VALENCIA. En una ocasión, en un coloquio con unos estudiantes universitarios hacia el final de su vida, a Orson Welles (1915-1985) le preguntaron si la carencia de medios presupuestarios que había marcado buena parte de su carrera le había hecho ser más imaginativo. Y Welles, irónico, descreído, dijo que no. Maltratado durante la mayor parte de su vida artística por las grandes productoras, el otrora niño prodigio del cine americano está considerado por muchos como el mejor cineasta de todos los tiempos a pesar de los pesares.
Entre sus admiradores, compañeros de profesión de la talla del británico David Lean, quien decía de él que era el cineasta que había estado más cerca de ser un verdadero autor, o los directores del Nuevo Hollywood. Tal y como recoge Peter Biskind en Moteros tranquilos, toros salvajes, Welles fue "venerado por el Nuevo Hollywood, y el naufragio de su carrera se consideraba, con horror e indignación, el ejemplo más atroz de cómo Hollywood podía destruir a un director".
Nacido en un pequeño pueblo de Winsconsin el 6 de mayo de hace ahora un siglo, Welles alcanzó la fama con tan sólo veintitrés años gracias al programa radiofónico La guerra de los mundos, inspirado en la célebre novela de H. G. Wells, que causó conmoción en los Estados Unidos cuando muchos oyentes del programa pensaron que se trataba de la retransmisión de una auténtica invasión extraterrestre. El éxito de aquel programa de radio le valió un contrato para dirigir tres películas con el estudio cinematográfico RKO, que le otorgó libertad absoluta como director.
A pesar del inicial apoyo incodicional de RKO, sólo uno de sus proyectos previstos pudo ver la luz en las condiciones de completa libertad: Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), su película más exitosa y una de las obras maestras indiscutibles de la historia del cine. Presionado y perseguido por el magnate de la prensa William Randolph Hearst, quien se sintió ofendido por la imagen que se daba de él en Ciudadano Kane, Welles se convirtió en un apestado y su posterior relación fracasada con Rita Hayworth contribuyó a situarle como un outsider.
Con motivo del centenario de su nacimiento, la Filmoteca de CulturArts inicia este jueves un ciclo sobre su filmografía esencial con la proyección a las 19 horas en la sala Berlanga de su segunda película, El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942), un largometrajes que junto a Ciudadano Kane forma lo que André Bazin llamó "el gran díptico". En Ciudadano Kane y en El cuarto mandamiento se encuentran ya las aportaciones fundamentales de Welles a la estética cinematográfica. Dichas contribuciones serán analizadas por Pablo Hernández, del Aula de Cinema de la Universitat de València, en la primera de las proyecciones de las nueve películas que conforman un ciclo que concluirá el 12 de julio.
CIUDADANO KANE (1941)
François Truffaut escribió una vez: "Welles debía tener el sentimiento de que debía entregar no sólo un buen film sino el film, que resumiera cuarenta años de cine tomando a contragolpe todo lo que se hubiera hecho, un film que simultáneamente sería un balance y un programa, una declaración de guerra al cine tradicional y una declaración de amor al medio". Y ese filme fue Ciudadano Kane. Inspirado en la vida de William Randolph Hearst, coescrito con Herman Mankiewicz, le supuso su único como Óscar, que lo obtuvo al mejor guión original. Epítome del cine hasta entonces realizado, causó admiración por su planificación espectacular y arriesgada.
EL CUARTO MANDAMIENTO (1942)
Basada en una novela de Booth Tarkington, amigo personal del padre de Welles, El cuarto mandamiento fue una obra mutilada por la RKO, que había empezado a perder la fe en el cineasta. "A pesar de todos los problemas surgidos durante su realización, incluso la reducción de metraje original y la variación del sentido de algunas de sus escenas", escribe Esteve Riambau en su biografía Orson Welles. El espectáculo sin límites, " a pesar de todo ello, El cuarto mandamiento constituye no sólo un film de sugerente complejidad sino también uno de los más fieles reflejos de la personalidad de Welles a través de su obra".
EL EXTRAÑO (1946)
Coescrita por John Huston y Anthony Veiller a partir de una historia de Victor Trivas, la película debería haber sido dirigida por Huston. Pero el productor Sam Spiegel quería a Welles como protagonista y él le pidió la dirección. Fue uno de sus mayores éxitos y ha sido una de sus películas más imitadas. Narra la historia de un nazi que se oculta en un pequeño pueblo de Estados Unidos con una falsa identidad. "Es la única película que he hecho en mi vida en la que no tomé parte en el guión", explicaba en una entrevista a Film Ideal realizada en 1964. "No puede decirse que sea una obra mía en el sentido en el que lo son las otras. Es una película entretenida. Sólo la hice para demostrar que era un director comercial. Se hizo por poco dinero y recaudó mucho en taquilla".
MACBETH (1948)
Tras el fracaso que supuso La dama de Shangái (1947), Welles, tal y como hiciera en 1946 con El extraño, afrontó su siguiente proyecto con una escrupulosidad extraordinaria. Quiso combatir a las malas lenguas que le acusaban de derrochador y cumplió el plan de rodaje a rajatabla. Para ello contó con la colaboración de parte de su antiguo equipo en el Mercury Theatre, en especial una impresionante Agnes Moorehead como una espectacular Lady Macbeth. "Mi propósito al hacer Macbeth no fue hacer una gran película y esto es desusado porque creo que todo director de cine, aún cuando está haciendo una tontería, debe tener como propósito hacer una gran película", confesaría años después a Sight and Sound. "Pensaba que estaba haciendo algo que podía ser una buena película y algo que, si se lograba el plan de veintitrés días de filmación, podría alentar a otros cineastas a enfrentarse a temas difíciles en plazos aún menores".
OTELO (1952)
Paradigma de los problemas económicos con los que se enfrentó Welles tras caer en desgracia, esta versión del clásico de Shakespeare tuvo un rodaje que duró cuatro años como consecuencia de la falta de liquidez. Los cambios de reparto y de localizaciones obligaron a Welles a buscar toda clase de artimañas y recursos para conseguir que la película tuviera un aspecto convencional. El largometraje carece de los planos-secuencia que tanto le gustaban al cineasta porque nunca lograba reunir a todos los actores a la vez. "Cada vez que se ve a alguien de espaldas", explicaba Wells, "cubierta la cabeza con una capucha, se trata indudablemente de un doble. He tenido que hacerlo todo en campo-contracampo porque nunca llegaba a reunir a Yago, Desdémona, Roderigo, etcétera".
MISTER ARKADIN (1955)
"Jamás he trabajado tanto como lo hice en Mr. Arkadin". Basada en una novela del propio Welles que en España ha editado Anagrama, el rodaje estuvo marcado por la conflictiva relación entre el cineasta y su productor, Louis Dolivet, hasta entonces su amigo. La película se centra en el personaje de Mr. Arkadin, un magnate visto desde la perspectiva del joven Guy Van Stratten. "En ningún momento traté de inmiscuirme en la labor de Dolivet, o sea, en los aspectos financieros", explicaba el cineasta, "aunque antes de acabar la película puse literalmente hasta mi último centavo a su disposición. Por el contrario, Dolivet no respetó el área sobre la que yo mantenía el control, o sea, la película en sí. Se arrogó el montaje de mi película e hizo una nueva versión (...). Y lo hizo (...) sin mi permiso y completamente en contra de mis deseos. El fracaso del film apenas puede sorprenderme".
SED DE MAL (1958)
Considerada por muchos como una de sus obras maestras, Sed de mal, adaptación de una novela de Wit Masterson, debe mucho a su protagonista, el actor estadounidense Charlton Heston. El intérprete admiraba a Welles y quería trabajar con él a cualquier precio. El cineasta sólo puso como condición escribir su propio guión. "Dirigí y escribí la película sin cobrar un céntimo ya que lo único que recibí fue mi sueldo como actor", se quejaría años después Welles. Para la historia del cine su primera secuencia, espectacular, en la que seguimos una bomba desde que es puesta en un coche hasta que estalla al cruzar la frontera. Sólo en ella se gastaron todo el presupuesto, pero el apoyo de Heston permitió que el rodaje fuera acorde a los deseos del cineasta.
EL PROCESO (1962)
Una nueva adaptación, en este caso del cásico de Franz Kafka con Anthony Perkins como protagonista. Tras el paréntesis americano que supuso Sed de mal, Welles había vuelto a Europa e intentó poner en marcha, una vez más, su frustrado proyecto de adaptar Don Quijote. Fue durante uno de sus rodajes como actor que conoció a los hermanos Ilya y Michel Salkind quienes le ofrecieron seiscientos millones de francos franceses y una lista de quince clásicos para que adaptara el que quisiera. Eligió Kafka.
El rodaje se tenía que haber realizado en Yugoslavia pero problemas de producción trasladaron la película a Francia. "La producción tal y como yo la había diseñado la formaban decorados que gradualmente desaparecían. Iban desapareciendo cada vez más elementos realistas y el público era consciente de ello. (...) Nada de esto se pudo hacer. Era otra película".
CAMPANADAS A MEDIANOCHE (1965)
Su última obra maestra y la mejor de sus aproximaciones al mundo de Shakespeare a través de la figura de Falstaff. "El sueño dorado de mi vida", llegó a decir de ella. La película tenía que haber sido una coproducción entre Italia y Yugoslavia que se iba a filmar en el país balcánico, pero acabó siendo una coproducción hispanosuiza que se rodó en la Casa de Campo de Madrid, entre otros emplazamientos.
Producida por Emiliano Piedra, las estrecheces económicas le obligaron a Welles a rediseñar secuencias. En su equipo, cineastas de culto como Jess Franco. La famosa secuencia de la batalla se rodó, según Franco, "en 20 sitios diferentes". "En cuanto encontraba unos árboles rodaba escenas. Todo era así. La coronación de Enrique V se hizo en las ruinas del Monasterio de Cardona. Habían dos paredes que mantenían el tipo y dos arcos. Y él llegó y convirtió aquello en el lujo de la coronación del rey sólo con su talento, con su manera de ver las cosas, su manera de rodar, su orden de rodaje", añadía. Su secreto: "Él ponía primero la luz y luego la cámara".
FRAUDE (1973)
Penúltimo largometraje de Welles, último si obviamos el experimento Filming Othello (1978), Fraude es un juego sobre la realidad y la ficción, la verdad y la mentira, en el que el cineasta se aproximó a uno de los más importantes falsificadores del siglo XX, Elmir D'Hory, un extraordinario imitador de las obras de Modigliani, Picasso o Matisse. Para ello empleó como narrador a un entonces célebre falsificador también, Clifford Irving, un escritor que quiso lanzar como auténtica una biografía del multimillonario Howard Hughes. A mitad camino entre el documental, la ficción y el juego de espejos, Fraude, con sus virtudes, es apenas un pálido reflejo de todo el talento que atesoró uno de los más grandes cineastas del siglo XX, sino el mejor.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.