"La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta"
Gilbert Keith Chesterton
VALENCIA. Christie's es una de las casas de subastas más prestigiosas del mundo y para que decida sacar a pujas una pieza tiene que pasar los más exigentes filtros de calidad, autenticidad, y sobretodo de relevancia. En el caso de la cerámica o la porcelana no todo son jarrones de la dinastía Ming o centros de Sevres y el departamento de cerámica de Christie's está familiarizado con piezas de Valencia, Manises o Alcora. La cerámica de reflejo dorado valenciana de época medieval y renacentista es un top en el coleccionismo internacional, así como las mejores piezas del XVIII de Alcora encuentran compradores en medio mundo
Para que se hagan una idea, en 2011 esta casa londinense adjudicó un albarelo manisero, eso sí, excepcional, de mediados del siglo XV por más de medio millón de euros, doblando su estimación inicial. No nos extrañe que los grandes braseros valencianos o botes de farmacia de reflejo dorado copen las vitrinas de los mejores museos del mundo como el Metropolitan, el British o el Hermitage compitiendo de tú a tú con las mejores manufacturas como Urbino o Delft.
Las características cúpulas azules Valencianas elevadas en su mayoría a lo largo del siglo XVIII son la proyección de un mundo en el que la cerámica vidriada inunda casas, calles e iglesias. Un típico trabajo universitario sobre la cerámica barroca en los interiores de las iglesias de la ciudad, me sirvió para darme cuenta de una obra que me había pasado desapercibida, valorar su excepcional calidad y a la vez darme cuenta del desconocimiento existente. En los exteriores de los edificios la situación del patrimonio es más desalentadora. Aunque todavía podemos encontrar vestigios de una época de esplendor, los hallazgos revisten un carácter más detectivesco. Si en lugar de ir con la cabeza gacha mirando las pantallas de nuestros teléfonos móviles nos dejamos llevar más por la arquitectura de una ciudad que, todavía hoy, no se ha puesto en el valor que merece, podemos descubrir hallazgos en este terreno en lugares insospechados que nos conectan con la Valencia desde el Renacimiento al Art Decó.
La producción tiene sus orígenes en la Balansiya musulmana para tomar definitiva forma en el siglo XIII con la cerámica Hispano-morisca y gótico-mudejar de Manises y Paterna. Una presencia inicialmente doméstica para, en la época medieval, ya cristiana, comenzar a ejecutarse piezas cada vez más lujosas y revestir suelos, paredes y techos- caso de los célebres socarrats. Del ámbito privado pasa a las iglesias en el Manierismo (interiores de la Iglesia del Patriarca) y a edificios públicos del Renacimiento (Palau de la Generalitat).
El Barroco es el momento de la explosión cuando la producción se incrementa exponencialmente y el arte sale a la calle, pudiendo todavía observarse en los vuelos de algunos balcones -se dice que para ello se empleaban los azulejos sobrantes de los interiores de las viviendas- o los paneles cerámicos, abundantísimos por entonces y hasta entrado el siglo XX, en calles del Cap i Casal y en los pueblos de la región.
Con el tiempo muchos de estos elementos han sido pasto de saqueo, destrucción y abandono, sino victimas de rehabilitaciones desafortunadas que, incomprensiblemente, en caso de los balcones, los azulejos han sido sustituidos por anodinas placas de un blanco inmaculado. Valencia presumía de tener en todos sus barrios murales alusivos al Santo que daba nombre a la calle, iglesia o patrón del gremio. La cerámica decorativa era tan demandada que llegaba a producirse a pie de obra para evitarse el transporte. Los talleres proliferaron en los alrededores de la Plaza Redonda y en el Barrio del Carmen.
No obstante, y a pesar del patrimonio perdido, Valencia bien merece tener una ruta de la cerámica teniendo como eje el Museo Nacional González Martí. Una veintena de iglesias y otros tantos conventos, palacios y calles encierran excelentes ejemplos. Balcones en Correjería, Avellanas o Navellos entre otras, o murales en Trinquete Caballeros, Plaza del Carmen .... Un itinerario en su mayoría intramuros, pero que finalizaría cronológicamente en el último reducto en el que este arte se hace unidad indisoluble con la arquitectura: el Cabanyal con sus interesantes ejemplos modernistas y art decó, o en edificios públicos como el mercado de Colón o la Estación del Norte.
El mundo de la cerámica siempre ha despertado pasiones entre unos coleccionistas, que han llegado a acumular cantidades ingentes piezas, si es preciso guardadas en cajas de naranjas debajo de sus propias camas. Se percibía la tensión en las ferias de antigüedades momentos antes de la inauguración. Ofrecer una pieza rara y en perfecto estado a un cliente, en detrimento de otro rival, significaba un acto digno de agradecimiento que, hasta con suerte, se traducía en la correspondiente invitación a comer.
Valencia recibía la visita de coleccionistas de toda España-Madrid, Cataluña, País Vasco o Mallorca como lugares con mayor número de aficionados- e incluso del extranjero (Países Bajos o Italia). Muchas piezas se han diseminado a lo largo de los siglos -parte se dedicó a la exportación- y es habitual, cuando visitamos una tienda de antigüedades lejos de Valencia, dar con una pieza que nos evoca nuestra huerta y el Mediterráneo.
Un mundo enciclopédico, del que nunca llega a saberse todo, de abundante y cotizada bibliografía, que ha venido elaborando toda una jerga y léxico ancestral-más académico o más popular- que es de desear que no se pierda: así, según el motivo, en la cerámica de reflejo, están los platos de "tetón", del "pardalot" o del "helecho" entre otros. Azulejos góticos con nombres como del popular "escarabajo", del "volaoret" o del "pensamiento".
La azulejería presenta un incontable número de motivos. Según lo sano o no que se halle la pieza diremos que está "campana" por el sonido que emite al ser golpeada cuando está perfecto en su estructura, bien que tiene un "pelo" cuando se observa una fisura sin que haya llegado a partirse la pieza o "lañado" cuando se partió y fue reparado por medio de grapas. Los azulejos barrocos pueden ser "de figura" o de "serie" y estos pueden a su vez ser "a cuatro" o más o de zócalo, escalera... Los renacentistas de "punta de diamante", "artesa" y los barrocos son abundantes los de la "pometa". Ya en el XIX los platos se distinguen por su colorido y presentan motivos tan característicos como puentes, castillos, aderezos de valenciana y los codiciados de figuras humanas.
Durante la segunda mitad siglo XX fue habitual que los anticuarios destinaran toda una pared a exponer las piezas a la venta: platos de reflejo y de colección, azulejos, mancerinas, pilas de agua bendita, placas. Con la llegada del nuevo siglo, el minimalismo y la practicidad decorativa impuso su ley y el interés decayó. A ello se añade que las buenas piezas mas excepcionales empezaban a escasear, ya que los coleccionistas eran- y son- reacios a sacarlas al mercado, o acababan fuera de España. El nuevo decorativismo y originales formas de exponer la piezas en las desangeladas e impersonales estancias minimalistas parece que está trayendo poco a poco el interés de nuevas generaciones de aficionados a las antigüedades y por ende a la cerámica, que aprovechan un momento de existencia de piezas interesantes a precios asequibles.
Joaquín Guzmán es anticuario, galerista e Historiador del Arte
Hola Me ha interesado el comentario sobre la fabricación a pie de obra, para evitar el transporte de las piezas. ¿A qué época se refiere? ¿Hay algo de información sobre este tema? Muchas gracias.
Me ha gustado mucho en artículo. Es necesario sacar a la luz -y de manera continuada- artículos y noticias que enseñen el potencial escondido del arte valenciano. También pienso que las ideas están muy bien planteadas para un público general que posee nociones básicas de arte, así que felicidades por el artículo. Un saludo.
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