VALENCIA. Hay fechas que no olvidamos nunca porque están unidas a acontecimientos que están más allá de cualquier expectativa. Para mí, el 15 de junio de 1990, fue una de esas fechas. Durante la tarde de ese día, The Velvet Underground, la formación de culto por excelencia —25 años atrás lo era y nadie le hacía sombra a ese nivel—, se reunió inesperadamente. Tocaron durante poco más de 10 minutos ante una audiencia tan pequeña como desprevenida, congregada en la elegante explanada de la Fondation Cartier, en Versalles. Previamente, los allí congregados habíamos visto un miniconcierto de Lou Reed y John Cale, que justo en aquellas fechas publicaban Songs for Drella, un álbum hecho con sus recuerdos y su visión sobre Andy Warhol, artista que en cierto modo les brindó su primera oportunidad y del cual aprendieron muchas cosas.
Reed y Cale habían limado asperezas y accedieron a trabajar juntos para llevar a cabo este proyecto en homenaje a su maestro, fallecido de la manera más idiota –sobrevivió a cinco disparos de pistola en 1969, pero en 1987 murió por una negligencia hospitalaria tras una operación de vesícula–. Ahora se encontraban a pocos kilómetros de París, tocando aquellas canciones en la inauguración de la muestra Andy Warhol's System: Pub-Pop-Rock. La ovación que siguió una vez concluyeron su repertorio dejó paso a un momento de incertidumbre. A continuación, volvieron acompañados de sus antiguos compañeros de Velvet Underground.
LA FACTORY REVIVIÓ EN VERSALLES
Por increíble que parezca, ese día en la Fondation Cartier había una cámara que llevaba horas grabando para Canal 9, nuestra entonces joven pero ya viciada televisión autonómica. Mi condición de seguidor Velvet Underground me había dado acceso a la información sobre la exposición mucho antes de que se celebrara. La suficiente como para proponerla como tema para el programa juvenil que entonces emitía Canal 9. El departamento de turno aceptó a contratar un equipo de cámara y sonido en París para cubrirlo. No recuerdo si incluso llegué a pagarme yo el viaje, pero volvería a hacerlo hoy mismo si volviese a verme ante una oportunidad así.
Cuando Reed y Cale reaparecieron ante el público acompañados por Sterling Morrison y Moe Tucker, los otros dos miembros originales del grupo, fue como si se hubiese obrado un milagro. En aquella época, los grupos de rock no se reunían así como así. A todos les costaba bastante dar un paso que hoy forma ya parte natural del funcionamiento de una formación musical. Quizá porque la necesidad de preservar un prestigio era más poderosa que la tentación del dinero. En cualquier caso, allí estaban juntos cuatro músicos que entre 1965 y 1970 habían cambiado el curso de la música pop casi en secreto. Esa tarde sacaron a Velvet Underground de un letargo que, como se vio un par de años después, no era el definitivo. En medio del bosque de Versalles, tan lejos de Nueva York, observados por invitados de postín —Philippe Junot y Vanessa Paradis estaban allí— y algunos personajes que habían poblado el mundo warholiano en sus años plateados —Billy Name y Ultra Violet—, Velvet Underground habían tocado una sola canción —'Heroin'—, llevados por la emoción de aquel homenaje a su mentor, emoción de la que seguramente ya embargaba a todos los allí presentes. Bueno, tampoco quiero ser tan optimista, seguramente Philippe Junot estaba más interesado en otros temas...
IMÁGENES CONGELADAS
El material registrado hasta entonces por el cámara incluía imágenes de la exposición, donde había cuadros y películas de Warhol, memorabilia del grupo y fotografías de la Factory. También contenía declaraciones de John Cale y una larga charla con Moe Tucker, Sterling Morrison y el lugarteniente de la Factory, Billy Name, que acompañados por MC Kostek —responsable de la Velvet Underground Apreciation Society— accedieron a intercambiar impresiones de aquel pasado legendario que ahora se alzaba ante ellos. Todo aquello, que seguramente habría sido la envidia de más de una cadena de televisión, quedó inédito porque ciertos cargos del ente autonómico así lo quisieron. Porque a la vuelta alguien que por lo visto estuvo ausente cuando se tomó la decisión de enviarnos a la Fondation Cartier, debió tener un ataque de pánico. Yo creo que en el fondo —insisto en que hace 25 años cierta información no era tan popular como ahora, y me refiero, por ejemplo, a Warhol— todo aquel tinglado les sonaba muy raro y sospechoso, de ese tipo de cosas que no sabían si tomar como interesantes o como frívolas. Los mediocres de turno debieron de poner nerviosos. Hubo broncas y lo que era motivo de alegría acabó convirtiéndose en algo maldito. También hubo un castigo ejemplar, como si fuésemos niños que han hecho una maldad: aquellas imágenes no serían emitidas al haber sido realizadas sin permiso. Grabadas sin permiso, como si un simple redactor contratado por obra tuviese poder para organizar todo aquello por su cuenta y riesgo en nombre de una televisión pública. Canal 9, que había sido inaugurado tan solo unos meses antes por el excelentísimo Joan Lerma, guardó aquel material en algún armario, cintas betacam que seguramente llevarán años borradas o que habrán sido recicladas para grabar alguna Ofrenda. Unos meses después alguien quiso compensar usando parte de aquellas imágenes prohibidas en un monográfico sobre Warhol producido por Canal 9 y cuyo guión realicé.
El pasado verano recordaba la reunión de los Velvet y la expo de Warhol en un artículo para El País Semanal y seguía maravillándome de haber asistido a aquel emotivo acontecimiento. No fue hasta unas semanas después que recordé este incidente, lo que podríamos llamar "la parte local" de toda esta historia, que parece tan pequeña ahora, pero que resultará tan absurda siempre. Un buen ejemplo de hasta dónde puede llegar la estupidez cuando la política anda cerca y se convierte en todo aquello que jamás debería ser. Y en Valencia tenemos una larga tradición al respecto.
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