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¿Crisis del PSPV-PSOE o crisis de la socialdemocracia? /6

¿Imparcialidad o inanidad?

CARMEN GARCÍA MONERRIS (*). 26/01/2012 "La tarea de recomposición en el caso del socialismo valenciano se antoja titánica y abruma con sólo ser conscientes de la situación..."

VALENCIA. Con la que está cayendo, ni siquiera la declaración de neutralidad de Jorge Alarte a propósito del aval requerido en el Comité Federal para los dos candidatos a la Secretaría General del PSOE alcanza a tener el sentido de la literalidad o el rasgo de valentía que se le podría suponer. No es un problema sólo objetivo o mensurable que permita comparar esta actitud con otras llevadas a cabo en distintas circunstancias o en otros momentos.

En sentido estricto, tampoco es un asunto de posible incoherencia o de incongruencia probable. Podríamos incluso pasar por alto el escarnio a la inteligencia que supone justificar su actitud con el revestimiento de un ropaje institucional y neutro eufemísticamente llamado "intereses territoriales de la Comunidad Valenciana". Simple y llanamente, se trata de una pérdida total de credibilidad. Y cuando alguien ya no es creíble, poco importa lo que pueda decir. Carmen García Monerris

La postura de nuestro intrépido secretario general (así lo captó el periódico El País en la instantánea que acompañaba la noticia) recuerda, salvando las distancias, aquella otra que creo que le precedió de Rodríguez Ibarra cuando reprochó a micrófono abierto que el PSOE se dedicase a discutir sobre personas cuando los comedores y otras instituciones asistenciales se estaban viendo, día a día, desbordadas a consecuencia de la crisis.

Sesudos análisis el de nuestros conspicuos dirigentes que no merecerían más que un sonrojo ajeno si no fuera por su incidencia sobre un estado de ánimo de la ciudadanía y de la militancia que se mueve entre la perplejidad, el desánimo, la saturación y la indignación.

Los problemas que aquejan al PSOE y al proyecto europeo de la socialdemocracia, en general, han sido reiteradamente planteados, especialmente a raíz de las dolorosas y sucesivas derrotas electorales y en el contexto de una crisis de cuya profundidad y dimensión todavía no somos del todo conscientes. Sin embargo, no se ha hecho más que empezar. Queda mucho por hablar y por decir, y en este sentido puede ser una salida interesadamente pragmática enarbolar la necesidad de reconstruirse prioritariamente como oposición o afirmar que el programa y las ideas han sido ya expuestos en la última contienda electoral.

Dicho de manera llana y directa: me parece la típica reacción defensiva de un aparato que mantiene a marchamartillo la coherencia con lo fue el episodio nada grato de la designación de Rubalcaba como candidato a la Presidencia del Gobierno. El apresuramiento en la convocatoria del Congreso Federal, en una manifestación palmaria de un control perverso del tiempo de la democracia, cerraría un círculo que, más que solucionar los problemas, ofrecería, como mucho, soluciones parciales o coyunturales.

El debate del partido en tanto que organización, la mirada orgánica y funcional, queda de esta manera diluido. Y, sin embargo, si estamos dispuestos a asumir cambios en el escenario, si percibimos los problemas generados por la actual crisis en su nueva dimensión y profundidad, si exigimos nuevas respuestas ante nuevos retos, si todo esto y mucho más puede formar parte de nuestra agenda a medio y largo plazo, es sencillamente absurdo (o miope) no plantearse los cambios que inevitablemente deben operarse en los instrumentos, es decir, en los partidos, su estructura, dinámica y relación con militantes, simpatizantes y ciudadanía en general.

Resulta ya insoportable la disonancia entre la formulación de la necesidad de una ciudadanía cada vez más activa en el escenario público y el mantenimiento de una militancia, ya no pasiva, sino simplemente súbdita. No estamos sólo en presencia de una crisis política, sino del cuestionamiento de una cultura política en el sentido más amplio de la expresión.

Los problemas del PSPV son éstos y cuantos más queramos añadirle. Progresivamente hemos ido pasando desde la percepción de que nuestro "techo" descendía, pero de que gozábamos de un "suelo" estable, a la otra de que el abismo que se abría bajo nuestros pies era insondable. Nos hemos ido diluyendo de una manera imperceptible en la más absoluta de las inanidades, no sólo por lo que hace al partido en su conjunto, sino en sus diversos niveles organizativos y, tal vez lo más grave, por lo que hace a la mayoría de los equipos humanos al frente del mismo.

Nuestra progresiva pérdida de identidad cultural y territorial valencianas no se ha visto siquiera compensada con una mayor presencia a nivel federal. Podremos formar parte de esa "voz única" y "común" en la que tanto se insiste ahora, pero nuestros "acentos" son inaudibles. Nuestros dirigentes, ni están ni se les esperan.

La vida orgánica e interna de la mayoría de las agrupaciones languidece y éstas se parecen cada vez más a clubes sociales endogámicos de escasos y no necesariamente selectos participantes. El sentido patrimonial de la política (nos engañaríamos si pensamos que este problema es exclusivo de la derecha) ha llevado a muchos (demasiados) a confundir la necesidad de preparación y de formación con la profesionalización, la administración de los recursos con la opacidad y la utilización sesgada de los mismos, y la dedicación a lo público con un seguro de por vida.

Algunos espectáculos de violentación de los mecanismos democráticos y participativos son, sencillamente, bochornosos, protagonizados además, muy a menudo, por aquellos que más escrupulosidad deberían mostrar ante unas formas democráticas que de ninguna manera pueden ser sustituidas por un campechanismo irresponsable y populista.

El proyecto de Jorge Alarte de presentarse como superador de la cainita tradición de las "familias" ha fracasado. Él mismo y su entorno se han convertido en una más que ha sobrevivido gracias al apoyo, a los pactos y a las renuncias con otros sectores del partido que de todo esto sabían mucho más porque llevaban bastante más tiempo y tenían más práctica. Se han limitado, sin más, a hundirnos, y otros a esperar que se hundiera. Y para muestra, la organización en la ciudad de Valencia.

La tarea de recomposición en el caso del socialismo valenciano se antoja titánica y abruma con sólo ser conscientes de la situación. A veces estamos tentados de decir que nos conformaríamos con pasar de la situación de un reflejo quimérico a poder ser una sombra bien proyectada. Urge que reconstruyamos, de manera coherente, nuestros elementos de identidad valencianos en el marco de un proyecto en absoluto contradictorio con el ámbito nacional y europeo.

Necesitamos que las reformas orgánicas y estatutarias que se puedan acometer introduzcan realmente elementos de democracia, mérito y trasparencia, y acaben con la sensación de unas normas y procedimientos repletos de mediaciones y filtros. No queremos "estatutos de cristal" que, bajo su apariencia diáfana, inutilicen en realidad la voz y la voluntad de los militantes y simpatizantes. El derecho no es sólo a hablar (lo que incluso, a veces, resulta violento), sino a ser escuchado y a tener la expectativa razonable de que su mensaje y su acción tendrán unos resultados visibles.

Nos merecemos equipos de dirección integrados por personas solventes y sólidas, capaces de labrarse un liderazgo que, más allá del cálculo interesado de equilibrios "familiares", acudan a los militantes y a la ciudadanía como único e irrenunciable patrimonio. Dirigentes que conjuguen la responsabilidad política como algo más que una simple rendición de cuentas contable y que no mercantilicen nuestros votos al servicio de intereses que son sólo los suyos... Necesitamos tantas cosas que lo de menos son las proclamas de una supuesta "neutralidad", escudo protector para quien la formula, pero reafirmación del abismo al que nos asomamos para quienes la escuchamos.
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(*) Carmen García Monerris es catedràtica de Historia Contemporánea
de la Universidad de Valencia y militante del PSOE

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ARTÍCULOS PUBLICADOS:

- Más allá de los intereses orgánicos (por Mercedes Cabrera)

- PSOE-PSPV 2012: ¿Un congreso más o la madre de todos los congresos? (por Manuel López Estornell)

- No és un problema de noms (por Joan del Alcázar)

- ¿Socialisme és llibertat? Algunes reflexions (por Ana Aguado)

- Los 6 problemas de los socialistas valencianos (por Anselm Bodoque)

 

 

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