuesta la política económica del nuevo gobierno del PP, que ha comenzado por resucitar la desgravación fiscal para la vivienda. En las limitaciones con las que los gobiernos de Jose Luis Rodriguez Zapatero enfocaron esta tarea, que supieron anunciar, se encuentra también una de las causas de sus derrotas. Sorprendentemente quienes habían previsto una crisis del boom inmobiliario, se negaron a reconocer esa crisis cuando finalmente estalló, aunque este estallido se produjera no en la forma prevista y no fuera la tarea de un gobierno la de amplificar la crisis con declaraciones sobre la misma.

Ha habido otras causas en la derrota del PSOE. En una democracia cada vez más mediática es fundamental el papel de los medios de comunicación, que, con independencia de sus dueños, han de atender a un público en el que están presente las izquierdas y las derechas y de ahí la adscripción de los diferentes medios a uno u otro sector, con independencia, insistimos, de la ideología de sus titulares.

Pues bien, durante los gobiernos de Zapatero, el grupo mediático de referencia para el electorado de centroizquierda de nuestro país llegó a la conclusión de que desde Moncloa se promovía un grupo competidor, que además pretendía abrirse hueco recurriendo a procedimientos presumiblemente ilegales (derechos de retransmisión televisiva del futbol) y ello en el marco de la crisis de publicidad que ha agravado notablemente la economía de los medios de comunicación. Todo ello llevó a aquél grupo a la conclusión de que Zapatero debía dejar la Moncloa, publicando reiteradas críticas a sus políticas, de tal modo que las mismas carecieron de cualquier apoyo frente al inmisericorde e irresponsable ataque sistemático de los grupos mediáticos de derecha, creándose una fuerte sensación de inseguridad y confusión en el electorado de centroizquierda.

La conjunción de estas causas llevó a la convicción de millones de antiguos votantes del PSOE de que no teníamos recetas para salir de la crisis y que así lo habíamos acreditado a lo largo de la legislatura. La consecuencia electoral fue rotunda: el PSOE perdió más de 4 millones de votos lo que determinó que, con un crecimiento de poco más de medio millón, el PP se alzara con la mayoría absoluta. El PP no convenció con sus propuestas políticas, pero el Partido Socialista había perdido ya toda credibilidad para las suyas.

Este análisis de los resultados electorales es también importante por cuanto sienta las bases de una estrategia política en la medida en que permite afirmar que los valores y propuestas del PP no han calado mayoritariamente en la sociedad, ganando consenso. Y que en consecuencia las agresivas medidas que adopte el PP para aplicar su política van a contar con un rechazo social amplio, como empieza a constatarse a las escasas semanas de formar gobierno.

Esa agresividad en las medidas del nuevo gobierno, determinada sin lugar a dudas por los excesos de déficit de las comunidades autónomas gobernadas mayoritariamente por el PP y por una coyuntura financiera internacional preocupante, nos están permitiendo ver el verdadero programa del PP, el que se negaban a hacer público en la campaña, y que contiene medidas muy graves por su carácter antisocial : congelación del salario mínimo, de la Ley de Dependencia, recortes en los servicios públicos básicos como la sanidad, la educación, etc.

El Partido Socialista no puede alejarse de esta realidad y de la necesidad de dar respuesta a la misma, so pena de alejarse aún más de su base social. Esta es la tarea fundamental hoy del Partido Socialista que tiene que conseguir resolver sus problemas internos (objeto de los próximos Congresos), sin que ello afecte a su actuación como principal partido de la oposición ante la problemas graves de la economía y la sociedad españolas. No es posible aplazar los congresos y alargar el proceso de interiorización que necesariamente conllevan, sino que, por el contrario, ha de conseguirse que dichos congresos sitúen al Partido en condiciones de dar respuesta adecuada al futuro, pero sobre todo al presente de nuestro país.

El Partido Socialista con Jose Luis Rodriguez Zapatero supo en 2004 intuir que la sociedad española, tras años de un fuerte crecimiento económico, requería una ampliación de derechos sociales (Ley de Dependencia, matrimonio homosexual, ley de igualdad, incremento del salario mínimo y de las pensiones mínimas, aumento de las becas, rentas de emancipación, etc) y llevó a cabo una política coherente con ello en la primera legislatura, consiguiendo ampliar su mayoría parlamentaria en 2008, rozando la mayoría absoluta.

Pero su incapacidad (no exclusiva del mismo, como hemos razonado) ante la crisis que se manifiesta desde el inicio de la segunda legislatura de Zapatero reduce aquella mayoría a los 110 diputados obtenidos en noviembre pasado, perdiendo más de un tercio de los diputados anteriores.

Pero el PSOE, con esos 110 diputados, multiplica por 10 el número de los obtenidos por Izquierda Unida (en alianza con distintas fuerzas regionales) y aparece como la fuerza de alternativa progresista a la actual mayoría del PP.

Para hacer realidad esa alternativa el PSOE no debe mirar a las otras fuerzas políticas que han proliferado en las pasadas elecciones, sino que debe mirar a la sociedad española y sus graves problemas actuales, proponiendo solución a los mismos.

Esa proliferación de pequeños partidos en el espacio electoral que antes hegemonizaba el PSOE no es más que expresión de la crisis de dicho Partido, como en los momentos de crisis de la derecha española proliferaron partidos regionalistas de derechas (caso en nuestra Comunitat de Unió Valenciana, o del PAR en Aragón, UPN en Navarra, Coalición en las Islas Canarias,etc).El Partido Socialista no debe hacer política en función de los planteamientos de esas fuerzas (en muchos casos empeñados en abrirse un hueco mediático), sino buscando liderar las respuestas adecuadas a las necesidades de la mayoría de los ciudadanos en un contexto de grave situación económica y social que no permite planteamientos oportunistas e irresponsables, sino que requieren de un partido que en sus propuestas desde la oposición acredite su capacidad de gobernar nuevamente.

Esas propuestas deben ser articuladas, tal como indicamos, desde un claro compromiso europeísta. Europa debe salir reforzada de esta crisis y ello sólo se conseguirá en la medida en que salga más unida. España debe hacer una apuesta firme por una mayor integración europea. Y el PSOE debe trabajar porque la izquierda europea tenga la iniciativa política en esa materia, superando la invisibilidad actual. Cabe confiar en que las próximas elecciones francesas y alemanas devuelvan protagonismo a los socialistas respectivos y acrediten así que ésta no es una crisis de la socialdemocracia, sino de un modelo de crecimiento económico.

A su vez parece claro que no es éste el momento de pensar en una ampliación de derechos sociales, a diferencia de la tarea que se asumió y ejecutó en 2004. Pero desde luego, tampoco es el momento de hacer tabla rasa de todos esos avances. Es necesario, al menos mientas persistan los efectos sociales de la crisis, repensar y redimensionar algunas de las mejoras entonces introducidas, pero a su vez es imprescindible atender las consecuencias más sangrantes de dicha crisis, en especial en materia de protección del desempleo, materia en la que los gobiernos de Jose Luis Rodriguez Zapatero aplicaron medidas extraordinarias que el PP todavía no ha recortado, quizás por la proximidad de las elecciones andaluzas, por la importante incidencia del paro en dicha comunidad autónoma.

El desarrollo del Estado autonómico ha experimentado un importante impulso en las dos legislaturas de Zapatero, con notable oposición del PP, que hizo bandera de especial irresponsabilidad en el caso del Estatuto de Cataluña. Sin renunciar a los avances producidos, sí parece oportuno concentrar las energías en introducir racionalidad, abordando reformas pendientes (la del Senado como auténtica cámara territorial) y simplificando administraciones (las Diputaciones) en el nuevo escenario construido.

La desaparición definitiva de ETA no es una tarea ultimada, a pesar los importantes avances conseguidos en los últimos años. Y sigue siendo un objetivo irrenunciable y urgente, en cuya consecución el PSOE debe respaldar al Gobierno y de acuerdo con el mismo poner en práctica las medidas que hagan posible dicha desaparición, cuya responsabilidad en todo caso corresponde a la banda terrorista.

La propia organización del PSOE, su reconstrucción necesaria desde la oposición, después de décadas de importante poder institucional, es una tarea especialmente compleja y exigente, pero a su vez imprescindible para que se pueda contar con el instrumento político capaz de impulsar aquellas políticas. En dicho escenario de oposición es absolutamente imprescindible y urgente el contacto con la sociedad y de ahí la necesaria apertura del partido a la misma, apertura que va más allá de las primarias y que implica que los debates del partido sean los de la sociedad y que sus soluciones sean el resultado de un profundo debate y de un contraste con la propia sociedad".
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Ricardo Peralta es abogado y militante del PSPV-PSOE

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1 comentario

Francisco Plotarmes escribió
09/02/2012 22:46

Pues bien vamos. Con esos diagnóstico, se pueden pasar cien años en la oposición. En ocasiones hay argumentaciones que parecen pagadas por el PP. Como esta sin ir más lejos.

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