MTV estrena en España Acapulco Shore, una degradación todavía mayor que sus predecesores Gandía y Geordie
VALENCIA. Me vienen a la cabeza los directores de cine independiente estadounidense Harmony Korine y Larry Clark. Toda una vida tratando de ofrecer una visión impresionista sobre la juventud, sobre su vacío existencial, el nihilismo y sus ideas de olla; insistiendo con películas no siempre comprendidas, venga y dale, tratando de demostrar que el mundo se va por el sumidero. Todo muy artie, muy revolucionario, muy provocador y de gran deleite para ese público al que ustedes llaman gafaspasta; todo bien hasta hace cuatro días, porque, quién lo iba a decir, justo veinte años más tarde —dos décadas se cumplen ya del estreno de Kids—, que todos los esfuerzos de estos dos enfants terribles del celuloide no significarían nada al lado de obras magnas como los programas terminados en "shore".
Lo interesante de estos programas es analizar los diferentes comportamientos de las juventudes del mundo ya que se realizan en distintos puntos del globo. La mecánica es siempre la misma, reunir a gente más bien casquivana y emborracharles. Durante el proceso, e incluso antes, muchos de ellos evidencian que son incapaces de controlar sus emociones, cualquiera que sean éstas, ni sus instintos. Eso lleva a situaciones de conflicto que se suelen resolver con discusiones y/o, por qué no, a hostias.
Entre medias, los protagonistas se sientan a hablar con la cámara para explicar su punto de vista. Como a la mayoría de ellos lo que les ha pasado es que se les ha ido la olla en algún momento de forma injustificable, lo que tratan de hacer es justificarlo. Digamos que el programa mantiene el tempo y estructura de la política en España. Es lo mismo que cuando se produce un escándalo o se escribe una ley indecente, a continuación, sus señorías desfilan para justificar lo injustificable. Siempre como correteando detrás de la barbaridad de turno.
Ya sabemos cómo va lo de los imperativos. Está el categórico, que es lo que hay que cumplir por narices. Y el hipotético, el código moral que depende de las circunstancias. Kant abogaba por el primero como adecuado para el progreso de la humanidad. Nuestros políticos por el segundo. Y en Gandía Shore ahí estaban, en la brecha, como al final de El Señor de los Anillos, luchando entre dos mundos.
Porque había principios en Gandía, sí. Se olían los imperativos categóricos que empujaban a los concursantes a comportarse decentemente. El nivel de decencia que se exigían ya era otra cosa. Pero la línea que los separaba de una piara revolcándose el fango, existía. De verdad.
Un ejemplo. En Gandía Shore todos los problemas solían venir por lo mismo. Una chica se enamoraba de un chico. Este la correspondía, pero luego se cansaba, decision que no aceptaba ella, que arremetía contra el resto de las chicas por si se les ocurriera enrollarse con él. El tío era libre, pero no. Y ahí aparecía el imperativo categórico. Los ex no se tocan ¿Por qué? Por el bien de la humanidad. Entonces, con más esfuerzo unas que otras, también con más éxito unas que otras, reconocían que era indecente liarse con él y cumplían.
Y si no lo hacían, que esa es otra, les esperaba la violencia, eso a lo que prometía no volver a recurrir el bueno de Antonio Flores en una de sus más aclamadas baladas. El caso es que la máxima universal de no te enrolles con ex de una amiga, seguramente anterior a Moisés, se respetaba.
En Geordie Shore, el británico, también ocurría algo parecido, pero al revés. Dos amigos habían hecho un pacto de caballeros de no compartir mujer. En lo poco que pude ver, eso no sucedió. Había un desmadre impresentable, juerga a juerga, verso a verso, pero no se rompió el principio.
La ex de uno se arrimó a la cebolleta de su amigo en un momento de simpática y exuberante embriaguez, pero éste no cayó. Pasada la jarana, los amigos se juntaron y se confesaron: no me la he tirado porque eres mi amigo. Y todo fueron abrazos y alegría: La humanidad a salvo.
Y así llegamos a Acapulco Shore, que lo está emitiendo ahora mismo MTV en España. Ya en la presentación uno ve que en esa casa el imperativo va a ser más bien tirando a hipotético. Sale uno en los créditos y dice, justo cuando aparece su nombre en la pantalla: "Me gustan todas las mujeres menos las gordas". Luego es el turno de otra concursante una lindeza como: "No soy virgen, pero no soy puta". Tremendo.
En la convivencia, el alcohol está muy presente. Más que en la edición británica, pero menos que en la española. Aunque la escena más impactante del concurso fue una chica cayéndose al final de una escalera completamente borracha e ir a estampar la cara en el marco de la puerta. Se hizo un chichón como los de Mortadelo y Filemón. Cuando la metieron en la cama en brazos, porque iba seminconsciente, llevaba el bikini como la caprichosa ley gravitatoria había decidido y los realizadores tuvieron la delicadeza de desenfocar la parte de la pantalla en el que los espectadores teníamos un hermoso plano ginecológico de la borracha descalabrada frisando con la muerte. Gracias.
Luego a otra chica que por lo que fuera no les gustaba, los machotes del lugar la llamaron La nariz de puerco. Y cuando ella por fin consiguió ligar, los demás le avisaron al muchacho de que no se daba cuenta de que lo que estaba besando borracho era La nariz de puerco y que igual de pedo podía ser, pero que al día siguiente se iba a arrepentir. Todo esto con ella presente. Más que presente, encima de él. Y de propina también hubo una competición entre dos chicas que saltaban cada una sobre el nacle de un chico a ver quién se lo introducía mejor.
La decencia apareció solo cuando un chaval, un tal Caballero, cogió una barra de hierro y amenazó con ella a las chicas. Un concursante dijo que con los tíos no se atrevía y le describió como "homosexual de closet". Lo que no quita que luego entre ellos encontráramos al imperativo categórico. Este tal Caballero resulta que tiene novia en el exterior y no quiere ponerle los cuernos.
Pudo, por ejemplo, realizar movimientos pélvicos insistentes con una mujer que le triplicaba la edad en una discoteca mientras la emborrachaba con tequila, pero no pasó a más. ¿Por qué? Porque a la novia no se le ponen los cuernos. Entonces se confesó con los otros concursantes. Ahí se vio el precio de su integridad moral. Les dijo que por mantenerse fiel a cualquier precio, cada vez que iba a mear, eyaculaba un poquito sin querer de tanto aguantarse. Y hacía pucheros. De modo que ahí, en lo alto, quedó el nombre de Kant en la última entrega de Acapulco Shore en MTV. Aunque sea tan educativo no lo vean con niños.
me encanta su serie son un exito mas talia y fernando
El comentario del amigo Pedro indica que o bien tiene mucho espíritu troll o bien se pasó de frenada con la farra a finales de los 80'.
'Acapulco Shore': el imperativo categórico de Kant ... Álvaro, te aplaudo por un artículo del que no pensaba que llegaría a lleer hasta al final y al que llegué por casualidad. No sé como lo haces, pero consigues que un programa repulsivo en muchos aspectos tenga algún interés, y sin llegar a vomitar sobre él le das un brochazo de crítica elegante. Quisiera destacar lo hipócrita que me ha parecido siempre la MTV emitiendo un contenido tan soez y deplorable (en actitudes y razonamientos) a la vez que difuminan detalles como la vagina o el tabaco, algo moramente censurable, claro.
"No soy virgen pero no soy puta" Jajaja!! Excusatio non petita....
A ver yo soy del 69 y en nuestra epoca muchos nos poniamos hasta las orejas y estabamos 3 dias de farra y tampoco ha pasadonada.Unos se pasaron de rosca y otros sentamos la cabeza y punto.No digamos ya que todos son unis inutiles sin valires incultos y sin principios,
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