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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Talking Heads,
Glamour y la Castellana

RAFA CERVERA. 13/09/2015 De cómo La Banda de Gaal se conviritó en Glamour, una de las bandas más memorables de la 'movida' valenciana

VALENCIA. El título de esta sección es el de una canción de Talking Heads. Una canción que me gusta mucho, y que pertenece a Fear of music, uno de los álbumes al que necesito volver cada tanto desde que lo descubrí en 1979. Memories can't wait me brindó el nombre perfecto para reunir estos artículos, y a su vez eso me da la oportunidad de revivir cada semana, aunque sea muy tangencialmente, lo que esa canción y ese álbum han hecho por mí, los años en los que lo escuché con juvenil avidez. Porque los primeros discos de Talking Heads, tan catárticos, invitaban a escucharlos así, como si te estuvieran mostrando el sendero invisible que conducía al futuro.

DE CÓMO LA BANDA DE GAAL SE CONVIRTIÓ EN GLAMOUR

¿Con cuántas personas podías hablar en Valencia en 1980 de aquellos músicos renovadores? Con pocas; unos cuantos compañeros de colegio y ciertos clientes que pasaban por Harmony Discos buscando precisamente grupos como aquellos. Remi Carreres y José Luis Macías eran dos de esos clientes. Los conocí en otoño de 1980, cuando estaban en La Banda de Gaal y me dieron una maqueta con sus canciones. La casete acabó en manos del periodista y productor Esteban Leivas que vio potencial en el grupo y apostó por ellos. En abril de 1981 cambiaron el nombre por el de Glamour -palabra que vieron en un póster promocional de Bowie-, y empezaron a  ensayar y componer nuevas canciones bajo la tutela de Esteban, quien poco antes de verano les cerró un contrato con Polydor.

Grabaron su primer álbum en Madrid en agosto y yo les acompañé en calidad de coordinador -así aparezco en los créditos del disco- aunque lo que hacía en realidad era, simple y llanamente, estar con Glamour. Era algo más joven que ellos, más inocente e inexperto a todos los niveles, pero compartíamos el lenguaje de una determinada música que aquí, por aquel entonces, parecía reservada a una generación predestinada a entender el rock de una manera distinta.

EL MELLOTRON

El 1 de agosto de 1981 Glamour, Esteban y yo llegamos a Madrid, donde pasamos 15 días, grabando en los estudios Doublewtronics, estudio en el que algunos grupos de la emergente movida como Aviador Dro y Parálisis Permanente habían registrado ya algunas canciones. Su propietario, ingeniero de sonido en el álbum de Glamour, era Jesús Gómez, que unos pocos años después se convertiría en uno de los productores más importantes del nuevo pop español.

Allí descubrí lo increíblemente aburridos que son los estudios de grabación cuando no eres ni músico ni productor ni ingeniero de sonido. Muy interesante descubrir cómo se fabrican realmente esos discos que son tan importantes, sí -y más en una época en la que la información sobre temas tan concretos era algo que había que rastrear-, pero cuando has escuchado al batería hacer siete tomas del mismo ritmo lo único que quieres es aprender a teletransportarte o que te secuestre un ovni.

No obstante, y como buen weirdo que era, soy y espero ser hasta el fin de mis días, hubo momentos de epifanía que compensaron las horas de no hacer absolutamente nada. Como aquel, cuando me quedé extasiado al ver de cerca un mellotrón.

El mellotrón es una especie de sintetizador primitivo que contenía voces pregrabadas analógicamente y las reproducía dándoles un tono de coro sobrenatural. En Doublewtronics se usó en un par de canciones de Glamour. Ese verano me habían quedado pendientes de recuperación las matemáticas, la física y la química, pero a cambio sabía lo que era un mellotron, porque en los créditos de Sally can't dance, de Lou Reed, ponía que en la canción Ennui alguien tocaba dicho instrumento. Fue verlo y pasárseme el aburrimiento de sopetón. Un instrumento con semejante nombre no puede decepcionarte jamás.

PASEOS NOCTURNOS POR LA CASTELLANA

Sin duda lo más atractivo de aquellos días en Madrid eran las noches. Nos hospedábamos en un hostal de la calle Conde de Xiquena, frente a Casa Gades, justo detrás de donde empieza el paseo de la Castellana. En aquellos días, ese y otros tramos de la avenida eran plazas de mercadeo sexual. Los chaperos rondaban la calle Almirante y alrededores, y las travestis desfilaban con tronío por las rotondas de la avenida. En la pensión en la que nos alojábamos los miembros del grupo y yo vivían algunas de aquellas transexuales, y todos los que estuvimos allí recordamos especialmente a una chica negra que nos sonreía con picardía si nos la cruzábamos por los pasillos. Luis Badenes, el cantante del grupo, le ponía morritos (la expresión poner morritos la acuñó Macías, si mal no recuerdo, para definir lo momentos en los que el cantante flirteaba) y  alguien decidió escribir una nota de amor firmada por Luis nombre y deslizarla bajo la puerta de la chica.

EPIFANÍA  EN UN RENAULT R5

Casi siempre cenábamos en un Vips -estábamos aún en la  época en la que en Valencia no había Vips-, que cerraban tarde y eran lugares de lo más exóticos para chicos de provincias como nosotros, porque lo mismo te podías comprar una revista musical inglesa en el puesto de prensa que encontrarte con alguien que salía en televisión.

Durante unos de esos trayectos que terminaban con un sándwich club, Macías dijo algo que se me quedó grabado. Íbamos en el R5 de Esteban -nos repartíamos entre su auto y el de Adolfo Barberá, guitarra del grupo- y el radiocasete reproducía Fear of music. Cuando sonó Memories can't wait, Macías, empezó a ensalzar la canción con su inconfundible vehemencia, y en un momento determinado dijo. "¡Y además, mirad este cambio que viene ahora, es rarísimo, es la leche!". En lo que podríamos llamar el cénit emocional de la canción se produce un cambio, no sé si grande o pequeño, que le da un impulso inesperado al final del tema. Cada vez que  escucho Memories can't wait no puedo evitar recordar a Macías redescubriéndome aquella canción que creía conocer tan bien.

Aquel viaje a Madrid, así como mi relación con los miembros de Glamour y con Esteban -que se convirtió en el hermano mayor que no tenía- me hicieron ver la música de otra manera, más allá de lo leído, lo sentido y lo imaginado. Fue un viaje que cambió vida. Un rito iniciático en una gran ciudad después de 17 años atrapado en Valencia. Hoy es el recuerdo del verano en el que dentro de mí  la música se encontró con la vida.

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