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ANÁLISIS

La Fira del Llibre: así interactúa Conselleria con el sector del libro

JOSÉ MARTÍNEZ RUBIO. 27/04/2015

VALENCIA. Desde el pasado miércoles ya luce en el paseo de los jardines de Viveros la estupenda Fira del Llibre. Cincuenta años de vida, por lo que este año el Gremi de Llibrers celebra su cita anual a lo grande. Aniversario o no, la Fira del Llibre es sin duda uno de los acontecimientos populares más revitalizantes para una ciudad y un país maltrechos.

Para los ciudadanos: sol, buen tiempo (cruzando los dedos), jardines, charlas, conferencias, exposiciones (como la de este año, dedicada a Ovidi Montllor: "La fira ferogte") y todos los libros del mundo. Para el sector del libro: un escaparate de casi dos semanas con que sobrevivir el resto del año y que mantiene una acogida extraordinaria entre los ciudadanos. Para la cultura: el momento en que la literatura y el libro, junto al resto de esferas del trencadís cultural valenciano, adquieren una visibilidad y una relevancia públicas como en ningún otro momento del año.

En una comunidad donde la literatura va perdiendo su capacidad de influencia y de dinamización de debates en el plano social, la Fira es nuestro milagro programado. Sirve de celebración, pero también de reivindicación: su directora, Gloria Mañas, exigió de nuevo en la presentación de la 50ª edición ante María José Català y Rita Barberá, Consellera y Alcaldesa respectivamente, el pago de las ayudas estipuladas y la consideración hacia el sector del libro, vapuleado durante los últimos años por la Generalitat Valenciana.

La envergadura de la Fira impone respeto. Por ello, la Conselleria d'Educació, Cultura i Esport muestra su apoyo con una subvención de 22.300 euros, para un acontecimiento que genera un volumen de negocio de cerca de 800.000 euros, según cifras de 2014. Así pues, comercio, cultura y ciudadanía parecen retroalimentarse en una simbiosis que beneficia a todos.

Sin embargo, más allá de la Fira, la política del libro de la Generalitat Valenciana hacia "las otras ferias" revela algunas luces y muchas sombras, sobre todo en relación con los colectivos y asociaciones del sector.

Russafa Book Weekend: puentear al sector

La mitad de lo que Conselleria ha anunciado que destinará a la Fira del Llibre es lo que destinó a la Russafa Book Weekend, según la Consellera Català en la presentación de la primera edición en octubre del año pasado. En tres días, del 17 al 19 de octubre, la Generalitat invirtió 11.000 euros en una especie de feria alternativa, en un barrio donde hasta ocho librerías comparten espacio y cuyo carácter vanguardista impregna la vida cotidiana. De hecho, la RBW acogía toda una serie de actividades más allá del libro: música, talleres, proyecciones, performances, etc. y convertían la cita en un verdadero festival.

Uno podría pensar que una feria de este tipo beneficia a todos, pero ciertamente la opacidad de los resultados de esas tres jornadas, a tenor del silencio de la organización, impiden hacer estimaciones de aprovechamiento al menos en el plano económico. En el plano cultural, la mera presencia de libros en el espacio público es síntoma de salud. En el plano sectorial, hay que pensarlo bien.

La Russafa Book Weekend, a diferencia de la Fira, parte de una iniciativa vertical de la Dirección General del Libro, de la Conselleria, y se gestiona directamente con las ocho librerías del barrio (Ubik, Bartleby, Le Petit Canibaal, Gotham, Cosecha Roja, Kowalski, Slaughterhouse y Camelopardus). Posteriormente se han añadido como colaboradores de esta primera edición la Associació d'Editors del País Valencià, la Associació d'Il·lustradors, la Asociación Valenciana del Cómic o el Gremi de Llibrers, que son precisamente los colectivos que llevan a cabo una defensa organizada del sector del libro.

La puesta en marcha de este tipo de iniciativas debería llamar a la precaución, por la mera razón de que se obvia a los colectivos que trabajan dentro de él; en este sentido desde el Gremi de Llibrers se lamentan, entre otras cosas, de que la Consellera no haya querido recibirlos ni una sola vez en su despacho en toda la legislatura para hablar de los problemas del sector. De otro modo, puede considerarse arbitraria la programación de esta feria alternativa, cuya inversión a día de hoy no sabemos si resulta rentable ni siquiera a las propias librerías pero cuyo modelo relega a un segundo o tercer plano a las organizaciones que velan por los intereses de artistas y vendedores: piezas clave para la buena salud cultural. Un clásico del neoliberalismo. Y un clásico de la arbitrariedad de la Generalitat, más en Valencia, donde ya hemos pagado suficiente espectáculo a precio de oro.

Este modelo vertical, puenteando a los colectivos, debilita al propio sector, porque le hace perder fuerza frente a una decisión política cualquiera y da ocasión al florecimiento de ocurrencias, en lugar de coordinar una campaña conjunta más ambiciosa e implicando a otras esferas como la educativa. La operación para Conselleria es tan cómoda como banal, igual que la de nombrar a Santiago Posteguillo como autor del año por decreto del Consell: es arbitrario, relativo y sospechoso. Ni que decir tiene que el mismo Consell se ha negado en Les Corts a homenajear a Ovidi Montllor, celebrado precisamente por la Fira del Llibre a los veinte años de su muerte. ¿Por qué? Russafa no debería ser tan cómoda.

La Plaça del Llibre: cero euros en cultura en valenciano

Más preguntas. ¿Por qué la Conselleria invierte 11.000 euros en la Russafa Book Weekend y cero euros en La Plaça del Llibre? Esta Plaça, que durante cuatro días centra su atención en el libro en valenciano, celebró el pasado noviembre su segunda edición. De su organización se encargó la Fundació pel Llibre i la Lectura (FULL), donde se integran libreros y editores, la misma fundación que ha elaborado además un esbozo para un futuro plan de fomento de la lectura[1], que debería asumir el próximo gobierno en la Generalitat, en colaboración con universidades, bibliotecas o la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

Este esbozo de plan de fomento de la lectura ya fue implícitamente rechazado por la Consellera Català al afirmar el viernes pasado que el consell había destinado en toda la legislatura, incluido lo presupuestado para 2015, un total de 64,8 millones para una "Estrategia para el fomento de la lectura". No es cierto. No existe una "Estrategia para el fomento de la lectura" donde Educació haya implementado una cantidad semejante al presupuesto de educación: no hay presupuesto explícito para ella, no hay informe previo, no hay resultados (a la vista está); lo que la Consellera hace pasar por "Estrategia" no es más que la suma del gasto destinado por Educación a todo aquello que tiene que ver con las instituciones del libro en general, desde el mantenimiento de los edificios públicos como academias o bibliotecas públicas, a subvenciones a ediciones, ferias, archivos, fundaciones, premios, etc. Si existe tal "estrategia", no hay constancia pública y oficial de él en el DOCV. Mucho me temo que sea otra manera de decir que no. De nuevo.

Paradojas valencianas: el proyecto de la Plaça del Llibre, que integra a diferentes ámbitos interrelacionados, viene a dar respuesta a unos niveles de conocimiento, uso y lectura del valenciano alarmantemente bajos, y no ha sido la Generalitat Valenciana sino el Departament de Cultura de la Generalitat Catalana, así como el Institut d'Estudis Catalans junto a Acció Cultural del País Valencià los que la han patrocinado. Es grave que una iniciativa con tal respaldo asociativo e institucional, que viene a cubrir una carencia dentro de la sociedad civil, que está abierta a la participación de escritores y editores de todo el ámbito lingüístico catalán, que podría implicar a al menos dos administraciones en futuras ediciones e involucrar a ámbitos clave para el mundo de la cultura, como el educativo, carezca de apoyo por parte de la Conselleria. La editorial Sembra, por ejemplo, ha sido una de las editoriales más vendidas en la feria de Sant Jordi en Barcelona; razón de más para tender puentes que favorezcan el dinamismo cultural.

Cuidar del ecosistema

Hay una idea clave en todo esto: la política cultural, y dentro de ella la política del libro, debería cuidar el ecosistema cultural valenciano. Ningún ejemplo mejor que la Fira del Llibre, que cumple 50 años de existencia, para rastrear los efectos benéficos del libro en el espacio público, de sus posibilidades educativas, sociales, artísticas o económicas. Con ella, la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión o la Mostra del Llibre Anarquista reivindican ámbitos más restringidos dentro del sector.

Ahora bien, solo desde la organización profesional y desde el apoyo institucional se puede lograr el milagro que todos los años realiza la Fira, verdadero patrimonio de la ciudad. Valencia tiene lo primero, la organización, a veces ignorada. Y lo segundo, el apoyo institucional, en ocasiones, dependiendo siempre de unos criterios demasiado relativos.

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